Investigadores han creado el termómetro más pequeño del mundo a partir de ADN, y que podría ser utilizado para medir la temperatura, incluso dentro de células vivas.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Montreal ha desarrollado diminutos sensores moleculares basados en la forma en que el ARN, una molécula de cadena larga similar al ADN, se pliega y se despliega en función de la temperatura local.
Debido a la estructura única de ADN, el equipo ha sido capaz de personalizar cuidadosamente el diseño de un termómetro basado en el mismo concepto.
El ADN se construye de cuatro bases: adenina (A), timina (T), guanina (G) y citosina (C).
Cada uno de ellas aparecen a lo largo de la larga cadena de la molécula de ADN, por lo general codifican información, pero la estructura que crean también puede ser útil, ya que cada base se enlaza más o menos fuertemente a otras.
“El Nucleótido A se une débilmente al nucleótido T, mientras el nucleótido C se une fuertemente al nucleótido G,” explica David Gareau, uno de los investigadores.
Mediante la colocación de las bases en el orden correcto, el equipo fue capaz de desarrollar lentamente hebras de ADN que se pliegan y despliegan de manera particular a temperaturas específicas.
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Pueden sintonizar los dispositivos de ADN para tener “una respuesta ultrasensible precisa sobre un intervalo de temperatura deseado, pequeño (± 0,03 grados Fahrenheit) o una respuesta lineal extendida sobre un amplio rango de temperaturas (por ejemplo, de 25 a 90 grados centígrados).
Estas diminutas sondas de temperatura podrían usarse para entender con mayor precisión lo que sucede en el interior del cuerpo humano.
“Sabemos que la temperatura en el interior del cuerpo humano se mantiene a 37 grados centígrados”, explica el profesor Vallée-Bélisle, otro de los investigadores.
“Pero no tenemos ni idea de si hay una variación de temperaturas en la nanoescala dentro de cada célula individual.”
Fuente: Gizmodo