Los frutos crean provitamina D que, tras someterse a luz ultravioleta, se convierte en vitamina D.
Aunque los humanos pueden producir esta sustancia al exponerse a la luz del sol, la mayoría proviene del aporte en la dieta, por lo que los científicos se afanan por encontrar la manera de proporcionar un suplemento extra de esta vitamina cuya carencia puede conducir a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como el cáncer, parkinson o demencia.
Los productos animales como los huevos, la carne y los lácteos son la principal fuente de vitamina D de las personas, ya que los vegetales suelen tener poco aporte.
Sin embargo, la bióloga Cathie Martin y sus colegas han conseguido modificar tomates que crean la provitamina D3, que luego se convierte en vitamina D tras ser expuestos a luz ultravioleta.
Los investigadores utilizaron la famosa ‘tijera genética’ CRISPR para realizar los cambios en el genoma de los tomates.
En concreto, editaron un gen que codifica una enzima (7-dehidrocolesterol reductasa) que normalmente convierte la provitamina D3 en colesterol.
Al editar el gen, los autores pudieron bloquear esta vía, lo que condujo a la acumulación sustancial de provitamina D3 en las frutas y hojas de los tomates, sin afectar el crecimiento, desarrollo o rendimiento de la planta.
La provitamina D3 puede luego convertirse en vitamina D3 mediante tratamiento con luz UV-B, o puede ser utilizada por el cuerpo humano para sintetizar vitamina D3 por exposición a UV-B.
Los autores señalan que un tomate aportaría la misma fuente de vitamina D que dos huevos o 28 gramos de atún.
Aunque algunas plantas producen naturalmente formas de vitamina D, a menudo estas sustancias se convierten en claves para el desarrollo de las plantas y una sobreacumulación puede derivar en malformaciones.
Sin embargo, las plantas solanáceas también tienen una vía bioquímica paralela que convierte la provitamina D3 en compuestos defensivos.
Martin y equipo aprovecharon este fenómeno para diseñar plantas que producen la provitamina D3: descubrieron que cerrar esa vía se acumula el precursor de la vitamina D sin interferir con el crecimiento de las plantas en el laboratorio.
El siguiente reto será cultivarlos fuera y ver si las plantas aguantan el estrés ambiental.
Los investigadores han conseguido permisos para cultivar experimentalmente estos tomates en Italia y, aparte de comprobar si son viables al aire libre, medir el impacto de la exposición a la luz ultravioleta exterior en la conversión de provitamina D3 a vitamina D 3 en las hojas y frutos de las plantas.
Una vez pasen esta criba, serán candidatos a engrosar la limitada lista de cultivos nutricionalmente mejorados disponibles para los consumidores.
Porque no es la primera vez que se utiliza esta técnica para modificar nuestros alimentos: ya se han creado corderos y vacas modificados para producir mejor carne y lana; trigo sin gluten; setas que duran más tiempo sin ennegrecerse; manzanas que no se pudren al caer al suelo; o incluso unos tomates que ayudan a controlar la hipertensión.
Sin embargo, la mayoría de estos avances se basan en desactivar genes, no en mutarlos para que produzcan nuevos nutrientes.
Además, se encuentran con barreras estatales, ya que cada país tiene una regulación al respecto: mientras China y Japón tienen leyes muy avanzadas, en los países de la Unión Europea están prohibidas las plantaciones, aunque no la compra de estos productos.
El equipo ya está realizando más experimentos en la línea de estos nuevos tomates, como alimentos que producen provitamina A y vitamina B2.
Sin embargo, alertan de que estos alimentos contribuirían solo en pequeña medida a abordar la desnutrición.
«Es solo uno de los enfoques con los que podemos ayudar a las personas, afirman. Obviamente, se necesitará una combinación de medidas».
Fuente: Nature Plants