Científicos han creado una impresora 4D para materiales inteligentes con propiedades magnéticas y electromecánicas.
Estos científicos, de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) en España, han creado el software y el hardware de dicha impresora 4D, la cual tendrá aplicaciones en el ámbito biomédico.
Además de imprimir en 3D, esta máquina permite controlar una función extra: la programación de la respuesta del material para que pueda cambiar su forma cuando se aplica un campo magnético o para cambiar sus propiedades eléctricas cuando se deforma.
Esto abre la puerta al diseño de robots blandos o sensores y sustratos inteligentes que transmitan señales a diferentes sistemas celulares, entre otras aplicaciones.
Esta línea de investigación se centra en el desarrollo de estructuras multifuncionales blandas, compuestas por materiales con propiedades mecánicas que se mimetizan con tejidos biológicos, incluyendo desde la piel hasta el cerebro.
Hasta el momento, este equipo de investigadores había realizado diversos avances en el diseño y fabricación de estos materiales, pero se encontraban muy limitados en cuanto a la forma y programación de respuestas inteligentes de los mismos.
Lo que han logrado en su último estudio les ha permitido abrir nuevas posibilidades mediante el desarrollo de una nueva metodología de impresión 4D.
“Esta tecnología nos permite no solo controlar la forma en la que imprimimos las estructuras en tres dimensiones, sino que también nos permite dotarla de la capacidad de cambiar sus propiedades o geometría frente a la actuación de campos magnéticos externos, o modificando sus propiedades eléctricas al deformarse”, explica uno de los investigadores, Daniel García González, responsable del proyecto ERC 4D-BIOMAP (GA 947723) y profesor del Departamento de Mecánica de Medios Continuos y Teoría de Estructuras de la UC3M.
Este tipo de impresión es compleja dado que el material a imprimir realiza una transición de líquido a sólido durante el proceso de impresión.
Por ello, resulta necesario comprender la dinámica para conseguir adaptar el proceso de impresión, de manera que se obtenga un material lo suficientemente líquido cuando fluye a través de la boquilla de la impresora, pero, a su vez, lo suficientemente sólido para que pueda mantener una forma específica.
Para ello, han desarrollado una metodología interdisciplinar que combina técnicas teóricas y experimentales que les ha permitido construir el dispositivo de impresión desde cero, tanto la parte física del aparato (el hardware) como los programas informáticos que permiten controlarlo (el software).
Los investigadores también han desarrollado un nuevo concepto de material que es capaz de repararse de manera autónoma y sin necesidad de actuación externa.
“Este material consiste en una matriz polimérica blanda donde se incluyen partículas magnéticas con un campo remanente.
A efectos prácticos es como si tuviéramos pequeños imanes distribuidos en el material, de manera que, si este se rompe, al volver a acercar las partes resultantes, estas van a volver a juntarse recuperando su integridad estructural”, indica Daniel García González.
Gracias a estos avances, que han dado lugar a varias patentes registradas, estos científicos han sido capaces de imprimir tres tipos de materiales funcionales: unos que cambian su forma y propiedades frente a campos magnéticos externos; otros con capacidad de reparación autónoma; y otros cuyas propiedades eléctricas (conductividad) varían según su forma o deformación.
Con el primer tipo de material han desarrollado sustratos inteligentes para transmitir fuerzas y señales a sistemas celulares, de manera que puedan influir en procesos biológicos tales como la proliferación o migración celular.
Estos materiales también pueden emplearse para diseñar robots blandos cuya actuación se puede controlar mediante campos magnéticos.
La combinación de materiales con capacidad de reparación autónoma y cuyas propiedades de conducción eléctrica varían con la deformación, abre enormes posibilidades en el desarrollo de sensores.
“Podemos pensar en sensores que unidos a nuestro cuerpo recopilen información sobre nuestro movimiento a partir de las variaciones en la conductividad eléctrica.
Además, la capacidad de reparación autónoma del material permite el diseño de sensores con señales binarias.
Por ejemplo, si hemos tenido una lesión de rodilla y necesitamos limitar la rotación hasta un valor máximo, podemos incorporar una pequeña banda de este material sobre nuestra articulación.
De esta manera, cuando superemos dicha rotación máxima, el material se romperá mostrando un cambio abrupto en sus propiedades eléctricas, proporcionando así una señal de aviso.
Sin embargo, al volver a un estado relajado de la rodilla, la capacidad de reparación del material dará lugar a la recuperación de la señal eléctrica.
De esta manera podemos monitorizar nuestros movimientos y avisar de condiciones de riesgo durante postoperatorios o temporadas de rehabilitación”, señala Daniel García González.
Fuente: Advanced Materials Technologies
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