Cada vez es más difícil para los músicos inventar una melodía nueva, no es falta de imaginación, sino falta de notas.
La limitación de notas disponibles hace que las combinaciones más básicas estén ya utilizadas por artistas anteriores y, en consecuencia, que se pueda llevar una demanda por infringir su copyright.
Damien Riehl y Noah Rubin decidieron solucionarlo, crearon todas las combinaciones aún no utilizadas y las hicieron de dominio público para que otros artistas las usaran sin preocuparse de infringir derechos de autor.
El pasado 31 de enero el músico, programador y abogado Damien Riehl apareció en una charla TEDx con un disco duro.
“Todas las melodías posibles están en este disco duro y por lo tanto tenemos el copyright sobre ellas” dijo.
Y bueno, a pesar de que hay unos cuantos “peros”, tiene razón.
Para entender la historia debemos conocer el contexto de la música actual y de cómo funcionan los derechos de la música en general.
Básicamente (sin tener en cuenta los matices de cada caso ni las leyes de cada país), se puede demandar por derechos de autor a alguien si unas ocho notas de la melodía son iguales en las dos canciones.
Parece complicado que dos canciones coincidan, ¿no? Bueno, en realidad no tanto.
La mayoría de canciones actuales utilizan la misma escala y dentro de esa escala todo se reduce a unas cuantas notas.
Por eso muchas canciones populares nos suenan parecidas (en melodía, no en letra).
Es como si redujéramos todo el alfabeto a las letras que van desde ‘g’ hasta ‘n’ y que miles de personas tuviesen que componer palabras sólo con esas letras, tarde o temprano se van a repetir.
Está ocurriendo de hecho.
Dos de los casos más sonados en los últimos años son los del artista Sam Smith y Tom Petty y los de la artista Katy Perry con su canción ‘Dark Horse”.
Los dos primeros llegaron a un acuerdo, pero en el caso de Katy Perry tuvo que pagar 2,8 millones de dólares a un artista de una canción de rap cristiana.
En ambos casos, el juez determinó que se había copiado la melodía usada previamente.
Ambos artistas alegaron que no habían escuchado en su vida las respectivas canciones, no había forma de demostrarlo.
Según Damien Riehl, estas demandas son cada vez más frecuentes porque inevitablemente comenzamos a repetir las melodías disponibles, bien sea accidentalmente, bien sea inconscientemente por haberlas escuchado antes.
Y no hay forma de evitarlo, si alguien ha registrado previamente una melodía, tiene el copyright sobre ella (estamos hablando de las leyes estadounidenses en este caso, aunque es similar en el resto del mundo).
Con millones de minutos de música subiéndose cada año a plataformas como YouTube, Spotify o SoundCloud el caso se agrava aún más.
Defenderse ante los tribunales tampoco es tarea sencilla según Damien Riehl, explica que sólo el proceso le puede costar al acusado cientos de miles de dólares y más lo que tenga que pagar después al denunciante si no consigue demostrar su inocencia.
En muchos casos directamente se llega a un acuerdo o se retira la canción para evitar males mayores.
La solución de Damien Riehl y Noah Rubin ha sido de lo más ingeniosa.
Al tener experiencia además de en música en informática y derecho, decidieron ponerle fin jugando con las mismas reglas que la ley.
Dado que las notas son limitadas en una octava, grabaron todos los combos posibles de 8 notas y 12 tiempos.
Es la cantidad mínima que la ley suele tener en cuenta para determinar que se ha infringido el copyright.
Para grabar estas melodías MIDI siguieron el mismo proceso que se sigue al averiguar contraseñas por fuerza bruta: ir una a una marcando todas las combinaciones.
Tardaron casi una semana empezando con ‘do do do do do do do do’, ‘do do do do do do do re’… hasta ‘do do do do do do do do’ en la siguiente escala. Y eso que iba a 300.000 melodías por segundo.
Las 68,7 mil millones de melodías generadas se han subido a Internet Archive para que cualquiera pueda acceder a ellas, descargarlas y utilizarlas.
Por otro lado, el código utilizado por el algoritmo para generarlas se ha subido a Github y es de libre acceso.
Han querido hacerlo de libre acceso para que otros lo utilicen para generar más melodías en otras escalas, con más combinaciones de notas y teniendo en cuenta más matices.
La condición es que las melodías generadas se lancen con licencia Creative Commons Zero, que básicamente significa no tener ningún derecho reservado sobre ellas.
¿Significa esto que se acabaron las disputas por copyright en el ámbito musical? Desde luego que no.
Hay muchos matices y las leyes difieren en cada lugar.
En cada caso un juez determina si finalmente se copió o no la melodía.
Además de todas las melodías creadas, las ya utilizadas por otros artistas no son de su propiedad.
En cualquier caso, es un experimento de lo más curioso en el que se demuestra que al final la música no es más que matemáticas para un computador.
Los dos músicos/programadores esperan que ahora los artistas puedan crear con algo más de tranquilidad canciones sabiendo que si generan alguna de las melodías ya creadas por el algoritmo, en principio, nadie les podrá demandar.
Fuente: Xataca
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