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Nuevo estudio revela cómo la música clásica puede combatir la depresión

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Ya sea Bach, Beethoven, Schubert, Vivaldi o Mozart, está ampliamente reconocido entre psicólogos y neurocientíficos que la música clásica afecta, generalmente de forma positiva, a nuestro estado de ánimo.

Científicos chinos afirman haber utilizado mediciones de ondas cerebrales y técnicas de imagen neuronal para demostrar cómo la música clásica occidental provoca sus efectos positivos en el cerebro.

El objetivo del trabajo no era otro que encontrar formas más eficaces de utilizar la música para activar el encéfalo de las personas con trastornos del ánimo, como la depresión, que son resistentes a los tratamientos.

No hay que olvidar que la depresión, considerada uno de los grandes males de las sociedades del siglo XXI, afecta a cerca del 4,4 % de la población mundial y es la principal causa de discapacidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De los 280 millones de personas que hay deprimidas en el mundo, 175 millones padecen un trastorno depresivo mayor (TDM), esto es, sufren síntomas depresivos a diario durante más de dos semanas, como un estado de ánimo melancólico en la mayor parte del día, disminución del interés o placer en todas o casi todas las actividades, reducción o aumento del apetito, insomnio y sentimientos de inutilidad.

Aunque existe un amplio abanico de medicamentos y tratamientos psicológicos efectivos para esta enfermedad, entre el 10 % y el 30% de las personas deprimidas no responden o lo hacen mal a las terapias antidepresivas.

Estos pacientes sufren lo que se llama depresión resistente al tratamiento, también conocida como depresión refractaria.

Cada vez más estudios apuntan que la musicoterapia podría salir en auxilio de estas personas rebeldes a los tratamientos.

De hecho, la musicoterapia ha demostrado ser una herramienta eficaz en el tratamiento de la depresión, ya sea como terapia complementaria junto con otros tratamientos (medicación, psicoterapia, etc.) o, en ciertos casos, como una intervención autónoma.

Por ejemplo, un estudio publicado en 2011 en The British Journal of Psychiatry por Jaakko Erkkilä, de la The Grieg Academy Music Therapy Research Centre (GAMUT), en la Universidad de Bergen (Noruega), ya señala que los pacientes que seguían un tratamiento antidepresivo estándar y que además participaban en sesiones de musicoterapia experimentaban una mejora en los síntomas frente al grupo de voluntarios que solo recibió la terapia estándar.

Y en 2023, una investigación publicada en la revista Translational Psychiatry indicaba que escuchar música hora y media antes de irse a dormir prevenía conductas similares a la depresión y la ansiedad en ratones de laboratorio.

No cabe duda de que hoy la musicoterapia es una disciplina consolidada que emplea la música para ayudar en el tratamiento de diversas condiciones físicas, emocionales y mentales.

Se sabe que la música puede activar áreas del cerebro que están relacionadas con la emoción y la cognición, y esto puede ayudar a contrarrestar los efectos negativos de la depresión sobre las funciones cognitiva y emocional.

Sin duda alguna, la música, y en concreto la música clásica, hace bailar a las neuronas de nuestro cerebro.

De hecho, este tipo de composiciones se han utilizado durante siglos como una herramienta terapéutica debido a sus efectos beneficiosos sobre la mente y el cuerpo.

Las composiciones lentas y armónicas, por ejemplo, pueden inducir un estado de relajación profunda, al reducir los niveles sanguíneos de cortisol, también conocido como la hormona del estrés.

Esto es particularmente útil en personas que sufren de ansiedad o estrés crónico.

A nadie se le escapa que compositores como Bach Mozart, Tchaikovsky y Vivaldi han creado obras que, a través de sus melodías y ritmos, pueden elevar el estado de ánimo y ayudar a combatir la depresión.

Jesús, alegría de los hombres, de Bach, o Las cuatro estaciones, de Vivaldi, son ejemplos que a menudo se utilizan para generar emociones positivas.

La combinación de complejidad, belleza y profundidad emocional que caracteriza a la música clásica la convierte en una herramienta poderosa para abordar la debacle física y mental causada por los estados depresivos.

«Nuestra investigación integra los campos de la neurociencia, la psiquiatría y la neurocirugía, lo que proporciona una base para cualquier investigación dirigida a la interacción entre la música y la emoción, dice el autor principal del nuevo estudio Bomin Sun, director y profesor del Centro de Neurocirugía Funcional de la Universidad Jiao Tong de Shanghái.

Y añade:

En última instancia, esperamos trasladar los resultados de nuestra investigación a la práctica clínica, para desarrollar herramientas y aplicaciones de musicoterapia cómodas y eficaces».

El trabajo de investigación de Sun y sus colegas se centró en trece pacientes con depresión resistente al tratamiento y a los que ya se habían implantado electrodos en el cerebro con el fin de someterlos a una estimulación cerebral profunda o DBS, por sus siglas en inglés.

Recordemos que la DBS es una técnica quirúrgica que se utiliza para tratar diversos trastornos neurológicos y psiquiátricos cuando otros tratamientos menos invasivos no han surtido efecto.

Los electrodos implantados se colocan en un circuito que conecta dos zonas del cerebro anterior.

Una de ellas es el núcleo del lecho de la estría terminal (BNST), una estructura clave de la amígdala cerebral implicada en conductas relacionadas con las recompensas endógenas, la adicción a drogas y el estrés.

La otra zona es el núcleo accumbens (NAc), al que se le atribuye una función importante en el placer incluyendo la risa y la recompensa, así como el miedo, la agresión, la adicción y el efecto placebo.

Tras registrar las lecturas de los electrodos, los investigadores descubrieron que la música genera sus efectos antidepresivos mediante la sincronización de las oscilaciones neuronales entre el córtex auditivo, responsable del procesamiento de la información sensorial, y el circuito de recompensa, encargado del procesamiento de la información emocional.

«El circuito BNST-NAc, a veces denominado amígdala extendida, subraya la estrecha relación que existe entre este circuito y la amígdala, una estructura central en el procesamiento de la información emocional, afirma Sun en una nota de prensa emitida por la editorial científica Cell Press.

Y añade:

Este estudio revela que la música induce el triple bloqueo temporal de las oscilaciones neuronales en el circuito cortical-BNST-NAc a través de la sincronización auditiva».

El circuito BNST-NAc también guarda relación con las emociones desagradables y juega un papel importante en los procesos neurológicos de la depresión.

Los pacientes que participaron de forma voluntaria en el estudio fueron asignados a dos grupos: baja apreciación musical o alta apreciación musical.

Los de este último grupo demostraron una sincronización neuronal más significativa y mejores resultados en sus síntomas antidepresivos.

Esto no les ocurrió a los integrantes del grupo de baja apreciación musical, que cosecharon peores resultados.

Al agrupar a los pacientes, los investigadores pudieron, por un lado, estudiar con mayor precisión los mecanismos antidepresivos de la música y, por el otro, proponer planes de musicoterapia personalizados que mejoraran los resultados del tratamiento.

Por ejemplo, al insertar ruido de frecuencia theta en la música para potenciar el acoplamiento oscilatorio BNST-NAc, los pacientes del grupo de baja apreciación musical manifestaron disfrutar más de la música.

No hay que olvidar que las theta son ondas de baja frecuencia, generalmente clasificadas en el rango de 4 a 7 hercios, que desempeñan un papel significativo en diversos aspectos de la función cerebral, desde la regulación del sueño hasta la facilitación de procesos cognitivos complejos como la creatividad y la memoria.

En el estudio, se utilizaron varias piezas de música clásica occidental. En concreto, los investigadores eligieron dos segmentos musicales con contextos emocionales distintos:

La Sinfonía n.º 6 de Tchaikovsky, que representa la tristeza, y el tercer movimiento de la Sinfonía n.º 7 de Beethoven, que representa la alegría y la emoción.

Los investigadores chinos eligieron este tipo de música porque la mayoría de los participantes no estaban familiarizados con ella, y querían evitar cualquier interferencia que pudiera surgir de la familiaridad subjetiva.

«Llegamos a la conclusión de que las elecciones musicales durante el proceso de escucha formal eran individualizadas y no estaban relacionadas con el trasfondo emocional de la música, explica Sun.

Y continúa:

La mejoría de los síntomas depresivos no estaba vinculada con la emoción de la música en sí misma, sino con el nivel de disfrute musical que experimentaba el paciente».

Para Sun, lo realmente importante para que una persona deprimida se beneficie de la música no radica en que el tema que está sonando sea alegre o melancólico, sino que realmente le guste.

En palabras de este experto, la música que escuchaban los deprimidos se mimetizaba con lo que sentían, y este acoplamiento sensorial explicaría cómo la musicoterapia actúa sobre nuestro encéfalo.

«La música puede evocar emociones fuertes y resulta fundamental para comprender la neurociencia de la recompensa y la emoción», dicen Sun y sus colegas.

«Los mecanismos de la dinámica temporal y de red de la música en los circuitos de recompensa más profundos que subyacen a la respuesta antidepresiva siguen sin explorarse, advierten.

Y continúan:

Dependiendo del nivel de disfrute del individuo, la música media selectivamente en la activación del córtex auditivo y se propaga a través de ventanas temporales consistentes hasta los núcleos subcorticales del circuito de recompensa BNST-NAc».

E inciden, a raíz de los resultados del experimento, en la importancia de personalizar la musicoterapia.

El siguiente paso para este equipo de investigación es estudiar cómo la interacción entre la música y las estructuras profundas del cerebro interviene en los trastornos depresivos.

También quieren introducir otras formas de explorar los estímulos sensoriales, como incluir imágenes visuales, para investigar los posibles efectos terapéuticos combinados de la estimulación multisensorial en la depresión.

«Mediante la colaboración con clínicos, musicoterapeutas, informáticos e ingenieros, planeamos desarrollar una serie de productos de salud digital basados en la musicoterapia, como aplicaciones para móviles y dispositivos para llevar puestos», vaticina Sun.

En palabras de este neurocirujano, «estos productos integrarán recomendaciones musicales personalizadas, monitorización y retroalimentación emocional en tiempo real, así como experiencias multisensoriales de realidad virtual».

Su objetivo no es otro que proporcionar herramientas de autoayuda cómodas y eficaces para gestionar las emociones y mejorar los síntomas de la depresión, el estrés o la ansiedad en la vida cotidiana.

Fuente: Risbel

 

Editor PDM

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