Uniendo un microestimulador y un dispositivo que sirve de brújula para los cerebros de ratas ciegas, unos investigadores han comprobado que los animales pueden aprender espontáneamente a usar nueva información sensorial, pseudovisión, sobre su posición para circular a través de un laberinto casi tan bien como las ratas con visión normal.
Los investigadores creen que esto sugiere que un tipo similar de neuroprótesis podría también ayudar a las personas ciegas a caminar con mejor capacidad de orientación por grandes espacios exteriores.
Igualmente notable en la investigación es la demostración de la increíble flexibilidad del cerebro de los mamíferos, incluso en la adultez, lo suficiente como para hacer que una modalidad sensorial nunca experimentada y no inherente a los sentidos naturales, se incorpore entre las fuentes naturales de información preexistentes.
En otras palabras, los cerebros de los animales estudiados por el equipo de Yuji Ikegaya, de la Universidad de Tokio en Japón, estaban preparados y dispuestos a llenar el vacío sensorial de la vista con una nueva clase de información sensorial entrante.
Lo que Ikegaya y su colega Hiroaki Norimoto hicieron fue concretamente dotar a las ratas de una mayor capacidad para reconocer la posición de su cuerpo dentro de un entorno.
¿Qué ocurriría, se preguntaron los investigadores, si esos animales pudieran “ver” una señal geomagnética?
¿Podría dicha señal sustituir hasta cierto punto los rasgos visuales que su vista perdida ya no les podía ofrecer? ¿Sabrían qué hacer con la información?
El dispositivo sensor geomagnético instalable en la cabeza que idearon los investigadores les permitió conectar una brújula digital (del tipo que encontraríamos en casi cualquier smartphone o teléfono inteligente) a dos microelectrodos de tungsteno para estimular la corteza visual del cerebro.
El dispositivo, extremadamente ligero, también permitió a los investigadores regular la estimulación cerebral, e incluía una batería recargable.
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Las ratas “ciegas” fueron después entrenadas para buscar bolitas de comida en un laberinto.
En unas decenas de pruebas los animales aprendieron a usar la información geomagnética para orientarse correctamente dentro de los laberintos.
De hecho, sus niveles de rendimiento y de estrategias de navegación eran similares a los de las ratas que tenían una capacidad normal de visión.
El hallazgo sugiere una aplicación muy simple: acoplar sensores geomagnéticos a los bastones utilizados por las personas ciegas para explorar su entorno inmediato.
Eso podría darles información extra muy útil para orientarse.
De forma más amplia, los investigadores esperan, con arreglo a lo descubierto, que cualquier humano que lo desee pueda ampliar sus sentidos a través de sensores artificiales que capten información geomagnética, radiación ultravioleta, ondas ultrasónicas, u otras clases de señales que de manera natural están fuera de nuestro alcance sensorial.
Todo apunta a que nuestros cerebros son capaces de mucho más de lo que permiten nuestros limitados sentidos.
Fuente: Noticias de la Ciencia