El olor a anciano no tiene nada que ver con la higiene ni con los perfumes que se utilizan. Es algo mucho más biológico, que además varía de unas personas a otras.
Esta es la conclusión de las investigaciones realizadas por muchos científicos en los últimos años.
Hay quien piensa que el hecho de que las personas mayores tengan un olor distinto, ligeramente desagradable, es una cuestión de prejuicios, pero hay una explicación científica para ello.
La clave está en el 2-nonenal, una sustancia que se genera por la oxidación de los ácidos grasos de la barrera lipídica de las células.
El tema se está comentando mucho en redes sociales, después de que una radióloga, la doctora Ena Mondragón, lo explicara en su cuenta de TikTok.
Según relata la médica, esto empieza a ocurrir a partir de los 30 años, pero se va intensificando con el paso del tiempo.
Puede parecernos desagradable, pero no deberíamos criticarlo, pues todos acabaremos oliendo así.
Al menos, es lo mejor que nos puede pasar. Eso sí, en cada persona el olor a anciano es distinto, básicamente porque no hay dos personas que huelan igual.
En 1976, un científico de la entonces Unión Soviética, Abram Ilich Winberg, fundó el que posiblemente fuese el primer laboratorio de odorología del mundo.
Allí trabajaban expertos de distintas disciplinas, relacionadas de un modo u otro con el olor.
Aprendieron las mejores técnicas para extraer los olores de una escena del crimen y utilizarlos para identificar posibles sospechosos.
También trabajaron en el adiestramiento de perros para la detección de este tipo de olores.
Aquellos científicos observaron que cada ser humano tiene su propia huella de olor.
Esta se debe a un conjunto de sustancias químicas volátiles, excretadas en el sudor y durante la respiración.
Generalmente son el resultado del metabolismo de las bacterias que viven en su organismo, sobre todo en la piel.
Por lo tanto, la población bacteriana es determinante, pero también la alimentación, el entorno o los medicamentos que consume esa persona.
Cada uno de estos factores aportará un sustrato diferente a las bacterias, por lo que los productos que se generan son únicos. La genética también es esencial.
Por eso, podríamos concluir que los gemelos idénticos compartirán su huella de olor. No obstante, si se desarrollan en ambientes ligeramente diferentes, su olor puede variar muchísimo.
En el caso de las huellas dactilares, aunque hasta hace poco se pensaba que eran únicas, se demostró que no lo son tanto.
Pueden variar de un dedo a otro de la misma persona e incluso ser muy similares en personas distintas.
Por eso, la huella de olor puede ser un factor mucho más importante a la hora de identificar a una persona.
Y si cada persona tiene su propio aroma, el olor a anciano de cada individuo será distinto a medida que se hace mayor.
El factor común es que, por lo general, es un olor algo rancio, como el aceite en mal estado. Dado que se produce por la oxidación de lípidos, es una buena comparativa, pero veamos a qué se debe.
La oxidación celular es un proceso totalmente normal en nuestro organismo.
Se produce cuando, por ciertos motivos, un átomo pierde un electrón de su última capa y, para recuperarlo, lo roba a cualquier molécula cercana.
Esa molécula, por ejemplo, puede ser una de las que componen el ADN, por lo que la pérdida del electrón sería perjudicial.
Por eso, nuestras propias células producen sustancias antioxidantes que compensan el efecto de la oxidación.
El problema es que hay factores por los que la oxidación es demasiado frecuente, de manera que los antioxidantes no dan abasto.
Ocurre, por ejemplo, por hábitos como el consumo de alcohol, el tabaquismo o la exposición solar sin protección.
Además, a medida que nos hacemos mayores la oxidación es mayor y se producen menos antioxidantes. La oxidación, por lo tanto, es un claro marcador de envejecimiento celular.
La pérdida de antioxidantes empieza a darse a partir de los 30 años. En ese punto, también producimos más lípidos.
Por lo tanto, hay más lípidos que oxidar y menos antioxidantes para evitarlo. Eso supone una mayor liberación de 2-nonenal, responsable del olor a anciano.
Este olor, por lo general, no será evidente a los 30 años, pero con el paso del tiempo sí que puede detectarse con más facilidad.
Esto, por lo tanto, no tiene nada que ver con la higiene. Además, los perfumes no lo tapan por completo, de manera que llega un momento en el que es inevitable que esté presente.
Pero, como ya hemos visto, es una señal de que nos hacemos mayores y, siempre que sea con buena salud, envejecer no deja de ser un regalo.
El olor es lo de menos; pero, de todos modos, no descartemos que en el futuro la ciencia encuentre el mejor perfume para enmascararlo.
Fuente: Hipertextual
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