Las campanas de la Iglesia de San Pablo, en Fürth, sonaban por primera vez en 1899.
Desde entonces, y salvo durante la II Guerra Mundial, esas campanas no han parado de sonar en esta iglesia y las misas no han parado de celebrarse.
Sin embargo, la que se ofició hace unos días era muy distinta a todas las demás. El sermón había sido creado por ChatGPT.
Esta misa se ofició mediante una pantalla gigante encima del altar en la que aparecieron varios avatares de personas que iban dando la misa.
Se trataba de un experimento para generar con ChatGPT una misa luterana.
El servicio de 40 minutos, que incluyó el sermón, las oraciones y la música, fue creado por Jonas Simmerlein, un joven teólogo y filósofo de la Universidad de Viena.
El creador de la misa afirma que aunque él concibió el servicio, “el 98% proviene de la máquina.
Le dije a la IA ‘estamos en el congreso eclesiástico, eres un sacerdote… cómo debería ser la misa?’“.
Simmerlein indicó además que se incluyeran salmos y oraciones, además de una bendición final.
“Acabas con una misa de bastante buena calidad”.
Esta misa fue parte de un evento bianual que se celebró hace unos días en las ciudades bávaras de Nuremberg y Fürth.
En esta convención, la llamada Deutscher Evangelischer Kirchentag, miles de creyentes se reúnen para rezar, cantar y debatir sobre su fe y temas de gran calado como el calentamiento global, la guerra de Ucrania o, en este caso, la inteligencia artificial.
Citan las palabras y opinión de dos de los asistentes Heiderose Schmidt, una mujer de 54 años que trabaja en el campo de la informática, tenía curiosidad, pero “no había corazón y alma. Los avatares no mostraron emociones, no tenían lenguaje corporal y hablaban tan rápido y monótonamente que fue muy difícil para mí concentrarme en lo que decían“.
Marc Jansen, un sacerdote luterano de 31 años que reside en Troisdorf, explicaba que “imaginaba que sería peor, pero me sorprendió gratamente lo bien que funcionó”.
Anna Puzio, investigadora de ética tecnológica en la Universidad de Twente en Holanda, asistió también a la misa.
Para ella hay grandes oportunidades para la IA en este campo, y podría por ejemplo ser usadas para misas más inclusivas.
Aún así también ve riesgos: “el reto que veo es que la IA se parece mucho a las [misas] humanas y eso podría resultar engañoso”.
Además, advertía, no tenemos solo una opinión cristiana, y eso es lo que la IA debe tener también en cuenta.
Simmerlein ve la IA como una ayuda en su trabajo diario con las congregaciones: si los sacerdotes a menudo usan la literatura para crear sus sermones, usar la IA no debería ser tan extraño.
Aún así hay problemas evidentes: no hubo interacción entre los creyentes y el chatbot, que era incapaz de reaccionar a los asistentes a la misa, algo que el sacerdote sí hubiera hecho habitualmente.
“El sacerdote está en la congregación, vive en ella, entierra a la gente, les conoce desde el principio“, concluía Simmerlein.
“La IA no puede hacer eso. No conoce a la congregación”.
Fuente: The Washington Post
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