Por primera vez en la historia, el sistema de IA desarrollado por astrónomos, ha podido hacerlo todo por sí solo; algo que ahorrará mucho tiempo a los científicos.
Una inteligencia artificial acaba de detectar su primera supernova.
No solo la ha detectado sola, la ha confirmado, clasificado y anunciado el descubrimiento de una supernova sin ningún tipo de intervención humana.
El nuevo sistema de IA ha sido bautizado como BTSbot (Bright Transient Survey Bot) y ha sido desarrollado por un equipo internacional de científicos dirigidos por la Universidad Northwestern.
La nueva y poderosa herramienta, que según los científicos podría “agilizar significativamente” grandes estudios de estrellas en explosión en el futuro, ya ha detectado su primera supernova.
El algoritmo de aprendizaje automático de la IA fue entrenado usando más de 1,4 millones de imágenes de casi 16.000 fuentes diferentes antes de sacarlo a escena.
Esas imágenes incluían evidencia pasada de supernovas, galaxias deslumbrantes y estrellas en llamas temporales.
Este sistema automatizado también incluye telescopios robóticos que exploran el cielo nocturno en busca de nuevas supernovas.
“Por primera vez, una serie de robots y algoritmos de inteligencia artificial observaron, luego identificaron y luego se comunicaron con otro telescopio para finalmente confirmar el descubrimiento de una supernova”, explica Adam Miller, líder del equipo en un comunicado de prensa.
El hecho de que una IA sea capaz de hacer todo esto de forma autónoma, no solo va a acelerar el examen y la categorización de posibles nuevas supernovas, sino que también eliminará la posibilidad de errores humanos.
Todo el proceso de detectar primero una posible supernova, luego seguir las observaciones para confirmarla, clasificar su tipo y luego compartir la noticia con la comunidad astronómica, ha sido solo cuestión de días.
El pasado 3 de octubre, el Zwicky Transient Facility (ZTF), un observatorio robótico que toma imágenes automáticamente del cielo nocturno, descubrió una fuente candidata a supernova.
Se llama SN2023tyk y BTSbot lo encontró en los datos del observatorio solo dos días después.
Tras cotejar con otro telescopio robótico el espectro del objeto y analizarlo mediante otro algoritmo, concluyó que se trataba de una supernova tipo Ia.
Es una supernova creada por una enana blanca que le roba tanta masa a una compañera que termina colapsando sobre sí misma y explotando.
Estas explosiones de supernovas pueden ser tan brillantes que eclipsan la luz combinada de todas las estrellas de la galaxia que las rodean.
Sin embargo, gracias a la inmensidad del espacio, incluso este increíble estallido de luz no es garantía de que las supernovas sean fáciles de detectar.
“Por primera vez, una serie de robots y algoritmos de IA observaron, luego identificaron y luego se comunicaron con otro telescopio para finalmente confirmar el descubrimiento de una supernova“, dijo en un comunicado Adam Miller, de la Universidad Northwestern, quien dirigió el trabajo.
“ZTF ha estado funcionando durante los últimos seis años y, durante ese tiempo, otros científicos y yo hemos pasado más de 2.000 horas inspeccionando visualmente candidatos y determinando cuáles observar con espectroscopia“, aclara el astrónomo Christoffer Fremling del Instituto de Tecnología de California (Caltech).
“Añadir BTSbot a nuestro flujo de trabajo eliminará la necesidad de dedicar tiempo a inspeccionar a estos candidatos”.
Los astrónomos responsables de construir BTSbot creen que todo el tiempo extra ahorrado al intentar detectar e identificar supernovas manualmente dará a los científicos humanos más tiempo para analizar sus observaciones y considerar nuevas ideas.
Además, la capacidad de escanear el cielo nocturno en busca de nuevos objetos de manera mucho más eficiente y efectiva podría permitir el descubrimiento de muchas supernovas nuevas.
Normalmente, los científicos trabajan en estrecha colaboración con sistemas robóticos para detectar y analizar supernovas, un proceso intrínsecamente laborioso y que requiere mucho tiempo.
El sistema fue desarrollado por investigadores de la Universidad Northwestern (Estados Unidos), en colaboración con astrónomos de Caltech, la Universidad de Minnesota, la Universidad John Moores de Liverpool y la Universidad de Estocolmo.
Fuente: Northwestern Now
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