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Encuentran el ‘interruptor’ para ‘apagar’ el olor corporal

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El olor corporal es un “daño colateral” generado por las bacterias beneficiosas de la microbiota de la piel.

Acabar con ellas no es la solución. ¿Cómo podemos evitarlo entonces?

No todos los microorganismos son virus causantes de pandemias o bacterias resistentes a antibióticos.

También hay algunos sin los cuales no podríamos vivir.

Son los que componen nuestra microbiota, ese conjunto de microbios presentes en partes de nuestro cuerpo como el sistema digestivo, los genitales o la piel, que trabajan para protegernos de los que sí son patógenos, a la vez que nos ayudan a realizar algunas de nuestras funciones básicas, por el único precio de proporcionales un sustento y un lugar en el que vivir.

Todo sería maravilloso, si no fuera porque hasta la relación más positiva puede suponer algún que otro “daño colateral”. Es el caso, por ejemplo, del olor corporal.

Algunas de las bacterias que viven en nuestra piel desprenden un “aroma” que le fue muy beneficioso a nuestros antepasados, pero que a nosotros en la actualidad nos puede acarrear más de un mal rato cuando aparece en el lugar menos esperado.

Esto no ocurre por igual en todas las personas.

Para algunas es fácil de controlar, mientras que para otras una ducha no suele ser suficiente para mantenerlo alejado.

Ante estos casos, las soluciones de las que disponemos pasan por el uso de antitranspirantes o productos que afectan a esa microbiota que tanto bien nos hace.

Por eso es tan importante el reciente hallazgo de un equipo de científicos de la Universidad de York, que acaba de dar con el “interruptor” de encendido del olor corporal.

El metabolismo se define como el conjunto de reacciones químicas necesarias para que las células de un organismo puedan llevar a cabo sus reacciones básicas.

Se trata de procedimientos que tienen lugar paso a paso, unas veces con un solo camino y otras con varias vías diferentes.

Sea cual sea la que se tome, por lo general, en todas ellas para pasar de un punto a otro es necesaria una enzima concreta.

Estas son proteínas que actúan acelerando el proceso; de modo que, si se inhiben, este se detiene.

Así, una ruta metabólica puede verse como una carrera de relevos, donde el segundo participante no podrá empezar a correr si no recibe la palmada del anterior. Esta palmada sería la enzima.

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Si no se da, ese punto de la reacción se detiene.

A veces, de la ruta básica manan otras pequeñas rutas, que dan lugar a productos secundarios, como las afluentes de un río.

Y es lo que ocurre precisamente con el olor corporal.

Es el resultado de algunas emisiones generadas mientras que las bacterias de la piel llevan a cabo su metabolismo.

Sabiendo esto, el objetivo de estos científicos era dar con la palmada que activa esas emisiones, para detenerla antes de que sean demasiadas.

El primer paso de estos científicos fue detectar cuáles de las muchas bacterias que habitan en nuestro cuerpo son las responsables del olor corporal.

Determinaron que se trataba de algunas cepas de Staphylococcus, especialmente Staphylococcus hominis, un microorganismo inofensivo que habita en la piel de muchos animales, incluyendo a los humanos.

Además, ya se encontraban en otros homínidos muy anteriores al Homo sapiens.

Se encontraron grandes concentraciones en las axilas y otros lugares especialmente olorosos.

Entre las rutas metabólicas que estas bacterias llevan a cabo para su propia supervivencia, tiene lugar un paso en el que se generan tioalcoholes, responsables de ese aroma desagradable.

Una vez llegados a este punto, los investigadores tenían que determinar cuál era la enzima que desencadenaba este paso “afluente”.

El peor trabajo del mundo?

Finalmente descubrieron que se trataba de la cisteína-tiol liasa.

Por ahora el estudio finaliza aquí.

No obstante, es un hallazgo importante de cara al futuro desarrollo de productos que inhiban esta enzima, evitando la “palmada” que desencadena el olor corporal.

Además, al actuar directamente sobre este paso, que no es indispensable para la supervivencia de las bacterias, no se afectaría a la microbiota, que tantos beneficios nos aporta.

Fuente: Hipertextual

Editor PDM

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