Nuevos diseños de baterías de litio juegan con la temperatura para hacer la “carga rápida” algo generalizado.
Que las baterías de iones de litio han revolucionado el mundo, lo saben hasta en Suecia.
Sin embargo, a veces parece que solo hemos conseguido rascar la superficie de una tecnología que puede darnos mucho más.
Con el boom del auto eléctrico a la vuelta de la esquina, los investigadores trabajan a contrarreloj para encontrar soluciones que permitan que el cambio del motor de explosión a las nuevas formas de movilidad se haga con la menor fricción posible.
Y ahí hay una piedra en el camino: la carga rápida.
Las baterías de litio convencionales se cargan y descargan a la misma temperatura.
Es más, si nos centramos en la ‘carga rápida’, el rango de temperaturas se vuelve mucho más estrecho. Esto es así por buenos motivos.
Si se cargan rápidamente a temperaturas ambiente inferiores a 10 grados, este tipo de baterías se degradan.
El comportamiento de los iones de litio cambia y acaban apilados en la superficie de los ánodos de carbono generando un revestimiento que reduce la capacidad de la celda.
Por otro lado, cargar las baterías en caliente mejora su eficiencia y se cargan más rápido, pero la evidencia nos dice que someter a las baterías a largos periodos de calor también acaba por degradarlas.
Los investigadores de PennState y el Departamento de Energía de EEUU se preguntaron si había alguna forma de combinar ambos mundos.
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Y de paso, “demostramos que podemos cargar un vehículo eléctrico en diez minutos para un rango de 300 y 500 kilómetros”, explicaba Chao-Yang Wang, director del Electrochemical Engine Center de la Penn State.
“Y podemos hacer esto manteniendo 2.500 ciclos de carga, o el equivalente a medio millón de millas de viaje”.
Esto parece una locura.
“Llevar esta batería al extremo de 60 grados Celsius está prohibido en el mundo de las baterías.
Es demasiado alto y se considera un peligro para los materiales y acortaría drásticamente la duración de la batería”, explicaba.
Lo importante era, pues, encontrar un diseño de batería que permitiera hacer esas dos cosas lo suficientemente rápido.
En su modelo, publicado en Joule, la batería está equipada con una estructura de níquel autocalentable que alcanza la temperatura deseada en menos de treinta segundos.
Más tarde, el sistema de refrigeración integrado en el automóvil ayuda a recuperar una temperatura adecuada para su uso en temperaturas estándar.
En definitiva, solo habría que parar 10 minutos a cargar el carro, que dispondría de 320 kilómetros más de lo normal antes de volver a tener que detenerse y, además, podría repetir el procedimiento al menos 1.700 veces sin necesidad de cambiar la batería.
Suena genial, pero estos investigadores no se conforman con eso, por lo que han anunciado que quieren optimizar aún más el procedimiento, hasta reducir el tiempo de carga a solo 5 minutos.
Fuente: Xataca