Sabemos que a lo largo y a lo ancho de nuestra galaxia, la Vía Láctea, hay alrededor de 100 millones de agujeros negros, estos misteriosos objetos gravitacionales que jamás dejan escapar las partículas que atraen, incluso la luz.
Por definición, como su nombre lo indica, son cuerpos oscuros que pueden pasar desapercibidos ante nuestros instrumentos de detección, excepto cuando se alimentan.
No solo se alimentan, sino que son “tremendamente ruidosos” cuando lo hacen.
Cuando un agujero negro atrae materia estelar puede emitir ráfagas de rayos X que rebotan y hacen eco en el gas que consumen.
Y aunque técnicamente este tipo de radiación no es audible, un equipo de investigadores del MIT, en colaboración con miembros de los departamentos de educación y música, convirtieron la emisión de ondas en sonidos que podemos escuchar.
¿Y para qué queremos escucharlo?
Escuchar un agujero negro es bastante alucinante, pero es cierto que no se puede considerar un objetivo científico de primer orden.
De hecho, esto es un “proyecto paralelo” de una investigación mucho más ambiciosa publicada en The Astrophysical Journal, sobre la evolución de los agujeros negros.
Para ello, los astrónomos utilizaron una herramienta denominada “Máquina de reverberación”.
Así, analizaron los datos tomados por el Explorador de composición interior de estrellas de neutrones (NICER, por sus siglas en inglés) de la NASA, a bordo de la ISS, para encontrar agujeros negros binarios y estudiar sus ecos.
Localizaron ocho nuevos sistemas que producían este tipo de ecos.
Pero, ¿qué es un eco?
Es un fenómeno por el cual una onda de se refleja y se emite de nuevo.
Los ecos representan los retrasos de tiempo entre dos tipos de rayos X.
Por un lado tenemos los de la luz emitida directamente desde la corona y la luz de la corona que rebota en el disco de acreción.
El tiempo en que un telescopio recibe luz de la corona, en comparación con cuando recibe los ecos de rayos X ha sido utilizado para calcular la distancia entre la corona y el disco de acreción.
Los investigadores utilizaron estos ecos para mapear el entorno de los objetos gravitacionales de la misma manera que los murciélagos usan ecos de sonido para navegar por su entorno.
Sin este avance, el equipo no habría podido construir la imagen de cómo evoluciona un agujero negro.
Al comparar los ecos, el equipo descubrió que los agujeros negros pasan por varios estados: el estado “duro” (donde se emiten grandes cantidades de energía) y el suave.
Los científicos descubrieron las claves de la transición entre unos estados y otros.
Según Erin Kara, una de las investigadoras del MIT, estos hallazgos podrían ayudar a explicar cómo los agujeros negros supermasivos más grandes en el centro de una galaxia pueden expulsar partículas a través de vastas escalas cósmicas para dar forma a la formación de una galaxia.
Fuente: Sci News
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