En una línea de investigación reciente, se ha profundizado en la cuestión de hasta qué punto la melatonina puede ayudar a prevenir la obesidad.
Dos estudios internacionales liderados por la Universidad de Granada (UGR) en España y realizadas por equipos encabezados por Diego Salagre Simón de la UGR, han confirmado que la melatonina ayuda a prevenir la obesidad.
Además, sus efectos son positivos contra la obesidad provocada por la grasa visceral, una grasa especialmente preocupante que se acumula en la parte profunda del abdomen, cerca de órganos vitales, por lo que puede causar problemas de salud graves.
En estas investigaciones, trabajan científicos del Departamento de Farmacología de la UGR, del Instituto de Neurociencias Federico Olóriz de la Universidad de Granada, del Instituto Biosanitario de Granada y de la Universidad de Qatar.
Los experimentos, realizados en ratas obesas y diabéticas adultas de ambos sexos, han revelado que la administración crónica de melatonina (10 mg/kg peso corporal/día y durante 3 meses) previene la obesidad en mayor medida que un tratamiento agudo y reduce la obesidad visceral alrededor de un 3%.
También mejora la atrofia de la fibra muscular causada por la obesidad, la transformación del tipo de fibra muscular en un fenotipo más oxidativo y más lento, y genera un aumento de la actividad y el contenido mitocondrial, lo que explica la reducción de la ganancia de peso tanto en la rata hembra como en el macho.
La combinación de la administración de melatonina con el baño en agua levemente fría, alrededor de 17 grados centígrados, potencia aún más la reducción de peso, según los resultados obtenidos en esta línea de investigación.
Los científicos sugieren que este método puede ayudar a las personas con obesidad.
El catedrático de la UGR Ahmad Agil explica que “cada vez son más frecuentes los problemas de obesidad, sobrepeso y diabetes tipo 2 en los países desarrollados y en los países en desarrollo”.
Esta realidad es consecuencia de una mala adaptación del genoma humano al entorno actual de factores ambientales calóricos, elementos que se pueden modificar y controlar: sedentarismo, consumo de comida y bebida hipercalóricas de acceso constante e ilimitado, aislamiento del frío, manipulación industrial negativa de los alimentos con aditivos como aperitivos, edulcorantes y potenciadores del sabor, y alteración de los ritmos biológicos circadianos por la excesiva y crónica exposición a la luz nocturna: por realizar trabajo nocturnos, ingesta nocturna de alimentos, trastornos del sueño, estrés y falta de exposición a la luz natural, que reduce los niveles endógenos de la melatonina.
Ahmad Agil recomienda elegir las actividades apropiadas en función del reloj biológico interno día y noche de cada persona.
“Durante el día, es bueno exponerse a la luz natural, realizar actividad física adecuada, elegir dietas hipocalóricas cargadas de alimentos no procesados y sustituir estos aditivos por especies y hierbas termogénicas, evitar comer entre horas, no llevar ropa aislante y tener la calefacción con una temperatura llevadera y fresca, en torno a 17 grados centígrados, además de ducharse con agua fresca”.
Durante la noche, el experto aconseja dormir a oscuras, evitar el uso de dispositivos de emisión de luz azul una o dos horas antes de dormir y ayunar, lo que incrementa los niveles endógenos de melatonina.
También aconseja a las personas mayores administrar por prescripción facultativa dosis bajas de melatonina (por tener sus niveles de melatonina endógena reducidos por la edad) y más aún, en caso de obesidad, administrar dosis altas (farmacológicas).
«Nuestro principal reto es la aplicación de la melatonina y de otras estrategias, como el ayuno intermitente, en el campo de la medicina, especialmente para abordar la posibilidad desde una perspectiva de tratamiento de las mencionadas patologías (la diabesidad y sus complicaciones) que implican un aumento del estrés oxidativo-mitocondrial, del daño mitocondrial y de la metainflamación asociada (inflamación de bajo grado de origen metabólico)», señala Agil.
Los resultados de estos trabajos están en la misma línea de los previamente publicados por los mismos investigadores en los últimos 13 años, lo que demuestra que la administración farmacológica de melatonina constituye otra nueva estrategia en el abordaje terapéutico de la diabesidad (obesidad central y su diabetes tipo 2) y sus complicaciones, como la esteatosis hepática, hipertensión, alteración lipídica, etcétera.
Los resultados anteriores también apuntan que esta sustancia frena la obesidad y mejora la función metabólica a través de la activación de la grasa parda y el pardeamiento de la grasa corporal subcutánea.
Incluso, la melatonina promueve la adipogénesis de las células madre mesenquimales beige en los humanos.
De acuerdo con los resultados indicados por los investigadores, la melatonina podría ayudar a tratar la obesidad visceral, lo que establece la necesidad de desarrollar nuevos ensayos clínicos para probar su efectividad en humanos. Ya hay pruebas hechas en personas que arrojan resultados positivos.
“Los esperanzadores indicadores obtenidos en modelos preclínicos invitan a llevar la melatonina a la fase siguiente, con el fin de investigar cómo ayuda al mantenimiento de la homeostasis mitocondrial y, en mayor medida, si la terapia con melatonina permitiría retrasar o detener la obesidad y sus complicaciones, al impulsar su uso farmacológico crónico”, argumenta Agil.
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