Investigadores han creado una “biocomputadora” compuesta de tejido cerebral humano cultivado en laboratorio y circuitos electrónicos que puede realizar tareas que incluyen el reconocimiento de voz.
Los investigadores transformaron haces de células humanas llamadas “organoides” en neuronas y las combinaron con circuitos electrónicos para crear un sistema que denominaron “Brainoware”.
La idea es construir un “puente entre la IA y los organoides“, como dijo el coautor y bioingeniero de la Universidad de Indiana, Feng Guo, y aprovechar la eficiencia y la velocidad a la que el cerebro humano puede procesar información.
“Queríamos plantearnos la cuestión de si podemos aprovechar la red neuronal biológica dentro del organoide cerebral para la informática“, añadió.
En última instancia, la esperanza es que las computadoras biológicas inspiradas en el cerebro realicen tareas en nombre de la IA convencional, y al mismo tiempo brinden a los científicos una nueva y emocionante forma de estudiar el cerebro humano.
En una serie de experimentos, el equipo conectó su minicerebro organoide a una placa formada por miles de electrodos.
Luego enviaron datos en forma de una serie de pulsos eléctricos al organoide y “decodificaron” lo que escupió utilizando un algoritmo de aprendizaje automático.
Usando su sistema, el equipo pudo realizar reconocimiento de voz después de alimentar a Brainoware con 240 grabaciones de ocho personas hablando.
El audio se tradujo primero antes de enviarlo al organoide.
El discurso de cada persona se encontró con una reacción diferente en forma de actividad neuronal por parte del organoide.
Una vez que la IA fue entrenada en estas respuestas, los investigadores descubrieron que Brainowave pudo identificar al hablante original el 78 por ciento de las veces.
Los investigadores también están entusiasmados por descubrir nuevas formas de estudiar el cerebro humano, así como trastornos neurológicos como el Alzheimer, replicando su arquitectura en un laboratorio.
Sin embargo, ampliar sus minicerebros a unos lo suficientemente grandes como para completar tareas más complejas probablemente resulte difícil, ya que cultivar las células es un proceso costoso y laborioso.
Pero no deja de ser un nuevo e intrigante desarrollo en el campo de la biocomputación que podría allanar el camino para las computadoras inspiradas en el cerebro en el futuro.
Fuente: Nature
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