Posible detección de la fusión entre dos estrellas de bosones.
Un equipo internacional de científicos, liderado por el Instituto Gallego de Física de Altas Energías (IGFAE) en España y la Universidad de Aveiro en Portugal, muestra que la colisión de agujeros negros más masiva jamás observada, que produjo la onda gravitacional GW190521, podría ser en realidad algo todavía más misterioso: la fusión de dos estrellas de bosones.
Esta sería la primera prueba de la existencia de estos objetos hipotéticos que constituyen uno de los principales candidatos para la identidad de la materia oscura, una forma de materia cuya naturaleza es desconocida y que por masa es incluso mucho más abundante que la materia normal.
Las ondas gravitacionales son olas en el tejido del espacio-tiempo que viajan a la velocidad de la luz y cuya existencia fue predicha por Einstein en 1916 dentro de su teoría General de la Relatividad.
Estas ondas se originan en los eventos más violentos del Universo, llevando consigo la información sobre dicho origen.
Desde 2015, el ser humano puede observar e interpretar ondas gravitacionales gracias a los dos detectores Advanced LIGO (Livingston y Hanford, Estados Unidos) y al detector Virgo (Cascina, Italia).
Hasta ahora, estos detectores han observado alrededor de 50 ondas gravitacionales, originadas durante las fusiones de dos de los entes más misteriosos del universo, agujeros negros y estrellas de neutrones, y que nos han permitido saber más acerca de estos objetos.
Pese a todos los descubrimientos acumulados en sólo 6 años, el potencial real de las ondas gravitacionales va mucho más allá.
En el futuro, podrían permitirnos observar nuevos tipos de objetos celestes y dar pistas sobre problemas fundamentales de la ciencia como, por ejemplo, la naturaleza de la materia oscura.
Esto último, sin embargo, podría haber ocurrido ya.
En septiembre de 2020, las colaboraciones científicas LIGO y Virgo (LVC), anunciaron la onda gravitacional GW190521.
De acuerdo con el análisis realizado, esta señal era compatible con la fusión de dos agujeros negros de 85 y 66 veces la masa del Sol, lo que dio lugar a un agujero negro final de 142 masas solares.
Este último podría incluirse en la familia de los agujeros negros de masa intermedia.
Dichos agujeros negros son considerados una especie de eslabón perdido entre dos familias ya conocidas: los agujeros negros de masa estelar que se forman por el colapso de una estrella y los agujeros negros supermasivos que se esconden en los centros de las galaxias, incluyendo nuestra Vía Láctea.
Pese a su importancia, GW190521 supone también un enorme reto para nuestro entendimiento de cómo viven y mueren las estrellas.
De acuerdo a este, el mayor de los dos agujeros negros fusionados (85 masas solares), no puede ser el resultado del colapso de una estrella, lo que abre un abanico de dudas y posibilidades sobre su origen.
En un estudio publicado en Physical Review Letters, un equipo de científicos liderado por Juan Calderón Bustillo, “La Caixa Junior Leader – Marie Curie Fellow” en el Instituto Gallego de Física de Altas Energías (IGFAE), centro mixto de la Universidad de Santiago de Compostela y la Xunta de Galicia, y Nicolás Sanchis-Gual, investigador postdoctoral en la Universidad de Aveiro y en el Instituto Superior Técnico (Universidad de Lisboa), junto con colaboradores de la Universidad de Valencia, la Monash University (Australia) y la Chinese University of Hong Kong ha propuesto un nuevo origen para la señal GW190521: la fusión de dos objetos exóticos conocidos como estrellas de bosones.
Estas estrellas son objetos hipotéticos que constituyen uno de los principales candidatos para la identidad de lo que conocemos como materia oscura, y que representa aproximadamente el 27% de todo el contenido del universo.
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El equipo comparó GW190521 con simulaciones por computador de fusiones de estrellas de bosones y encontraron que estas explican los datos ligeramente mejor que el análisis realizado por LIGO y Virgo.
El resultado implica que la fuente de dicha señal tendría propiedades distintas a las predichas originalmente.
“Antes que nada, ya no estaríamos hablando de agujeros negros, lo que elimina el problema de encontrarse con un agujero negro prohibido”, apunta Calderón Bustillo.
“Segundo, dado que las fusiones de estrellas de bosones son mucho más débiles, concluimos que ésta se produjo mucho más cerca que lo estimado por LIGO y Virgo, lo que nos da una masa mucho mayor, de unas 250 masas solares para el agujero negro que se forma al final.
Por lo tanto, el hecho de haber observado un agujero negro de masa intermedia continúa siendo cierto, si bien este es ahora mucho más pesado”.
“Las estrellas de bosones son casi tan compactas como los agujeros negros, pero a diferencia de estos, carecen de su famosa superficie de “no-retorno” u “horizonte de sucesos”, explica Sanchis-Gual.
“Cuando se fusionan, forman una estrella hipermasiva que se vuelve inestable y se colapsa conformando un agujero negro.
Este proceso genera una señal idéntica a la que LIGO y Virgo observaron.
Al contrario que las estrellas normales, que están hechas de lo que solemos llamar materia, las estrellas de bosones se compondrían de bosones ultraligeros, que son de los candidatos teóricos más plausibles para la composición de lo que conocemos como materia oscura”.
Para su sorpresa, el equipo se encontró que pese a que sus análisis están diseñados para “preferir” una colisión de agujeros negros, estos indican que la fusión de estrellas de bosones es más probable, si bien de modo no conclusivo.
“Nuestro análisis muestra que ambos escenarios tienen probabilidades similares, si bien el de las estrellas de bosones es ligeramente más probable”, indica José A. Font, de la Universidad de Valencia.
“Esto es muy prometedor, ya que nuestros modelos para estas fusiones son actualmente muy limitados y tienen muchísimo margen de mejora.
El uso de modelos más completos podría revelar una mayor evidencia a favor de las estrellas de bosones y también nos permitiría estudiar más señales de ondas gravitacionales bajo dicha hipótesis”.
Este resultado no solo podría significar la primera observación de estrellas de bosones, sino también la de sus componentes fundamentales, un nuevo tipo de partícula conocido como bosón ultraligero.
Dichos bosones han sido propuestos por muchos científicos como los componentes fundamentales de la materia oscura.
Carlos Herdeiro, de la Universidad de Aveiro, añade que “uno de los resultados más fascinantes es que podemos medir la masa de una hipotética partícula “oscura” y que descartamos con toda probabilidad que esta sea nula, como en el caso del fotón que compone la luz.
Si este resultado es confirmado por futuros análisis de otras ondas gravitacionales, nuestro resultado supondría la primera evidencia observacional del, buscado por décadas, componente fundamental de la materia oscura”.
Fuente: Noticias de la Ciencia