Los cambios de temperatura nos rodean constantemente. Grandes o pequeñas, las fluctuaciones térmicas forman parte de nuestro día a día: son, pese a los esfuerzos de los científicos, una enorme fuente de energía sin explotar.
Hasta ahora que un equipo de investigadores del MIT parece haber encontrado la forma de sacarles jugo.
Este sistema podría usarse para alimentar sensores o cacharros “de la nada”.
Han conseguido extraer energía de oscilaciones naturales como las del día a la noche y, solo con eso, podríamos mantener pequeños dispositivos en funcionamiento durante años.
No es la primera que se intenta generar energía a partir de los cambios de temperatura.
Se han utilizado otros métodos, pero ninguno dado resultados satisfactorios.
La clave estaba en aumentar la efusividad térmica.
La efusividad es una combinación entre capacidad para conducir el calor y capacidad para almacenarlo.
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Con una combinación de materiales (que, por cierto, incluye el grafeno) han conseguido el nivel óptimo de efusividad y crear un “resonador térmico”: un dispositivo que captura calor en un lado y lo irradia en el otro.
Mientras ambos lados intentan alcanzar un equilibrio, el dispositivo captura esa energía.
“Básicamente, inventamos este concepto de la nada.
Hemos construido el primer resonador térmico” explicaba Michael Strano, uno de los investigadores.
Este sistema no solo es el más eficiente que hemos encontrado, sino que permite adaptarse a periodos específicos de variación de temperatura.
Es cierto que no se generan grandes cantidades de energía, pero sí las suficientes para mantener en funcionamiento pequeños dispositivos en casi cualquier sitio en el que haya cambios térmicos.
Eso lo convierte en una herramienta muy útil para lugares poco accesibles, pero también en una pieza clave en la exploración planetaria.
Fuente: Xataca