No es un elixir de la juventud, pero este procedimiento para ‘rejuvenecer’ células de la piel resulta muy prometedor.
No porque pueda hacernos parecer más jóvenes, sino por su posible papel para tratar enfermedades asociadas al envejecimiento.
Un equipo de científicos del Instituto Babraham, de Reino Unido, ha conseguido rejuvenecer 30 años un cultivo de células de la piel.
¿Tenemos ya el elixir de la inmortalidad o la eterna juventud? No.
¿Se puede hacer al menos que las personas se hagan un poco más jóvenes o detener su envejecimiento? Tampoco.
¿Es posible entonces elaborar cremas que hagan que nuestras células de la piel se hagan más jóvenes? Ojalá.
Pero aun así lo que estos científicos acaban de mostrar es una buena noticia.
Y es que, en realidad, han logrado reprogramar las células de la piel humana hasta que algunos parámetros (no todos) han sido equivalentes a los de personas con 30 años menos.
Eso no significa exactamente que las células sean 30 años más jóvenes, pero resulta prometedor.
Es un procedimiento aún en pañales, al que le queda mucho para tener aplicaciones reales más allá de los cultivos de laboratorio.
No obstante, los científicos se muestran muy optimistas con los resultados, ya que muchas enfermedades, como el alzhéimer, están relacionadas con el envejecimiento celular.
Si se viese la forma de revertir ese envejecimiento en otras partes del organismo, no solo las células de la piel, quizás podrían dar con mecanismos para ralentizar el avance de esas enfermedades.
Al fin y al cabo, lo que la ciencia busca no es un método para hacernos eternamente jóvenes, sino mecanismos que nos ayuden a envejecer con salud.
Las células madre pluripotentes son aquellas que tienen la capacidad de dividirse y diferenciarse en cualquier tipo de células especializadas o autorrenovarse para dar lugar a más células madre.
Son células muy importantes en el estudio de la medicina regenerativa, por razones obvias, pero hay un problema con su obtención.
Recordemos que tras la fecundación tenemos un cigoto que poco a poco se va dividiendo, dando lugar a células que, en un principio, están sin especializar.
No tenemos células del hígado, de los ojos o de la piel, sino células madre pluripotentes que poco a poco se van especializando en cualquier tipo celular.
A medida que nos hacemos adultos aún conservamos algunas que permiten la regeneración de tejidos dañados.
Concretamente, en cada tejido hay una colonia de células madre que ayudan a regenerar ese mismo tejido cuando es necesario.
Son lo que se conoce como células madre unipotentes, porque aun estando sin diferenciar solo hay un tipo de célula en la que podrán diferenciarse.
También se han encontrado en el cordón umbilical de los recién nacidos y la grasa y la sangre periférica de las personas adultas algunas células madre, conocidas como mesenquimales, que pueden derivar en varios tipos celulares.
Pero, en general, las células madre pluripotentes para investigación se obtienen de embriones y eso hace que su acceso esté un tanto restringido.
Por eso, un médico japonés, Shinya Yamanaka, ideó un método con el que logró convertir células madre adultas en células madre pluripotentes.
El resultado fue bautizado como células madre de pluripotencia inducida (iPS por sus siglas en inglés) y fue y sigue siendo tan útil en biomedicina que le valió el premio Nobel de fisiología en 2007.
En cierto modo, lo que hacía Yamanaka era rejuvenecer las células.
Por eso, los autores de este nuevo estudio tuvieron claro que para hacer más jóvenes las células de la piel necesitarían usar su método.
El problema es que cuando las células se pasan a estado pluripotente pueden transformarse en cualquier tipo celular.
Eso incluye que podrían perder su propia identidad de células de la piel.
Para evitar este problema, realizaron una serie de modificaciones al procedimiento de Yamanaka, que les permitió rejuvenecer las células, pero no tanto como para devolverlas a su estado sin diferenciar.
Seguían siendo células de la piel ya diferenciadas, pero mucho más jóvenes.
Concretamente, si nos ceñimos a algunos parámetros, 30 años más jóvenes.
Para comprobar si habían logrado rejuvenecer las células de la piel analizaron principalmente dos parámetros.
Por un lado, el reloj epigenético.
La epigenética es la rama de la genética que estudia las modificaciones en la expresión de los genes que no afectan a la secuencia de ADN.
Es decir, se colocan ciertas etiquetas sobre el ADN que hacen que se leen unos genes u otros en unas determinadas circunstancias, pero sin que se altere la composición de ese material genético.
En definitiva, se generan cambios, pero no hay mutaciones implicadas.
Estas etiquetas van variando también con el paso del tiempo, por lo que se pueden usar para medir la edad aproximada de las células.
Los autores del estudio vieron que el reloj epigenético de estas células de la piel había retrocedido el equivalente a unos 30 años.
Y lo mismo había retrocedido con el segundo parámetro que se analizó: el transcriptoma.
Es decir, el conjunto de genes que se estaban leyendo en esas células.
Sabemos que todas las células de un organismo tienen los mismos genes, pero que no todos se leen en todas y en todo momento.
El modo en el que se leen unas u otras también cambia con la edad y puede usarse como indicador de envejecimiento.
Algo concreto de las células de la piel que también puede servir como indicador es la producción de colágeno.
Esta es mayor en las células más jóvenes, de ahí que las pieles de menos edad estén más tersas y sin arrugas.
Vieron que estas comenzaron a producir más colágeno que las que no se habían sometido al tratamiento, por lo que estaba claro que habían logrado rejuvenecerlas.
Estos científicos tienen en mente dar varios pasos ahora que han logrado rejuvenecer las células de la piel.
Por un lado, quieren comprobar si se puede repetir el procedimiento con células de otras partes del cuerpo.
Esto, además, les puede ayudar a estudiar enfermedades concretas.
Por ejemplo, si se trabaja con neuronas podrían analizar el efecto sobre enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer.
Por otro lado, antes de pasar a los ensayos clínicos necesitan asegurarse de que todos los pasos del procedimiento son seguros para los seres humanos.
Fuente: Babraham Institute