En 2014, el equipo de Miguel Nicolelis, de la Universidad de Duke, anunció que una persona parapléjica, equipada con un exoesqueleto controlado con la mente, haría el saque de honor del Mundial del fútbol de Brasil.
Pero el esperado momento pasó sin gloria. Una joven de veinte años, metida en un aparatoso traje que había que transportar en un auto, dio un pequeño empujón al balón en una esquina del estadio. Apenas cinco segundos, que pasaron inadvertidos a la mayoría de las televisiones.
El proyecto de Nicolelis había sido recibido con escepticismo por sus colegas, que se preguntaban si la tecnología interfaz cerebro-computador estaba tan avanzada.
Considerado como un pionero en su campo, Nicolelis ha publicado un nuevo trabajo en la revista «Scientific Reports», en el que asegura haber logrado una interfaz cerebro-máquina inalámbrica (IMC), que permite a un mono controlar los movimientos de una silla de ruedas robótica con el pensamiento.
Y augura que un IMC similar en el futuro puede ayudar a pacientes severamente paralizados.
El dispositivo utiliza señales de cientos de neuronas registradas en dos regiones del cerebro de los monos.
Cuando los animales piensan en moverse hacia su objetivo (un tazón de uvas) el computador traduce su actividad cerebral en tiempo real para hacer funcionar la silla de ruedas.
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«El uso de una silla de ruedas controlada con técnicas no invasivas como un electroencefalograma (EEG) puede no ser suficiente. Con implantes cerebrales tendrán mejor control de la silla de ruedas».
Los científicos iniciaron los experimentos en 2012, implantando cientos de microfilamentos del grosor de un cabello en las regiones premotora y somatosensorial del cerebro de dos macacos rhesus.
Después entrenaron a los animales para mover la silla, registraron la actividad de su cerebro y la tradujeron en comandos para accionar la silla robótica.
Cuando los monos aprendieron a controlar la silla robótica con el pensamiento, aumentó su destreza en la navegación, explica Nicolelis, que se sorprende de «la enorme flexibilidad del cerebro para incorporar las relaciones espaciales de la silla de ruedas con su entorno para poder moverse».
Algo que otros neurocientíficos ya habían comprobado en el caso del uso de prótesis.
Fuente: ABC