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Cómo el sistema inmunitario de los centenarios los mantiene saludables y vivos por más tiempo

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Los centenarios son personas privilegiadas que no solo tienen una gran longevidad. También se mantienen saludables.

Esto, según un nuevo estudio, se deben a que tienen un sistema inmunitario muy diferente al de otras personas mayores.

La esperanza de vida del ser humano ha aumentado mucho en los últimos años. Y aún puede hacerlo más; pues, según un estudio reciente, estamos lejos de haber llegado al límite.

De momento, el récord está en una mujer que llegó a los 122 años. Sin embargo, hay otras muchas personas que, como ella, han llegado a cumplir más de un siglo.

Y es en esos centenarios en los que los científicos tienen puesto el punto de mira, en busca de formas de aumentar la longevidad de la población. Se busca cuáles son sus trucos y se intenta buscar un modo de hacerlos extensivos a otras personas.

Ahora, por ejemplo, se ha descubierto que una de las claves de su larga edad está en el sistema inmunitario.

Este no nos protege solo de las infecciones. También se encarga, por ejemplo, de eliminar aquellas células que descontrolan su proliferación y pueden llegar a convertirse en tumor.

Generalmente, a medida que este sistema inmunitario se expone a infecciones, queda reforzado para combatirlas en caso de que vuelvan.

Pero esa capacidad suele disminuir con el tiempo en la mayoría de los mortales. No lo hace en los centenarios, o al menos no parece que lo haga, por lo que estos científicos quisieron comprobarlo.

De momento, ya conocemos el truco de los centenarios para vivir tantos años.

Ahora, solo queda saber si se puede copiar para que el resto de la población podamos emular su longevidad.

Para la realización de este estudio, sus autores contaron con siete centenarios inscritos en el Estudio del Centenario de Nueva Inglaterra.

A todos ellos se les tomaron muestras de sangre, para realizar algo conocido como secuenciación de células individuales en células mononucleares de sangre periférica (PBMC).

Es decir, de esa sangre que se les extrajo, se aislaron algunas células inmunitarias circulantes y se sometieron a la secuenciación de su material genético.

Una vez hecho esto, se compararon los resultados con dos conjuntos de datos de secuenciación de ARN de células individuales (scRNA-seq) disponibles públicamente.

Cabe decir que el material que compone el genoma de las células humanas es principalmente ADN, pero que este ADN se transcribe a ARN antes de traducirse en forma de proteínas, que son las encargadas de materializar esas instrucciones codificadas en el ADN.

Esa transcripción no se lleva a cabo continuamente. Es decir, solo se transcriben los genes necesarios en cada célula y en cada circunstancia.

Esto es lo que se conoce como expresión de los genes. Ahí es donde estos científicos quisieron buscar diferencias.

Su intención era ver variaciones respecto a los patrones de transcripción de la población general y de los centenarios. Sospechaban que podría darles información sobre cómo alcanzan esa longevidad. Y así fue.

Con ayuda de una serie de técnicas computacionales, estos científicos pudieron combinar ambos conjuntos de datos y buscar las diferencias.

Así, observaron que existen cambios en la composición y transcripción específicos del tipo de célula que son exclusivos de los centenarios y reflejan una respuesta inmunitaria normal.

Básicamente, parece ser que, al contrario que otras personas mayores, en el caso de los centenarios, su sistema inmunitario está mejor entrenado.

Tienen un largo historial de enfrentamiento a infecciones, pero la capacidad de volver a combatirlas no se deteriora con los años, sino todo lo contrario.

Por eso, están muy preparados para enfrentarse a las situaciones que normalmente propician la decaída de la salud asociada al envejecimiento. Esto les garantiza una mayor longevidad, mucho más saludable.

Este, según los autores del estudio, podría ser un modelo para buscar formas de que todos podamos vivir un mayor número de años con salud y productividad.

Aquella mujer que llegó a los 122 años montó en bicicleta hasta los 100 y practicó esgrima hasta después de los 80.

Está claro que los centenarios están hechos de otra pasta. Ahora conocemos uno de los materiales que la componen.

Fuente: The Lancet

Editor PDM

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