El plástico que se autodestruye es incluso mejor que las opciones biodegradables existentes pues no deja de ser un plástico convencional al que se le incorporan las bacterias capaces de degradarlo.
Una pieza de poliuretano puede tardar 450 años en descomponerse. Lo mismo aproximadamente para el poliuretano termoestable.
Está claro que se deben buscar plásticos biodegradables que solventen este inconveniente tan grave.
El problema es que difícilmente se pueden conseguir esas propiedades del poliuretano que le confieren tantas aplicaciones. Además, muchos no son tan biodegradables como prometen.
Por eso, un equipo internacional de científicos ha diseñado un plástico que se autodestruye cuando ya no lo necesitas.
Se trata precisamente de poliuretano termoestable, pero en su interior contiene esporas bacterianas que se mantienen inactivas durante su vida útil, pero se activan en el momento en el que el plástico se desecha, promoviendo la proliferación de bacterias capaces de degradarlo.
La capacidad de algunas bacterias para degradar el plástico ha sido uno de los grandes descubrimientos de los últimos tiempos.
Lo malo es que no siempre podemos controlar a dónde llegarán los materiales que se desechan.
Por eso, este plástico que se autodestruye soluciona ese problema, llevando sus propios microorganismos incorporados.
De momento solo se ha probado en un entorno de laboratorio, pero sus desarrolladores confían en que pueda llevarse a escala industrial sin grandes dificultades.
Este plástico que se autodestruye es, básicamente, poliuretano termoplástico.
Es el mismo material que el poliuretano, pero con la diferencia de que puede moldearse al someterse a altas temperaturas, sin necesidad de crear enlaces con otros aditivos químicos, como ocurre con el poliuretano tradicional.
Suele utilizarse para confeccionar calzado, piezas de automóviles y fundas para smartphone, entre otros usos.
Pero, sea como sea, coincide con el poliuretano en la dificultad para degradarse una vez que se desecha.
Para la confección del plástico que se autodestruye, los autores del estudio empezaron por elegir la bacteria perfecta para este fin.
Después de estudiar varias especies distintas, se quedaron con Bacillus subtilis por tres motivos principalmente.
En primer lugar, porque su capacidad para degradar el plástico es bien conocida.
Por otro lado, porque sus esporas pueden mantenerse inactivas durante mucho tiempo cuando no tienen la humedad o los nutrientes necesarios para la supervivencia de las bacterias.
Y, finalmente, porque es una bacteria inocua para el ser humano. De hecho, suele formar parte de los alimentos probióticos.
Una vez seleccionada la bacteria, era necesario lidiar con la temperatura.
Las esporas de B. subtilis no resisten demasiado bien el calor y ya hemos visto que el poliuretano termoplástico necesita altas temperaturas para moldearse.
Por eso, se adiestró a las esporas para resistir las altas temperaturas.
Esto se consiguió exponiéndolas poco a poco a temperaturas crecientes.
Cuando ya eran capaces de resistir una temperatura concreta, se calentaba un poco. Así, hasta llegar a los 135 ºC a los que se moldea este material.
Una vez mezclado el poliuretano y las esporas, el plástico que se autodestruye estaba listo, pero había que comprobar si realmente podía degradarse como estaba previsto.
Por eso, se tomaron tiras de dicho material y se colocaron en medios con distintos niveles de nutrientes y humedad, así como la presencia o ausencia de otras bacterias.
Se vio que en condiciones idóneas de nutrientes y humedad, el 90% del plástico se degradaba en solo 5 meses.
Además, no eran necesarias más bacterias. Bastaba con las esporas que el plástico llevaba incorporadas.
De cualquier modo, si había nutrientes y humedad, aun sin ser los niveles perfectos, también se terminaba degradando buena parte del plástico.
Por eso, en cualquier vertedero o medio en el que se deseche el plástico acabaría por empezar a autodestruirse.
Algo curioso de este plástico que se autodestruye es que no solo se degrada cuando se desecha.
También se ha comprobado que las esporas le confieren una mayor fuerza y elasticidad, pues ayudan a estabilizar su estructura.
Son todo ventajas, por lo que estos científicos son muy optimistas con el futuro de su invento.
Fuente: Nature