Cada día realizamos decenas de acciones que se quedan registradas en la red.
Todo lo que compramos, qué lugares frecuentamos, quienes son nuestros amigos, cómo interactuamos con ellos, cuánto tiempo pasamos viendo series en streaming o jugando a videojuegos o las facturas que pagamos.
Gigantes tecnológicos como Facebook, Google o Amazon y las decenas de aplicaciones que tenemos instaladas en el móvil recopilan cada paso que damos.
Pero, ¿y si usaran toda esa información sobre nuestros comportamientos para calificarnos y determinar si somos ciudadanos de confianza?
¿Y si nos dieran recompensas o castigos con base en nuestra puntuación?
Pese a que la idea puede recordar a ficciones como la serie Black Mirror o el libro 1984 de George Orwell, esto es lo que ocurre en algunos lugares de China.
El sistema de crédito social es un instrumento que utiliza el big data para calificar el civismo de los usuarios y empresas y la confianza que merecen.
Se trata de una especie de carnet por puntos que los ciudadanos ganan o pierden en función de si cumplen las normas establecidas y de su comportamiento en la sociedad.
“El objetivo principal estriba en vigilar los potenciales riesgos de desestabilidad social”, explica David Doncel, director del máster de Asia Oriental de la Universidad de Salamanca.
Para establecer el crédito social de cada persona se tienen en cuenta aspectos como los antecedentes penales, el comportamiento en las redes sociales o las compras en línea.
Los ciudadanos chinos pueden ser penalizados y perder puntos, por ejemplo, al no pagar deudas, contaminar o deslegitimar al Gobierno.
El profesor de la USAL explica que este sistema pretende “extender la confianza a lo largo de toda la nación y crear una cultura de la sinceridad”:
“La particularidad cultural que alberga el concepto de crédito es que no sólo hace referencia al perfil financiero del individuo, sino aborda también su sinceridad, honestidad e integridad como ciudadano”.
Dependiendo de la puntuación, los ciudadanos “obtienen beneficios o castigos”:
“Por ejemplo, pueden conseguir acceso a préstamos o a servicios públicos como la educación o privilegios para viajar”.
O al contrario, se les puede castigar con velocidades de internet más lentas, acceso restringido a restaurantes o impidiendo que puedan viajar al extranjero.
De hecho, desde el pasado 1 de mayo, las personas con bajo crédito social tienen prohibido adquirir billetes de tren y de avión durante al menos un año incluso si necesitan salir del país por alguna emergencia o razones laborales
¿Cuándo estará el sistema de crédito social implantado en todo el país?
El Gobierno chino anunció la intención de crear este sistema en 2014 y pretende implantarlo en todo el país en 2020.
La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma y la Asociación China de Industrias de la Información son las encargadas de implementar el proyecto, según explica el director del Observatorio de la Política China, Xulio Ríos.
“Su primera batalla es lograr que los registros se hagan con nombre real en todos los ámbitos, ya sea en Internet, en servicios públicos de todo tipo o en la apertura de cuentas financieras”, afirma Ríos, que acaba de publicar el libro La China de Xi Jinping.
Ya se han puesto en marcha algunos proyectos tanto desde instituciones públicas como desde empresas tecnológicas privadas a las que el presidente Xi Jinping ha autorizado realizar pruebas piloto.
Doncel pone como ejemplo el caso de un sistema lanzado en Suining, una ciudad en la provincia de Sichuan, en el centro de China, que se llama Mass credit.
Cualquier ciudadano, según explica Doncel, suele comenzar con 1.000 puntos y pierde 50 puntos si le multan por conducir bajo los efectos del alcohol o por vender productos falsificados.
Al contrario, puede ganar 35 puntos si cumple las leyes de planificación familiar.
Este es solo uno de los proyectos que ya funcionan en China.
Empresas como Alibaba o Tencent utilizan el sistema de crédito social para evaluar la confianza comercial que pueden tener en los ciudadanos.
Por ejemplo, Miranda Zhao, una estudiante china, de 24 años que cursa un máster en Derecho en Beijing.
Esta joven es usuaria del sistema lanzado por Alibaba: el Zhima credit.
El gigante chino del comercio en línea, además de controlar Taobao, la página más grande de compras en internet, es propietaria de la aplicación Zhifubao, que permite comprar entradas de cine, billetes de tren o avión, pagar la factura del agua, solicitar un taxi o pedir comida a domicilio.
“Tiene todos los datos de nuestras costumbres de consumo y con ellos calcula nuestro crédito social”, afirma Zhao.
Después cada ciudadano, dependiendo de la puntuación que obtenga, puede tener ciertos privilegios:
“A mí me prestan 500 euros al mes para gastar y puedo devolverlos el siguiente mes, pero tengo una amiga que solo puede sacar 300.
Además, puedo alquilar bicicletas sin pagar ningún tipo de fianza”.
Zhao considera que este sistema “puede ayudar a mejorar la sociedad y a evitar los engaños y fraudes porque penaliza a quienes no devuelven el dinero o tienen mal comportamiento en sitios públicos”.
Pese a que este sistema pretende “promover la educación cívica”, Doncel reconoce que existe un riesgo de que los ciudadanos estén demasiado controlados por el Gobierno.
“La idea de que la acción social sea monitoreada y controlada por algoritmos matemáticos muestra una imagen de ausencia de espontaneidad del comportamiento”, explica.
Uno de los eslóganes del sistema de crédito social afirma que “si rompes la confianza en algún lugar, sufrirás restricciones allá donde vayas”.
¿Funcionaría el sistema fuera de China?
Los expertos consultados coinciden en que este proyecto, tal y como se encuentra concebido en China, no sería aplicable en otros países como España.
“Provocaría un amplio rechazo ciudadano y podría atentar contra varias normas en vigor de protección de datos y de la privacidad”, afirma Ríos.
Pero señalan que en España algunos modelos guardan cierta similitud con el sistema chino.
Por ejemplo, la tarjeta del supermercado que le permite obtener puntos si es un cliente fiel o los puntos del carnet de carro.
Doncel explica que en el sistema chino la frontera que establece hasta dónde puede llegar el estado a evaluar la actividad individual es mucho más difusa que en occidente:
“En España, la esfera individual privada se encuentra mejor delimitada y cubierta por derechos individuales frente a la acción del estado que en China”.
Pese a que el sistema puede parecer bastante novedoso, Doncel asegura que los principios que lo sustentan están arraigados en el pensamiento social chino desde hace mucho tiempo.
“La novedad ahora estriba en las nuevas tecnologías y en que China está en camino de desarrollar un sistema de gestión ciudadana asentado en el big data”, afirma.
La tradición política china se basa en el principio de que la armonía y la paz social solo se alcanza si todos se los ciudadanos se comportan de un modo apropiado:
“El sistema de crédito es una solución del siglo XXI a una filosofía política milenaria”.
Fuente: Xataca
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