CIENTÍFICOS ESTUDIAN A LA CACATÚA SNOWBALL PARA APRENDER POR QUÉ LA MÚSICA NOS HACE BAILAR

Científicos estudian a la cacatúa Snowball para aprender por qué la música nos hace bailar

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Científicos descubren que el ave que danzaba al ritmo de Backstreet boys en virales videos de Youtube tiene un variado repertorio de movimientos espontáneos.

Probablemente muchos la recuerden. «Snowball» es una cacatúa de Indiana (EE.UU.) que se hizo famosísima en YouTube hace una década por su asombrosa habilidad para bailar al ritmo de los Backstreet Boys.

Sonaba la música y el animal se movía arriba y abajo o alzaba sus patas con un ritmo insuperable.

Además de ser una auténtica atracción en Internet, el ave (tiene su propia entrada en Wikipedia) ponía de manifiesto cómo la capacidad de imitar sonidos parece estar unida a la de acompañar con el cuerpo una melodía.

Aniruddh Patel, psicólogo de las universidades de Tufts y Harvard, no pudo resistirse a estudiar a «Snowball» (Cacatua galerita eleonora) cuando vio sus videos.

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Sus últimas conclusiones, publicadas en la revista «Current Biology», revelan que el ave tiene un rico repertorio de baile.

No solo se limita a los movimientos vistos en los videos de internet que la hicieron célebre, en los que levanta las patas y mueve la cabeza, sino que responde a la música con movimientos diversos y espontáneos en los que utiliza varias partes de su cuerpo.

Y todo eso sin entrenamiento previo.

Según los investigadores, el hecho de bailar con la música no es un producto arbitrario de la cultura humana, sino una respuesta que surge cuando ciertas capacidades cognitivas y neuronales se unen en el cerebro de los animales.

«Lo que más nos interesa es la gran diversidad de sus movimientos con la música», dice Patel.

En un estudio interior, también publicado en Current Biology, el investigador confirmó que «Snowball» podía moverse al ritmo de la música.

Eso fue notable en parte porque el baile es una habilidad natural en los humanos que está ausente en otros primates.

Poco después de ese estudio, la actual dueña de «Snowball» y coautora del nuevo artículo, Irena Schulz, se dio cuenta de que la cacatúa se movía con la música de una forma que no había visto nunca antes.

Esto les dio a los investigadores la oportunidad de estudiar otra posible similitud entre el baile de «Snowball» y el humano: la diversidad en los movimientos ante la música y las partes del cuerpo que se emplean.

Para analizarlo, el equipo de Patel filmó a la cacatúa con dos éxitos clásicos de los años ochenta: «Another One Bites the Dust», de Queen, y «Girls Just Want to Have Fun», de Cyndi Lauper.

Tocaron cada una de las canciones para el ave tres veces durante un total de 23 minutos.

En ese momento, «Snowball» tenía 12 años y no había bailado esas canciones con nadie más que con su dueña.

Durante el rodaje, Schulz estaba en la sala gritando un ocasional «buen chico» (la cacatúa es macho), pero «Snowball» era el único que bailaba en la sala.

Para analizar los movimientos de «Snowball», la primera autora del estudio, R. Joanne Jao Keehn, neurocientífica cognitiva y bailarina clásica y contemporánea, utilizó el análisis fotograma a fotograma con el audio silenciado.

Se centró en cada «movimiento de baile» o secuencia de movimientos repetidos.

Los movimientos de interés fueron claramente intencionales, pero no eran un medio eficiente para que «Snowball» lograra ningún objetivo externo plausible.

Lo hacía solo animado por la música.

En total, el video capturó a «Snowball» completando un repertorio diverso de 14 movimientos de baile y dos movimientos compuestos.

Mueve, balancea y gira su cabeza de varias maneras diferentes, a veces en coordinación con levantamientos de patas u otros movimientos.

Ver su baile es de lo más entretenido: sacudidas, desplazamientos de lado a lado, movimientos de cabeza como una auténtica estrella del rock, semicírculos, el reloj…

A diferencia de la forma en que los humanos normalmente bailan, «Snowball» tendía a hacerlo en fragmentos de unos tres o cuatro segundos.

Cada vez que escuchaba una melodía en particular, bailaba un poco diferente, «un signo de flexibilidad y quizás incluso de creatividad», dicen los investigadores.

«Snowball» no es el primer miembro de la familia de los loros en moverse con la música, pero ha habido incertidumbre sobre cómo se adquieren tales movimientos.

Los investigadores proponen que la razón por la que los humanos y los loros comparten una habilidad natural para bailar puede surgir de la convergencia de cinco rasgos: el aprendizaje vocal, la capacidad de imitación de movimientos no verbales, una tendencia a formar vínculos sociales a largo plazo, la capacidad de aprender secuencias complejas de acciones, y la atención a los movimientos comunicativos.

Para los humanos, el baile es una forma de interacción social.

Las personas bailan más a menudo acompañadas que solas.

Actualmente, los investigadores están analizando datos de un experimento diseñado para descubrir si al famoso «Snowball» le ocurre lo mismo.

Fuente: ABC

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