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Las hormigas son mejores resolviendo problemas en grupo que los humanos

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En experimentos con laberintos, las hormigas superan a los humanos en resolución de problemas cuando trabajan en grupo.

Hacen gala de una memoria colectiva y una cooperación estratégica que desafían a la supuesta superioridad cognitiva humana.

Cualquiera que haya lidiado con hormigas en la cocina sabe que estas pequeñas criaturas son increíblemente sociales; es poco común encontrar a una sola caminando por la encimera o escalando una pared.

De manera similar, los seres humanos también somos criaturas sociales, aunque algunos disfruten de la soledad.

Tanto las hormigas como los seres humanos comparten una característica única en el reino natural: ambos colaboran de forma sistemática para transportar cargas que exceden, por mucho, sus propias dimensiones.

El profesor Ofer Feinerman y su equipo del Instituto Weizmann de Ciencias, en Alemania, han aprovechado esta fascinante similitud para llevar a cabo un experimento evolutivo innovador. ¿El desafío?

Determinar quién es mejor a la hora de maniobrar con una carga de gran tamaño a través de un laberinto: ¿las hormigas o nosotros?

Los sorprendentes resultados ofrecen nuevas perspectivas sobre la toma de decisiones grupales y exploran las ventajas y desventajas de la cooperación frente al trabajo individual.

Para poder comparar dos especies tan dispares, el equipo de investigación dirigido por Tabea Dreyer creó una versión real del «problema de los transportistas de piano», un problema computacional clásico de los campos de la planificación del movimiento y la robótica que trata de las posibles formas de mover un objeto de forma inusual, por ejemplo, un piano, de un punto A a un punto B en un entorno complejo E.

En lugar de un piano, los participantes recibieron un gran objeto en forma de T que debían mover a través de un espacio rectangular dividido en tres cámaras conectadas por dos rendijas estrechas.

Los investigadores crearon dos conjuntos de laberintos que solo se diferenciaban en el tamaño, para ajustarlos a las dimensiones de las hormigas y los seres humanos, así como a grupos de distinto tamaño.

Reclutar participantes en el estudio fue más fácil en el caso de los seres humanos, que se ofrecieron voluntarios simplemente porque se les pidió que participaran, y probablemente porque les gustaba la idea de una competición.

Las hormigas, en cambio, están lejos de ser competitivas.

Se unieron porque se las engañó haciéndoles creer que la pesada carga era un jugoso bocado comestible que transportaban al hormiguero.

Las hormigas seleccionadas para competir contra los Homo sapiens en este experimento eran de la especie Paratrechina longicornis, conocidas por sus largas antenas, aunque comúnmente apodadas hormigas locas debido a su peculiar comportamiento errático al moverse.

Esta especie de hormiga negra, de unos 3 mm de longitud, está ampliamente distribuida en todo el mundo. 

El desafío del laberinto se planteó en tres configuraciones para las hormigas: una sola hormiga, un pequeño grupo de aproximadamente siete individuos y un gran grupo de unas ochenta hormigas.

Por su parte, los seres humanos enfrentaron la tarea en condiciones equivalentes: una sola persona, un grupo reducido de seis a nueve participantes y un grupo más amplio de veintiséis.

Para garantizar una comparación significativa, a los grupos humanos se les impusieron restricciones especiales.

En ciertos casos, se les prohibió comunicarse verbalmente o mediante gestos, y se les equipó con máscaras quirúrgicas y gafas de sol para bloquear señales faciales, como la visión de sus bocas y ojos.

Además, se instruyó a los participantes para que sostuvieran la carga exclusivamente por los mangos, diseñados para imitar la forma en que las hormigas manipulan objetos.

Estos mangos incluían medidores que registraban la fuerza de tracción ejercida por cada persona durante las pruebas.

El experimento se repitió numerosas veces para cada configuración, y se recopiló un extenso conjunto de datos.

Los investigadores analizaron los resultados meticulosamente: revisaron los videos, cotejaron los datos avanzados de seguimiento y utilizaron simulaciones por computador, junto con diversos modelos físicos, para obtener conclusiones precisas.

Como era de esperar, las capacidades cognitivas de los humanos les dieron ventaja en el desafío individual, en el que recurrieron a una planificación calculada y estratégica, superando fácilmente a las hormigas.

En el desafío en grupo, sin embargo, el panorama era completamente distinto, sobre todo para los grupos más grandes.

En efecto, no solo los grupos de hormigas actuaron mejor que las hormigas individuales, sino que en algunos casos lo hicieron mejor que los seres humanos.

Los grupos de hormigas actuaban en equipo de forma calculada y estratégica, y mostraban una memoria colectiva que les ayudaba a persistir en una determinada dirección de movimiento y evitar errores repetidos.

Los seres humanos, por el contrario, no conseguían mejorar significativamente su rendimiento cuando actuaban en grupo.

Cuando se restringía la comunicación entre los miembros del equipo para asemejarla a la de las hormigas, su rendimiento incluso descendía en comparación con el que obtenían trabajando en solitario.

Nuestros congéneres tendían a optar por soluciones codiciosas, que parecían atractivas a corto plazo pero no eran beneficiosas a largo plazo, y, según los investigadores, optaban por el mínimo común denominador.

«Una colonia de hormigas es, en esencia, una familia, explica Feinerman.

Y añade:

Todas las hormigas de un nido son hermanas y comparten los mismos intereses.

Es una sociedad estrechamente cohesionada, donde la cooperación supera ampliamente a la competencia.

Por esta razón, a menudo se dice que un hormiguero es un superorganismo, un cuerpo vivo compuesto por múltiples células que trabajan en conjunto».

Los hallazgos respaldan esta perspectiva.

«Hemos demostrado que las hormigas, al actuar en grupo, son más inteligentes; para ellas, el todo es mayor que la suma de las partes.

En cambio, la formación de grupos no amplió las capacidades cognitivas de los seres humanos, sostiene Feinerman.

Y concluye:

La conocida sabiduría de la multitud, tan popular en la era de las redes sociales, no se manifestó en nuestros experimentos».

Fuente: PNAS

 

Editor PDM

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