Esta es la historia de cómo Rolf Erik Eikemo, enfermo de cáncer, le dio un admirable sentido y utilidad a su propia muerte.
Un buen número de personas en este planeta afirma que es capaz de comunicarse con los seres humanos difuntos, es decir, que posee unos poderes extrasensoriales innatos para entablar un diálogo con ellos y transmitirnos sus palabras al resto de los mortales, poderes a los que denominan mediumnidad.
Hay quienes viven de su supuesto don, e incluso algunos se han hecho de oro explotándolo.
Pero Rolf Erik Eikemo, un ciudadano noruego que falleció en mayo de 2015 a causa de un cáncer, pensaba que lo que explotan estas personas no es su don, sino la credulidad de la gente, sobre todo en los momentos en que se encuentran especialmente vulnerables, con la guardia baja, porque acaban de perder a un ser querido.
Siguiendo esta opinión y con el desprendimiento y la valentía de quien ya no tiene nada que perder, aceptó cuando los responsables de un programa de la televisión pública de su país le propusieron retar a los médiums de todo el mundo, poniendo a prueba sus autoproclamados poderes de una forma muy curiosa.
Este programa noruego se llama Folkeopplysningen o Educación pública, y sus propósitos pueden causarnos una sana envidia por lo árido que resulta el panorama televisivo hispanoamericano para el pensamiento crítico y la alfabetización científica, pues el primero acostumbra a cargar contra las supersticiones y las pseudociencias que tanto mal nos ocasionan a todos, aunque sólo sea porque entorpecen y ralentizan el progreso humano.
El reto en cuestión consistía en comprobar si los médiums adivinaban después de su muerte un mensaje que él dejaría escrito en un papel, dentro de un sobre sellado y en custodia de una caja fuerte cerrada a cal y canto, quizá contactando psíquicamente con él o lo que sea que cada uno de ellos asegure llevar a cabo en ocasiones semejantes.
Los que quisiesen aceptar el reto y participar debían enviar un correo electrónico a los responsables del experimento, el psicólogo Jan-Ole Hesselberg y el físico Andreas Wahl, exponiendo lo que creían que decía el mensaje de Eikemo, y el plazo terminaba el 25 de septiembre de este 2016.
Unos afirmaban que era una carta de consuelo para la esposa y los dos hijos pequeños que dejaba atrás, y otros, tópicos sobre aprovechar la vida y decepciones similares, pero ninguno de los 2.000 médiums que lo intentaron se acercaron siquiera a lo que había escrito, que era esto:
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Y nadie había mencionado ni por asomo aviones, guerras o aeropuertos en los correos electrónicos que habían remitido a Hesselberg y Wahl.
El capítulo del programa dedicado al reto de Eikemo se emitió a principios de este mes de octubre, y lo que no sabemos es si estos dos millares de médiums se habrán presentado ya al veterano reto de James Randi con el que podrían ganar un milloncejo de dólares probando en estudios rigurosos la veracidad de sus poderes paranormales pero, dada su pericia y que aún nadie ha ganado ese millón, no debería extrañarnos en absoluto.
Eikemo había explicado en una entrevista lo siguiente:
“La ilusión de que hay vida después de la muerte se usa para aprovecharse de los supervivientes, los seres queridos. Me gustaría demostrar que eso está mal”.
Y lo que nadie puede poner ya en duda es que su triste muerte con cuarenta años ha sido inevitable pero no en vano.
Ojalá más de nosotros pudiésemos hacer que las propias sirviesen de algo cuando nos llegue la hora de estirar la pata; sobre todo si es dando un ejemplo tan osado y extremo de coherencia y honestidad intelectual como el suyo.
Fuente: Hipertextual