Es un hecho constatado que el sistema inmunológico envejece a medida que cumplimos años. Es un proceso que los científicos conocen como inmunosenescencia.
Este fenómeno afecta a cómo nuestras defensas responden a las infecciones, a las vacunas y a las enfermedades, desde un simple catarro hasta el cáncer.
A medida que las personas envejecen, el sistema inmunológico experimenta varios cambios que pueden influir en su eficacia como barrera contra virus, bacterias y otros agentes patógenos; en el reconocimiento de lo propio y lo ajeno; en la diversidad de linfocitos T, cruciales en la respuesta defensiva; en la eliminación de células dañinas o defectuosas, como las tumorales; o en la regulación de los procesos inflamatorios.
A pesar de que este declive inmunológico está hasta cierto punto programado en nuestros genes, la medicina ha demostrado que es posible influir positivamente en la función de las defensas a través de determinadas estrategias que orbitan en torno del estilo de vida.
Aunque hay que precisar que el término rejuvenecer puede no ser exactamente técnico o científico en este contexto.
En general, mejorar la función del sistema inmunológico se refiere a optimizar su capacidad para combatir infecciones y enfermedades.
Por ejemplo, a través de una alimentación saludable, rica en frutas, verduras, cereales y proteínas magras que aportan los nutrientes que el sistema inmunológico necesita para funcionar correctamente, como las vitaminas A, C, D, E, y minerales como el zinc y el selenio.
Numerosos estudios también han demostrado que la actividad física moderada mejora la circulación sanguínea y, con ello, la presencia de linfocitos T y células asesinas (NK), un componente importante del sistema inmunitario innato para la defensa del organismo.
Hacer ejercicio de forma habitual también se ha relacionado con una menor inflamación crónica.
Esta situación puede hacer que las propias células inmunitarias ataquen al organismo, la antesala de las enfermedades autoinmunes.
Por su parte, el estrés crónico puede llevar a que el sistema inmunitario se desgaste.
Los niveles altos de cortisol a largo plazo acaban por reducir la cantidad de linfocitos que patrullan por el organismo e interfieren de forma negativa en la comunicación entre las células inmunitarias.
Esto hace que el cuerpo sea más vulnerable a los agentes patógenos y que sea más torpe a la hora de cicatrizar las heridas.
El estrés crónico también se ha asociado con niveles elevados de inflamación en el cuerpo.
La inflamación es una respuesta inmunitaria natural cuya función no es otra que mantener la estabilidad (la homeostasis) del organismo, pero cuando es persistente puede contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas, caso de las dolencias cardíacas, la obesidad, la diabetes, los trastornos autoinmunes y algunos tipos de cáncer.
Técnicas como la meditación, el yoga y la respiración profunda pueden ayudar a reducir los niveles de estrés y ansiedad.
De paso, también resultan beneficiosas para conciliar el sueño. El insomnio y falta de sueño de calidad pueden tener un impacto indeseable en la función inmunológica.
Está demostrado que las noches en blanco después de vacunarse, por ejemplo, contra la hepatitis A reducen la producción de anticuerpos, y un estudio publicado en el Journal of Experimental Medicine apunta a que la privación crónica del sueño dispara la producción de células inmunitarias vinculadas a la inflamación.
Evitar el tabaco y limitar el alcohol, mantener un peso saludable y mantenerse al día con las vacunas recomendadas por las autoridades sanitarias también pueden retrasar la inmunosenescencia asociada al envejecimiento.
Para proteger la función inmunológica, algunos científicos van más allá de la mera prevención, y proponen intervenir en las defensas del organismo para literalmente rejuvenecerlas.
Esto es, hacer que un sistema inmunológico envejecido vuelva a ser joven.
Un equipo de científicos ha logrado rejuvenecer la respuesta inmunitaria en ratones seniles mediante un novedoso tratamiento con anticuerpos.
Recordemos que un anticuerpo, también conocido como inmunoglobulina, es una proteína producida por el sistema inmunológico en respuesta a la presencia en el organismo de antígenos, esto es, agentes extraños, como bacterias, virus y toxinas.
Los anticuerpos, que tienen la capacidad de reconocer y unirse específicamente a los antígenos que desencadenan su producción, son componentes clave del sistema inmunitario adaptativo, que es la parte del sistema inmunológico que se amolda específicamente a cada amenaza.
Los ratones viejos que participaron en la investigación desarrollaron unas defensas más juveniles después de que los científicos redujeran la población de células madre aberrantes presentes en sus organismos.
La técnica reforzó la respuesta de los roedores añosos a las infecciones víricas y redujo los signos de inflamación.
El método rejuvenecedor consiste básicamente en tratar a los ratones viejos con anticuerpos con el objetivo de reducir una población de células madre que dan lugar a otros tipos de células.
Entre ellas se cuentan las que contribuyen a la inflamación.
El exceso de inflamación puede causar estragos en el organismo, y estas células madre proinflamatorias se vuelven dominantes a medida que envejecen los ratones. Lo mismo ocurre en los seres humanos.
De momento, el tratamiento es experimental y, si se demuestra que es eficaz y carece de efectos secundarios perniciosos, pasarán años antes de que pueda probarse en personas.
Aun así, no pocos científicos se muestran optimistas, ya que muchos aspectos de la biología de las células madre que subyacen a la producción de células inmunitarias son similares en ratones y seres humanos.
Durante décadas, los investigadores del grupo de Irv Weissman, en la Universidad de Stanford en California (EE. UU.), autores del avance terapéutico, han seguido el destino de las células madre sanguíneas.
No hay que olvidar que las células madre sanguíneas o hematopoyéticas son un tipo especial de células madre que residen en la médula ósea y tienen la capacidad de producir y reponer todos los tipos de células de la sangre: los glóbulos blancos o leucocitos, los glóbulos rojos o eritrocitos y las plaquetas o trombocitos.
«Nuestro sistema inmunitario se compone de diversos tipos celulares que circulan en la sangre y nos protegen de amenazas externas, como infecciones bacterianas y víricas, o internas, caso de la aparición de tumores, comenta Óscar de la Calle-Martín, médico especialista en Inmunología en el Hospital de Sant Pau de Barcelona y secretario de la Sociedad Española de Inmunología.
Y añade: Las células que forman el sistema inmunitario, células mieloides y células linfoides, se originan principalmente en la médula ósea en un proceso denominado hematopoyesis».
Desafortunadamente, durante el envejecimiento, la hematopoyesis sufre alteraciones, de modo que las células madre hematopoyéticas generan de forma preferente células mieloides, como monocitos, glóbulos rojos y plaquetas, en vez de linfoides, como las células asesinas.
Hace dos décadas, Weissman y sus colegas descubrieron que las poblaciones de células madre hematopoyéticas de los ratones sufren cambios a medida que los roedores se hacen mayores.
En los ratones jóvenes, existe un equilibrio entre dos tipos de células madre sanguíneas, cada una de las cuales alimenta una rama diferente del sistema inmunitario.
Hablamos del llamado brazo adaptativo, que produce anticuerpos y linfocitos T contra agentes patógenos específicos; y el brazo innato, que desencadena respuestas generales a las infecciones, como es la inflamación.
Sin embargo, en los ratones seniles la situación es bien distinta.
Surge un desequilibrio: la balanza se inclina hacia el brazo segundo, esto es, las células inmunitarias innatas proinflamatorias.
«Previamente se sabía que un incremento en el número de células mieloides en pacientes de edad avanzada reduce la supervivencia en un gran número de enfermedades asociadas a la edad», dice De la Calle-Martín.
Los científicos han observado cambios similares en las células madre sanguíneas de las personas mayores, y especulan con que esto podría conducir a una disminución de la capacidad de generar nuevas respuestas por parte de los anticuerpos y las células T.
Esto podría explicar por qué las personas mayores son más propensas a sufrir infecciones graves causadas por agentes patógenos como son los virus de la gripe y el de la covid-19.
También por qué los ancianos responden peor a la vacunación que los jóvenes.
Partiendo de estos datos, Weissman y su equipo se plantearon la siguiente pregunta: ¿el reequilibrio de las poblaciones de células madre sanguíneas podría literalmente rejuvenecer el sistema inmunitario?
Mediante el uso de diversas técnicas de biología molecular, los investigadores identificaron tres proteínas, CD150, CD62p y NEO1, en la membrana del subtipo de células madre hematopoyéticas que inequívocamente las identificaban como responsables del desarrollo de estas alteraciones en la hematopoyesis.
«Una vez identificadas estas células, generaron anticuerpos específicos que les permitieran eliminar de forma selectiva estas células, apunta De la Calle-Martín.
Guiados por el desarrollo de esta herramienta, los investigadores ensayaron el efecto de la administración de una única dosis de estos anticuerpos en ratones geriátricos, cuya edad equivaldría a unos setenta años en un humano».
A continuación, Weissman inoculó estos anticuerpos en ratones seniles, con la esperanza de que el sistema inmunitario destruyera las células madre unidas a los anticuerpos.
Para su sorpresa, la terapia rejuveneció el sistema inmunitario de los ratones tratados.
En palabras de Weissman, reaccionaron mejor a la vacunación y pudieron defenderse mejor de la infección vírica que los ratones viejos que no recibieron el tratamiento.
Los roedores tratados también produjeron niveles más bajos de proteínas asociadas a la inflamación que los compañeros que sirvieron de control.
«Incluso cuatro meses después de la administración del tratamiento, los ratones presentaban un sistema inmunitario rejuvenecido, y desarrollaban una mejor respuesta inmunitaria frente a un virus contra el que habían sido previamente vacunados, comenta De la Calle-Martín.
Y continúa: Si bien estos resultados deben ser validados en humanos, los investigadores determinaron que estas moléculas, identificadas en las células de ratones viejos, también servirían para identificar las células madre hematopoyéticas corruptas en humanos».
En declaraciones a la revista Nature, Weissman afirma que su equipo está trabajando en un método similar para reequilibrar las células madre sanguíneas humanas envejecidas.
Si todo marcha bien, los experimentos en pacientes podrían empezar dentro de tres o cinco años.
«A pesar de la importancia de estos descubrimientos, futuras investigaciones deberán determinar si, además de promover una mejor respuesta inmunitaria, estos hallazgos pueden también extenderse al tratamiento de enfermedades tan prevalentes como la ateroesclerosis, las enfermedades neurodegenerativas, la osteoporosis o el cáncer», concluye De la Calle-Martín en sus últimas declaraciones acerca del reciente descubrimiento sobre cómo rejuvenecer el sistema inmunológico.
Fuente: Risbel
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