Dimona es una pequeña y remota localidad situada en el desierto del Néguev, Israel, a escasos kilómetros del mar Muerto, pero desde hace unos días destaca en el mapa energético global. Y por méritos propios.
La compañía Brenmiller Energy acaba de inaugurar en su territorio la que reivindica como primera gigafactoría de energía térmica del mundo.
La noticia es relevante tanto por lo que implica para el sector como por lo que puede aportar en la carrera hacia la descarbonización.
Al fin y al cabo aspira a ayudarnos a solucionar uno de los grandes hándicaps de las fuentes renovables: los efectos de sus intermitencias en el suministro.
La compañía reivindica que se trata de la primera “gigafactoría” de su tipo a nivel mundial.
Para verla a pleno funcionamiento, eso sí, tendremos que esperar aún unos cuantos meses.
Aunque sus puertas se abrieron en mayo, Brenmiller calcula que no alcanzará su capacidad máxima hasta finales de 2023.
Su funcionamiento es relativamente sencillo, al menos sobre el papel: el sistema se carga con electricidad generada por fuentes renovables o de la red —cuando su costo es más bajo— y la transforma en calor gracias a calentadores integrados en sus módulos.
Cuando el cliente necesita la energía se recupera mediante un sistema de tuberías por las que fluye el agua y se descarga vapor. En el proceso se alcanzan temperaturas de hasta 750ºC.
El conocido como TES, por sus siglas en inglés, busca conservar energía térmica para aprovecharla cuando sea necesaria, pasadas horas, días o incluso meses.
Tal posibilidad resulta interesante sobre todo cuando la energía parte de una fuente renovable como la solar o eólica, marcadas por las fluctuaciones y cuyos niveles de generación y demanda no siempre tienen por qué ir parejos.
Para su propósito, los TES pueden utilizar diferentes recursos: tanques de agua, masas de tierra… Por lo que apuestan desde 2012 en Brenmiller es el almacenamiento de energía térmica en rocas volcánicas trituradas.
“La tecnología de bGen permite emplear recursos renovables, así como calor residual, para calentar rocas trituradas a temperaturas muy altas.
A continuación, pueden almacenar el calor durante minutos, horas o incluso días antes de utilizarlo en procesos industriales y de generación de energía“, detallan desde la compañía israelí.
Cuando en unos meses esté a pleno funcionamiento, la nueva factoría de Dimona permitirá producir hasta 4 GWh anuales de sus módulos.
Porque —como explicaba durante la inauguración de Dimona Avi Brenmiller, fundador y director ejecutivo de la compañía— el almacenamiento de energía térmica puede ayudar en el proceso de descarbonización.
¿Cómo? Haciendo más sencilla la conservación y posterior uso de la energía generada por renovables cuando, por escasez de sol en la fotovoltaica o viento en la eólica, por ejemplo, sean incapaces de satisfacer la demanda.
“bGen es una solución inteligente, escalable y rentable que permite la descarbonización a escala industrial y de servicios mediante la conversión de electricidad renovable en vapor, agua o aire caliente limpios —reivindica la firma—.
Aporta a los fabricantes y centrales eléctricas una fiabilidad crítica, protección frente a la intermitencia de las renovables y fluctuaciones de los precios del mercado energético, además de acceso ininterrumpido al calor eléctrico“.
La “gigafactoría” incorpora una instalación solar fotovoltaica (PV) en la cubierta para sus operaciones.
Fuente: Bren Energy
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