Hay numerosos investigadores trabajando para que las endoscopias se conviertan en algo más sencillo y cómodo.
Si todo va bien, en unos años, podría no hacer falta usar grandes cables con sondas ni anestesia general.
El futuro de este procedimiento pasaría porque las sondas se vuelvan meras cápsulas capaces de recoger una cantidad ingente de información.
Existen ya varios prototipos, algunos de los cuales ayudarán a curar algunas de las enfermedades más peliagudas de nuestra época.
Otros comienzan a usarse ya en los puntos más complicados del globo. Bienvenidos a la era de las sondas en píldora.
El pasado febrero, una entrevista con Bill Gates ponía de manifiesto algunos de los avances más interesantes del futuro próximo.
Entre ellos se encontraba una “píldora” especialmente pensada para tratar la disfunción entérica ambiental, o DEE por sus siglas en inglés.
Esta enfermedad es una de las más costosas tanto a nivel de recursos como en cuanto a sus consecuencias.
Y lo peor de todo es que no sabemos muy bien por qué ocurre.
La DEE cursa con inflamación en los intestinos, provocando una malnutrición por culpa de la disfunción del sistema digestivo.
Que Gates hable de esta enfermedad no es casualidad.
Su fundación destina millones de dólares a combatirla en países en vías de desarrollo.
Según explican, la DEE es la razón por la cual millones de personas están malnutridas, tienen problemas en el desarrollo y no alcanzan el bienestar.
¿Y qué tiene que ver la píldora en todo esto?
El sistema más efectivo para tratarla, actualmente, consiste en la monitorización del tracto digestivo para saber cuándo intervenir.
Esto es difícil, y más en los lugares con mayor incidencia, debido a los escasos medios técnicos y sanitarios que hay.
Por ejemplo, para hacer la endoscopia hace falta recurrir a la sedación, a una cámara y un monitor que son molestos cuando no peligrosos.
Pero, ¿y si lo cambiamos por una cápsula?
Esto es justo lo que ha conseguido Guillermo Tearney, tal y como relataba Gates: una cápsula destinada a hacer endoscopias sencillas, menos invasivas y molestas, que permiten al equipo médico monitorizar el estado del intestino sin recurrir a la anestesia ni a la intervención típica de las endoscopias.
Este tipo de endoscopias mediante cápsula usan un dispositivo miniaturizado capaz de enviar las señales de video a través de un pequeño cable, del tamaño de un cordel.
No es igual de cómodo que una cápsula WiFi, pero las pruebas de Tearney han comprobado que se pueden utilizar casi sin molestias en adultos, niños y hasta bebés.
En estos últimos es especialmente práctico, porque para poder observar el sistema digestivo en niños pequeños la gran mayoría de veces se requiere anestesia y el uso de un endoscopio nasofarínego, que implica insertar un tubo por la garganta.
Este proceso es muy incómodo, a veces peligroso y bastante caro.
Todo este conjunto lo hace poco apropiado para la observación de la enfermedad en los puntos donde más prevalencia tiene, por supuesto.
Sin embargo, una píldora endoscópica, como la del investigador que mencionábamos, le pone solución a todos estos problemas: es más cómoda, más efectiva y más barata; porque es más sencilla de transportar, limpiar, reutilizar y mantener.
Las cápsulas de Tearney sirven para investigar la EED y mantener a la población más sana.
Pero también tienen otras aplicaciones, como es la de diagnosticar el “esófago de Barrett”, un precursor del cáncer de esófago.
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Son capaces de alcanzar una resolución de microscopio, según explicaba el propio Tearney en el congreso donde presentó su ingenio.
Pero no es la única píldora que promete mejorar sustancialmente nuestra salud en un futuro inmediato.
El diseño del equipo Phil Nandeau es aún más cómodo, pues va con su propia batería y envía los resultados del análisis directamente al móvil.
Al igual que el anterior, tiene la forma de una píldora, algo más grande y de cubierta transparente.
No lleva cable y la información que aporta es distinta.
Su secreto son los biosensores, colonias de bacterias especialmente preparadas que son capaces de alertar de algunos patrones incorrectos: pH, temperatura, presencia de ciertas sustancias…
Estas píldoras sirven como auténticos agentes de control, detectando cosas que solo podrían hacerse mediante una endoscopia, recurriendo de nuevo a una intervención molesta y peligrosa.
Con esta píldora, sin embargo, se puede mantener un flujo constante de datos de manera que lance un mensaje a una aplicación móvil cuando detecte que algo no va bien.
¿Y cómo funciona esta otra píldora?
Los biosensores están compuestos por bacterias diseñadas con ingeniería genética de manera que, si varían ciertos parámetros en el entorno del estómago, estas reaccionan.
Al reaccionar, activan una señal en la microplaca que lleva la píldora. Esta va con su propia microbatería que alimenta la placa.
La membrana de la cápsula es semipermeable para dejar que pasen los contenidos hasta las bacterias y se produzca la reacción que activará la alarma.
Por el momento, estas píldoras sirven, por ejemplo, para detectar la presencia de sangre en el estómago, de manera que puede avisar en caso de una complicación quirúrgica o de la aparición de alguna úlcera.
En 2015, la Food and Drugs Administration, la FDA de Estados Unidos aprobó el uso de la primera píldora digital, la Abilify MyCite.
Esta consiste en un biosensor, la píldora, un parche externo y una aplicación.
El conjunto sirve, básicamente, para monitorizar si alguien se ha tomado su medicación o no.
El sensor envía una señal al parche que, a su vez, envía la información al teléfono.
También sirve para recoger información sobre el descanso y alertar a los responsables médicos de algún problema.
En agosto del año pasado, un sensor del tamaño de una pastilla demostró ser capaz de detectar problemas estomacales.
Esta píldora detecta todo tipo de biomarcadores y demostró ser capaz de hacerlo con una precisión 3.000 veces mayor que los exámenes de aliento que se suelen usar para medir dióxido de carbono e hidrógeno, dos sustancias capaces de indicar que algo va mal en nuestro estómago según su concentración.
Y estos son solo los primeros “sabores” de una decena que está por llegar.
La capacidad de miniaturizar los sistemas, la ingeniería genética y los últimos adelantos en comunicaciones son una combinación perfecta para generar toda una legión de “píldoras inteligentes” capaces de casi todo.
Y parece que solo hemos empezado a explorar todo lo que pueden brindarnos.
Por el momento, ya hemos visto algunas aprobadas y en uso.
Pronto, como la píldora endoscópica de Tearney, comenzarán a usarse más y más.
No es de extrañar que un perfil altamente tecnófilo y filantrópico como el de Bill Gates se haya hecho eco de estos pequeños adelantos, pues parece que gran parte del futuro de la salud descansará en la palma de una mano.
Fuente: Xataca
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