El nuevo robot biohíbrido creado en los laboratorios del MIT es parte rata, parte alga, parte plástico, parte oro y, encima, tiene forma de pez.
Es un diseño real, fruto de la ingeniosa mente de un científico del MIT que ha creado una especie de biohíbrido que imita a un pez raya.
El “robot” biohíbrido se mueve al recibir estímulos del luz. Su movimiento imita perfectamente al de una manta raya, impulsando al biohíbrido hacia adelante.
Para moverse, el robot biohíbrido usa músculo de rata cultivado en el molde del robot, de manera que se contrae y expande al igual que lo hace cualquier otro músculo normal.
Para poder activar las células musculares se usa una técnica de optogenética que, a grandes rasgos, consiste en inyectar los genes de cierta alga en las células musculares para que produzca una proteína.
Al recibir luz azul, los músculos activan la señal de contracción que se expande al resto del tejido, provocando el movimiento.
El biohíbrido tiene un fino esqueleto de oro y una piel de un polímero flexible que encierra el conjunto al completo.
El robot es capaz de contraer los músculos hacia abajo, impulsándolo hacia adelante, pero no es una réplica exacta del pez, ni mucho menos, solo de la parte básica de su movimiento.
El biohíbrido, aunque pequeño (apenas unos 16 mm) funciona a la perfección, creando un robot quimera como jamás habíamos visto.
Las rayas son ejemplos inauditos de eficiencia hidrodinámica.
Capaces de moverse a una velocidad que parece imposible y gastando una energía ínfima, el cuerpo de las rayas aprovecha al máximo cada músculo bajo el agua.
Así, ¿por qué no copiar el diseño? Y, ya que estamos, ¿por qué no copiarlo usando los materiales más parecidos que conocemos? El músculo.
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Especialmente vehículos autónomos, que necesitan conservar y aprovechar al máximo la energía.
Para construir sus rayas robóticas, Sung-Jin usa cuatro capas sobre un molde de titanio con la forma del biohíbrido.
La primera se corresponde con la piel de biopolímeros junto al fino esqueleto de oro; la segunda es otra capa flexible que le da consistencia.
La tercera es donde se cultivan las células musculares con el gen de las algas. Por último, el robot se “cierra” con otra capa de polímero.
Pero, además de robots subacuáticos, el biohíbrido tiene un sinfín de aplicaciones potenciales más.
En primer lugar, la manera de insertar un gen de algas en el músculo y hacerlo funcional a través de la luz es muy interesante.
Podría ayudarnos a crear nuevos tratamientos y dispositivos biomédicos (marcapasos, músculos artificiales, tejidos…)
También podrá servir para desarrollar otro tipo de ingenios que mejoren los robots con los que contamos ahora.
Especialmente útil será en el tema de robots para tratamientos quirúrgicos y similares.
Y es que el biohíbrido muestra la unión de la mecánica con algunos conceptos fisiológicos muy básicos para crear un robot funcional capaz de ser controlado.
Fuente: Hipertextual