Cuando allá por los años 60 el diseñador italiano Dante Bini se propuso repensar la arquitectura decidió hacerlo a lo grande, sin medias tintas.
Para él la clave no estaba en buscar nuevos materiales o bloques, ni en las alturas, ni en recuperar viejos recursos del pasado. No.
Bini se preguntó si podríamos levantar nuestras casas de una forma distinta.
Y gracias a ese impulso acabó desarrollando el método Binishell, que ofrece ni más ni menos que viviendas inflables de cemento.
La palabra combina el apellido de su creador, Dante Bini, y “shell“, que significa “concha” en inglés, una mezcla que da una idea aproximada de qué busca esta sorprendente forma de levantar construcciones.
Su propuesta pasa por crear viviendas abovedadas, en forma de cúpula, con ayuda de estructuras capaces de inflarse y que acaban recubriéndose de cemento.
El método tiene ya unas cuantas décadas de historia, aunque sigue sorprendiendo tanto hoy como cuando lo ideó su creador, hace más de medio siglo.
Lo que propuso Bini es trasladar en parte a la arquitectura ese vieja manualidad que consiste en inflar un globo, cubrirlo con tiras de papel maché y pegamento y pincharlo luego para quedarse con la carcasa endurecida.
Aunque con todos los matices y salvedades del mundo, por supuesto.
Como explica Nicolò Bino, el hijo del creador del sistema, la clave está en el uso de un “neumoformo” que se infla para dar forma a la futura estructura abovedada.
La pieza es básicamente un enorme globo que se fija al suelo, se hincha, se dota de barras de refuerzo especiales y e recubre luego con cemento proyectado.
Cuando el proceso termina puede retirarse el “neumoformo” y queda una estructura sólida, firme y esférica.
Los ingredientes propuestos en su día por Dante Bini son por lo tanto relativamente sencillos: una cámara de aire inflable de neopreno recubierta con nailon, cemento y refuerzos de acero.
El método permite levantar el exterior de un bungalow en un tiempo récord.
La compañía que se encarga de comercializar el método asegura haber desarrollado al menos cuatro sistemas, con tecnologías muy similares pero pensados para diferentes proyectos.
Los hay enfocados al mercado residencial, la hostelería y las infraestructuras y otros para bloques de distintas alturas.
Su “Binishells System B“, por ejemplo, permite levantar estructuras de hasta 15 metros y el “System D” se enfoca en construcciones de varios niveles.
Sus responsables aseguran en cualquier caso que “para mantener un alto nivel de garantía de calidad” otorga licencia únicamente a ciertos “contratistas calificados”, por lo que no ahonda en detalles técnicos.
“No enseñamos a los usuarios ni a otras personas cómo construir usando nuestros sistemas“, señala Binishell.
Lo que sí garantiza es que su método resulta versátil, permite añadir puertas y ventanas y se ajusta a cualquier lugar.
También señala que pueden incorporarse diferentes mezclas de cemento, incluido el hempcrete elaborado con cáñamo.
La compañía habla de cinco grandes fortalezas: ambientales y en materia de seguridad, costos, tiempos y flexibilidad.
De todas quizás la más interesante es la primera, que se apoya en la “eficiencia energética” de este tipo de edificios.
Binishells sostiene que al formar una sola pieza sus envolventes carecen de “puentes térmicos”, puntos por los que puede fugarse o colarse el calor y que a la larga exigen un mayor gasto de electricidad para calentar o enfriar interiores.
“La calefacción y la refrigeración representan el mayor gasto de energía para las residencias.
Las pruebas realizadas por la AIE muestran que el uso de energía puede reducirse en un 87 % cuando se eliminan los puentes térmicos“, argumenta la compañía, que señala que en sus viviendas solo quedan expuestas aquellas zonas que requieren aberturas, como las destinadas a puertas o ventanas.
Incluso en esos casos, sin embargo, asegura que “su impacto puede mitigarse de forma eficaz”.
Aseguran que los Binishells requieren solo el 50% de los materiales que se emplean habitualmente en las envolventes exteriores convencionales, minimizan los residuos y durante los trabajos se usan desechos industriales y cemento geopolímero que incorpora material reutilizado.
Al carecer de muros de carga y columnas permite diseñar los interiores con libertad y las obras se acortan, avanzando tres veces más rápido que en los proyectos convencionales.
En cuanto a costos, la compañía asegura que su método permite asestarle un tijeretazo considerable a la factura de la carcasa exterior.
No habla de precios, ni concreta cuánto cuesta desplegar el sistema, pero sí deja unas cuantas pinceladas sobre el nivel de ahorro:
“La envolvente del edificio puede costar alrededor de la mitad de una estructura tradicional del mismo tamaño, puede construirse tres veces más rápido y tener entre la mitad y un tercio de la huella del ciclo de vida”.
Una de las ventajas de que Binishell lleve ya varias décadas en el mercado es que permite ver cómo funciona más allá de la teoría.
La compañía asegura de hecho que entre la década de 1960, 1970 y 1980 desplegó sus “sistemas originales” y ha permitido dar forma a unas 1.600 construcciones en 23 países.
Ahora cree que la búsqueda de construcciones más eficientes, sostenibles y asequibles pueden facilitar que su método gane relevancia en el sector.
Durante el apogeo de su popularidad, hace ya medio siglo, los Binishells se utilizaron para levantar viviendas, gimnasios, bibliotecas, espacios comerciales, silos de cereales e incluso para proteger equipamientos científicos.
Quizás el proyecto más popular que los Dante han realizado a lo largo de los últimos años es sin embargo la cúpula que levantaron en Malibú, California, para el actor Robert Downey Jr.
Fuente: Binishells