Sabemos que existen los agujeros negros. Y también la antimateria… Pero, ¿cómo sería una singularidad procedente de las antipartículas? ¿Podría existir semejante y extrañísimo fenómeno?
Los agujeros negros siempre serán esos elementos universales acechando en el límite de lo que creemos entender.
Sencillamente, son demasiado… extraños para comprenderlos del todo.
Su existencia escapa incluso a las leyes que creemos comprender. Sin embargo, ahí están, ¿no?
Y una vez que aceptamos que compartimos el universo con algo tan brutalmente extraordinario es cuando llega alguien y nos hace la maldita pregunta: ¿cómo sería un agujero negro de antimateria?
Comencemos por el principio.
Cuando ocurrió el evento que dio comienzo a la existencia que conocemos, el Big Bang, apareció en iguales proporciones materia y antimateria.
Esta última es exactamente igual que la materia: protones, electrones y neutrones que forman átomos que a su vez forman moléculas que a su vez forman sustancias… y así hasta formar, por ejemplo, la silla en la que se sienta.
¿Entonces en qué se diferencia de la materia? En la carga.
La antimateria es exactamente igual excepto porque sus partículas tienen carga contraria.
Por lo demás, la antimateria también se rige bajo las cuatro grandes fuerzas que dominan el universo, pero teniendo en cuenta este cambio de carga.
Así, la antimateria forma antiprotones, antielectrones (o positrones), antineutrones (que es exactamente lo mismo que los neutrones por razones obvias), antihidrógeno, antioxígeno, antimoléculas o, incluso, una antisilla si pudiéramos reunir suficiente antimateria.
Paul Dirac ya previó la antimateria en sus formulaciones matemáticas. Pero la antimateria no es un simple concepto físico. Existe y la hemos observado, creado y retenido.
El problema es que no es muy estable. Esto se debe a que se aniquila con la materia en una reacción muy energética.
La única manera de mantener la antimateria es en un campo magnético especial llamado trampa de Penning.
Esto se debe, obviamente, a que la antimateria no puede ser contenida en un recipiente de materia ordinaria, por lo que decíamos. Pero bueno, sabemos que existe y sabemos como se comporta. Ahora, vayamos más allá.
El siguiente paso es reunir la suficiente antimateria. ¿Por qué? Volvamos a nuestro mundo material para repasar qué es un agujero negro.
Estos fenómenos son conocidos como singularidades. Se llaman así porque en ellos las leyes físicas universales dejan de tener sentido.
Pero, ¿cómo se llega a “romper el universo”? Para eso hace falta forzar dichas leyes al máximo. Esto es lo que le ocurre a las estrellas en algunos momentos de su vida.
Cuando una estrella llega a ser tan masiva que colapsa, como le ocurre a algunas estrellas rojas que mueren, perdiendo toda su energía, comienza el proceso de formación.
La masa de la estrella va “cayendo” hacia el interior, que se vuelve cada vez más y más denso, grosso modo.
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Llega un momento en el que la atracción gravitatoria se vuelve tan grande que supera los límites posibles
Es entonces cuando no deja ni tan siquiera salir la luz que pasa más allá del horizonte de sucesos. Así es como aparece un agujero negro.
Así que sabemos que necesitamos una gran estrella, mucho tiempo y mucha masa.
Ahora imaginemos una zona del espacio en el que hay una cantidad gigantesca de antimateria.
Al igual que ocurre en nuestro universo, parte de esa antimateria se agregaría hasta formar una antiestrella. Es algo totalmente posible.
Esa antiestrella podría ser enorme, gigantesca. Entonces, podría ocurrir con el tiempo que esa estrella muriera también, quedándose sin energía.
Tendríamos una antigigante roja. De pronto colapsa, nada le impide hacerlo y llega a formar una antienana blanca, el último paso antes de convertirse en un antiagujero negro. ¿No?
Teniendo en cuenta el razonamiento anterior, parece lógico pensar que podríamos llegar a presenciar la formación de un antiagujero negro.
¿Y qué opinaba el Dr. John Archibald Wheeler? Este físico teórico fue el primero en enunciar un importante teorema conocido como el “teorema de no pelo”.
No, no es ninguna broma, y vamos a ver por qué es tan importante para nuestro antiagujero negro.
Según este teorema todas las soluciones a los agujeros negros pueden ser caracterizadas por solo tres parámetros observables de manera externa: su masa, su carga y su giro.
Eso quiere decir que toda la información referente a la materia desaparece detrás del horizonte de sucesos. Es más, dicha información se pierde para siempre.
Este teorema explica que un agujero negro puede ser en realidad varios agujeros negros si coinciden sus tres parámetros, por ejemplo, independientemente de dónde vino, es decir, de la materia (o antimateria) del que surgió.
Traducido al castellano, no tiene sentido preguntar si existen los antiagujeros negros porque si consiguiéramos colapsar nuestra antiestrella obtendríamos, en realidad, un agujero negro común y corriente.
Para que lo entendamos de otra manera, en el interior de los agujeros negros no hay materia. Ni antimateria. Sólo energía.
Es una singularidad y no sabemos lo que ocurre (si es que ocurre algo) en su interior.
Así que, en definitiva, no existen los agujeros negros de antimateria.
¿Podría aparecer un agujero negro a partir de la antimateria? Sí.
Pero no dejaría de ser un “simple”, “anodino” y completamente misterioso agujero negro más.
Fuente: Hipertextual