Un hospital de Bristol ha llevado a cabo las primeras pruebas de un nuevo aparato para el tratamiento de estimulación profunda del cerebro (DBS).
Se trata de una una versión en miniatura de los aparatos ya existentes, instrumentos que hoy en día solo son utilizados por el 5% de los enfermos de Parkinson.
El implante ayuda a combatir algunos de los efectos de esta enfermedad, si bien no es capaz de curarla.
Pese a todo, el avance anunciado cuenta con grandes ventajas.
Hasta ahora el DBS requería un implante doble: por una parte, el electrodo, situado en el cerebro, encargado de estimular las zonas afectadas y contrarrestar los impulsos cerebrales involuntarios; por otra una batería de marcapasos, que iba situada en el pecho del paciente.
Los dispositivos iban unidos por cables a lo largo del cuello.
El nuevo implante miniaturiza el sistema y hace que pueda ser “acoplado” en el mismo cráneo del paciente.
Esto tiene una ventaja notable: reduce a la mitad la duración de la cirugía necesaria para implantar el aparato.
El Neurólogo Alan Whone, uno de los encargados del ensayo, aclara que el tratamiento DBS no es necesariamente adecuado para todos los enfermos de Parkinson, sino que está orientado a los más jóvenes, aquellos que puedan sobrellevar mejor la cirugía cerebral y que aún no hayan sufrido pérdidas de memoria.
La enfermedad de Parkinson es una dolencia que afecta de manera progresiva que va más allá del síntoma con el que es frecuentemente asociada, los temblores.
La enfermedad se origina cuando las neuronas encargadas de generar dopamina pierden la capacidad de hacerlo.
La dopamina es un neurotransmisor, una molécula encargada de transmitir información entre las neuronas y está involucrada en procesos muy diversos, entre ellos, nuestra capacidad de movernos.
El Parkinson es por eso una dolencia que afecta principalmente a esta capacidad de movernos, por lo que no solo causa temblores sino también parálisis, y pérdida del equilibrio y la coordinación.
Sin embargo, sus síntomas pueden abarcar también depresión (puesto que la dopamina también tiene una labor muy importante en este contexto), fatiga o problemas para dormir.
Además de la susodicha pérdida de memoria.
Aunque la mayor parte de quienes sufren Parkinson comienzan a sufrir sus síntomas a partir de la edad de 50, alrededor de uno de cada 20 pacientes los empieza a manifestar antes de los 50.
Los neuroestimuladores tienen una larga trayectoria en la lucha contra el Parkinson.
El mecanismo DBS en sí acaba de cumplir 20 años de su aprobación para uso en pacientes de Parkinson.
Se trató en su momento de la culminación de un largo proceso de desarrollo que comienza en los años 70 (o mucho antes, según se mire).
Las vías habituales para el tratamiento de la enfermedad pueden dividirse en tres grupos: terapias de soporte, medicación y los implantes.
Un nuevo e inesperado tratamiento podría unirse a las terapias de soporte: la realidad virtual.
Los expertos buscan atajar esta enfermedad desde distintos frentes y este no es el único avance que se ha presentado recientemente.
Un paso significativo en la lucha para curar esta enfermedad lo dio un equipo en el que estaba representado el CSIC.
La pérdida de las neuronas capaces de generar dopamina se debe al deterioro de sus mitocondrias, la parte de la célula que proporciona su energía.
El trabajo que desarrollaron se basó en la eliminación del gen Ndufs2 en ratones, lo cual desató problemas en los roedores, semejantes a los causados por la enfermedad en humanos.
Uno de los últimos avances lo presentó la Universidad de Arizona:
Convertir células no-neuronales en neuronas capaces de funcionar en el cerebro, generando dopamina y así permitiendo recuperar capacidades afectadas por el Parkinson.
Otro avance reciente fue anunciado por investigadores de la Universidad de Ginebra.
Un estudio semejante al que desarrollaron científicos del CSIC, pero en este caso enfocados en el gen Fer2 en moscas y ratones.
La Universidad de California en Los Angeles también presentó recientemente avances basados en el estudio de proteínas vinculadas con la degradación de las neuronas.
Como las anteriores, esta línea de investigación se encuentra en una fase temprana de desarrollo.
En 2012, el equipo británico que hoy presenta el nuevo aparato trabajó en el desarrollo de tratamientos basados en la proteína GDNF (factor neurotrófico derivado de la glía).
Hoy por hoy esta vía de investigación aún no ha dado sus frutos en el desarrollo de una medicación efectiva contra esta enfermedad, aunque hay expertos que trabajan sobre esta pista.
El debate sobre esta vía está abierto en la comunidad científica.
En la Escuela de Medicina Johns Hopkins, muestran su optimismo, y lo hacen basándose (entre otros motivos) en avances en el estudio de los genes relacionados con la enfermedad y de las terapias DBS.
Señalan también la importancia de los diagnósticos tempranos y cómo los avances hasta ahora han ayudado a los enfermos a vivir más y mejor.
Queda camino por recorrer, pero cabe tener en cuenta que los muchos avances logrados hasta la fecha, aunque no hayan conseguido curarlos, sí han ayudado a millones de pacientes de esta enfermedad.
Fuente: NHS
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