Un equipo de científicos ha desarrollado una nueva terapia basada en un parche de microagujas que administra moléculas reguladoras del sistema inmunológico al cuero cabelludo que es capaz de revertir la caída del pelo.
Investigadores del MIT, del Hospital Brigham and Women’s y de la Facultad de Medicina de Harvard acaban de presentar un esperanzador tratamiento contra la caída del cabello.
En concreto, la terapia combate la llamada alopecia areata, un trastorno autoinmune que provoca la caída del cabello y afecta a personas de todas las edades, incluidos los niños.
En este tipo de calvicie, que supone alrededor del 2 % de las nuevas consultas dermatológicas, las defensas del organismo atacan por error los folículos pilosos, las estructuras de la piel donde crece el cabello.
Los principales síntomas de la alopecia areata incluyen una pérdida de cabello en parches pequeños y redondos en el cuero cabelludo u otras áreas del cuerpo.
Además, el cabello se vuelve más delgado y frágil alrededor de los bordes de los parches calvos y, en algunos casos, puede aparecer picazón o dolor en las áreas afectadas antes de que el pelo se caiga.
La buena noticia en este tipo de alopecia es que los folículos pilosos no quedan destruidos tras el ataque del sistema inmune, por lo que el pelo puede volver a crecer, si bien es cierto que son muy frecuentes las recidivas o recaídas en pacientes que la han sufrido alguna vez.
Para la mayoría de los pacientes con alopecia areata no existe un tratamiento eficaz, a pesar de que existe un abanico de posibles opciones, desde el minoxidil, los corticosteroides y la inmunoterapia tópica hasta los inhibidores de la Janus cinasa (JAK), la fototerapia y los medicamentos inmunosupresores, caso de la ciclosporina y el metotrexato.
Ahora se abre una nueva posibilidad para las personas a las que se les cae el pelo.
Científicos de Estados Unidos han concebido un parche de microagujas indoloro que se aplica en el cuero cabelludo y que libera fármacos capaces de reequilibrar la respuesta de las defensas del organismo en las zonas con las calvas. Y lo consigue deteniendo la ofensiva autoinmunitaria.
En un estudio con ratones, los investigadores descubrieron que este tratamiento permitía que el pelo volviera a crecer y reducía de forma notable la inflamación en el lugar del tratamiento, al tiempo que evitaba los indeseables efectos inmunitarios en otras partes del cuerpo.
Según los investigadores, esta estrategia también podría adaptarse para tratar otras enfermedades cutáneas de origen autoinmune, como es el caso del vitíligo, de la dermatitis atópica y de la psoriasis.
No hay que olvidar que una enfermedad autoinmune es un trastorno en el cual el sistema defensivo del cuerpo ataca por error a sus propios tejidos sanos, lo que se traduce en inflamación y daños diversos.
Normalmente, el sistema inmunológico está diseñado para proteger al cuerpo de sustancias extrañas, como bacterias, virus y otros agentes patógenos.
Sin embargo, en las enfermedades autoinmunes, el sistema inmunológico pierde la capacidad de distinguir entre las células y los tejidos sanos y los invasores externos, lo que lleva a una respuesta inmunitaria anormal y desfasada contra el propio organismo.
En el caso de la alopecia areata, aunque no se conocen las causas exactas, se cree que una combinación de factores genéticos y ambientales desencadena la reacción del sistema inmunológico contra los folículos pilosos.
El nuevo enfoque anticaída es tan innovador que, como apuntan los autores del estudio marca un cambio de paradigma.
«En lugar de suprimir el sistema inmunitario, ahora nos centramos en regularlo con precisión en el sitio de encuentro con el antígeno para generar tolerancia inmunitaria», afirma en una nota de prensa del MIT Natalie Artzi, investigadora del Instituto de Ingeniería y Ciencia Médicas del MIT y profesora de Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard y el Hospital Brigham and Women’s.
Un antígeno es cualquier sustancia que el sistema inmunológico reconoce como extraña o potencialmente peligrosa para el cuerpo y que desencadena una respuesta inmunitaria.
Estos enemigos pueden ser moléculas de proteínas, carbohidratos, lípidos e incluso ácidos nucleicos que se encuentran en células, tejidos, microorganismos o toxinas.
Cuando el sistema inmunológico detecta un antígeno, desencadena una serie de respuestas destinadas a eliminarlo o neutralizarlo.
Estas reacciones pueden incluir la producción de anticuerpos específicos que se unen al antígeno con el propósito de marcarlo para que sea reconocido y noqueado por parte de otras células del sistema inmunológico, como los glóbulos blancos.
A veces, los antígenos son endógenos, esto es, propios del individuo.
Dicho de otra forma, son componentes normales del cuerpo que el sistema inmune puede reconocer como extraños en ciertas circunstancias. Esta es la base de las enfermedades autoinmunes.
En este sentido, el único tratamiento disponible para la mayoría de los pacientes con alopecia son las inyecciones de esteroides inmunosupresores directamente en el cuero cabelludo.
Se trata de un tratamiento doloroso que, a menudo no es bien tolerado.
Por otro lado, algunos pacientes con alopecia areata y otras dolencias autoinmunes de la piel también pueden ser tratados con medicamentos inmunosupresores, como los ya citados ciclosporina y metotrexato, que se administran por vía oral.
Pero estos fármacos provocan una supresión generalizada del sistema inmunológico, lo que puede tener efectos secundarios adversos.
«Este enfoque terapéutico silencia todo el sistema inmunológico. Ofrece alivio de los síntomas de inflamación, pero provoca recurrencias frecuentes.
Además, aumenta la susceptibilidad a padecer infecciones, enfermedades cardiovasculares y cáncer», afirma Artzi, inmunóloga especialista en trasplantes que busca nuevas formas de administrar medicamentos directamente en la piel para tratar enfermedades dérmicas.
En consonancia con este empeño, Artzi se alió con Jamil R. Azzi, profesor de Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard y el Hospital Brigham and Women’s, para trabajar en un parche de microagujas que administrara medicamentos a la piel de forma eficaz y segura.
Fruto de esa colaboración fue el anuncio en 2021 de un parche con microagujas que se podía aplicar para prevenir el rechazo después de un trasplante de piel.
«La piel es el único órgano de nuestro cuerpo que podemos ver y tocar, y, sin embargo, cuando se trata de administrar medicamentos a la piel, volvemos a la administración sistémica, dice Azzi.
Y añade: Vimos un gran potencial en la utilización de este tipo de parche para reprogramar el sistema inmunológico a nivel local».
Los parches de microagujas utilizados en este estudio están hechos de ácido hialurónico reticulado, que permite crear una especie de malla de moléculas cuya estructura será compacta y duradera, y polietilenglicol o macrogol (PEG).
Los dos productos son biocompatibles y de uso habitual en aplicaciones médicas.
Con este método de administración, los fármacos pueden penetrar en la dura capa externa de la epidermis, que no puede ser atravesada por las cremas aplicadas sobre la piel.
«Esta formulación polimérica nos permite crear agujas muy duraderas capaces de penetrar eficazmente en la piel.
Además, nos da la flexibilidad de incorporar cualquier fármaco deseado», afirma Artzi.
Para la investigación de la alopecia areata, los investigadores cargaron los parches con una combinación de citocinas, unas proteínas producidas por diversas células del sistema inmunológico, como los linfocitos, los macrófagos y las células dendríticas.
Estas proteínas actúan como mensajeros químicos que regulan la función de otras células y tejidos del cuerpo.
En el contexto de la alopecia areata y otras enfermedades autoinmunes, las citocinas juegan un papel importante en la regulación de la respuesta inmune.
En la alopecia areata, se ha observado que ciertas citocinas, como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), el interferón gamma (IFN-γ) y varias interleucinas, como la IL-2, la IL-6 y la IL-17, están elevadas en el cuero cabelludo de los pacientes afectados.
Para el experimento, Artzi y Azzi echaron mano de las citocinas IL-2 y CCL-22.
Juntas, estas moléculas inmunitarias ayudan a reclutar células T reguladoras, un tipo de linfocitos del sistema inmunológico que desempeñan un papel fundamental en la regulación de la respuesta inmune y en la prevención de respuestas autoinmunes excesivas.
La proliferación de las células T reguladoras sirve de freno para la inflamación.
Estas células también ayudan al sistema inmunitario a reconocer que los folículos pilosos no son antígenos extraños, de modo que deja de ensañarse con ellos.
Los investigadores descubrieron que los ratones tratados con el parche de microagujas cada dos días durante tres semanas presentaban muchas más células T reguladoras en las zonas en las que se había caído el pelo.
También detectaron un mejoramiento de la de la inflamación.
El pelo volvió a crecer en las calvas, y este crecimiento se mantuvo durante varias semanas después de que se interrumpiera el tratamiento.
Todo ello sin que los niveles de células T reguladoras se dispararan en otras partes del cuerpo.
En efecto, Artzi y Azzi, comprobaron que la proporción de estos linfocitos se mantuvieron estables en el bazo y en los ganglios linfáticos durante toda la terapia.
En otra serie de experimentos, los investigadores injertaron piel humana en ratones con un sistema inmunitario humanizado.
En estos roedores, el tratamiento con parches de microagujas también indujo la proliferación de células T reguladoras y una reducción de la inflamación.
Los investigadores diseñaron los parches de microagujas de modo que, tras liberar su carga farmacológica, también pudieran recoger muestras que sirvieran para controlar la evolución del tratamiento.
El ácido hialurónico hace que las agujas se hinchen unas diez veces tras penetrar en la piel, lo que les permite absorber líquido intersticial que contiene biomoléculas y células inmunitarias de la piel.
Una vez retirado el parche, los investigadores pueden analizar muestras para medir los niveles de células T reguladoras y marcadores de inflamación.
Esto podría resultar valioso para el seguimiento de futuros pacientes que se sometan a este tratamiento para combatir la alopecia areata.
Los científicos ya están pensando en probar su parche milagroso en seres humanos.
No podemos pasar por alto que la alopecia puede causar una serie de problemas físicos, emocionales y psicológicos, dependiendo de su causa, gravedad y la percepción individual de cada persona.
La calvicie puede cambiar drásticamente la apariencia física de una persona, lo que puede afectar a la percepción de su imagen corporal y generar sentimientos de incomodidad o vergüenza.
Los psicólogos saben que la calvicie a veces tiene un impacto significativo en la autoestima y la confianza en uno mismo.
También causa ansiedad y estrés, especialmente si la alopecia se percibe como un signo de envejecimiento prematuro o si se relaciona con estándares de belleza poco realistas.
En casos más graves, la pérdida de cabello puede contribuir al aislamiento social y al desarrollo de depresión.
Fuente: Risbel