Un astrónomo aficionado dio con una supernova de manera casual y en un momento excepcional.
Uno de los aspectos positivos de la democratización de la tecnología es que, cuando se junta con la curiosidad, ocurren cosas como ésta.
Por mucho que alcemos la vista al cielo y veamos que está plagado de estrellas, muchas ya están descubiertas y bautizadas (y muchas más de las que vemos con un telescopio).
De ahí que el descubrimiento de Víctor Buso sea aún más sorprendente: además de carecer de los medios de una agencia espacial o de un equipo profesional de astronomía, éste no estaba ni siquiera intentando cazar supernovas, lo cual no es nada fácil.
Según cuentan en Popular Science, Buso estaba probando una cámara nueva junto con un telescopio convencional (de tipo newtoniano, de 40 centímetros) e intentó fotografiar la galaxia NGC 613, a 86 millones de años luz de la Tierra desde el techo de su casa en Rosario (Argentina).
Hizo numerosas tiradas (con exposición de 20 segundos) y en una de ellas percibió una luz brillante bajo dicha galaxia y, tras consultar a otro colega aficionado (Sebastián Otero), reportaron el hallazgo al Transient Name Server.
La supernova se confirmó un día después tras comprobarlo con los avanzados observatorios en Hawaii y Chile (con ultravioleta, luz visible y rayos X).
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De ahí que se considere un disparo (o disparos) único.
Así lo describe Melina Bersten, astrofísica del Instituto de Astrofísica de La Plata cuyo trabajo (en conjunto con Buso y otros) centrado en esta supernova sale publicado estos días en Nature.
Investigación centrada en intentar explicar la evolución de las supernovas desde su inicio con varios modelos, hablando del descubrimiento de Buso de la que pasó a llamarse SN 2016gkg.
Las posibilidades de que alguien consiga de esta forma captar una supernova en plena explosión son, según Melina Bersten de una entre cien millones. En palabras del astrónomo de Berkeley Alex Filippenko, “es como ganar una lotería cósmica”.
Según la científica las observaciones de Buso (hechas en 2016) encajaban con modelos previos de cómo se comporta una supernova en sus estadios iniciales (esto es, tras la explosión), y lo que hizo su equipo es rebuscar entre los archivos del Hubble por si éste había cazado algo.
Lo que vieron es una estrella amarilla, aparentemente un sistema binario, cuya evolución pretenden estudiar para comprobar si la estrella ha desaparecido.