Hace un par de años, un equipo de investigadores del Laboratorio de Energía Láser en Brighton en Nueva York, apuntó uno de los láseres más poderosos del mundo hacia una gota de agua.
Acto seguido, “apretaron el gatillo“.
El dispositivo elevó la presión del agua a millones de atmósferas y su temperatura, a miles de grados.
Justo en ese momento, los científicos usaron rayos X para fotografiar el corazón de la gota de agua y ofrecer el primer vistazo al agua en esas condiciones.
Lo que encontraron fue hielo.
Un hielo negro y caliente como el infierno.
Sí, “hielo caliente” porque, por mucho tiempo que pase, el agua sigue siendo algo fascinante que no llegamos a conocer realmente bien.
Más conocido por su nombre técnico, el hielo superiónico es una rarísima forma de hielo que surge en entornos de elevadas temperaturas y condiciones de presión extremas.
O no tan extremas, porque ahora otro grupo de investigadores ha descrito las condiciones para producirlo y los resultados son realmente interesantes porque, según creemos, este hielo tiene un papel central en la configuración de los campos magnéticos planetarios de los gigantes gaseosos.
La pregunta ahora es si estamos a punto de dar un paso sustancial en el futuro de la geoingeniería.
El grupo de la Universidad de Chicago creó una “jaula” de diamante para someter el agua a una alta presión y, posteriormente, utilizar un láser para calentarla hasta conseguir el hielo superiónico.
El resultado fue el esperado: “Una red de oxígeno sólido en un océano de hidrógeno flotante“.
El reto era entenderlo. Al fin y al cabo, hablamos de un “nuevo estado de la materia actúa como un nuevo material“.
Y lo más llamativo para los investigadores fue que hicieron falta condiciones menos extremas de lo que habían pensado.
Frente a los 50 megapascales que esperaban necesitar, el hielo superiónico apareció con menos de la mitad; con 20 megapascales.
Esa presión es también menos de la mitad de la que tiene que desarrollar un cohete al despegar.
Es una sorpresa, pues; pero una sorpresa interesante.
Esto es lo interesante.
El campo magnético de la Tierra (un elemento básico para permitir la vida en el planeta) se origina por el movimiento interior del hierro líquido en su núcleo.
Eso no es lo que vemos en los grandes planetas gaseosos como Urano y Neptuno.
Mientras el nuestro es simétrico con respecto al eje de rotación; en los gigantes los campos aparecen descentrados y erráticos.
Hasta ahora se sospechaba que el hielo superiónico tenía mucho que ver en eso.
Sin embargo, nuestro conocimiento de este estado del agua era muy limitado y no dejaba de ser un modelo teórico.
Ahora se abre el campo de investigación y en los próximos años vamos a poder saber mucho más de todo esto.
Sobre esto y sobre cómo funcionan en el mundo real los campos magnéticos a nivel planetario: algo que vamos a necesitar si queremos ver Marte florecer.
Fuente: Nature Physics
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