El sistema podría darnos el tiempo suficiente para desconectar centrales eléctricas y redes de comunicaciones antes de la llegada de una gran ola de radiación.
El Sol nos dio la vida y el Sol nos la quitará.
Aunque si no hay sorpresas, eso será dentro de unos 5.000 millones de años, cuando nuestra estrella agote el hidrógeno que alimenta su horno nuclear de fusión y se encoja primero para volver a hincharse después como un globo, hasta alcanzar un tamaño decenas de veces mayor al que tiene en la actualidad.
Para entonces, nuestro Sol ya no será amarillo, sino de un vivo color anaranjado.
Se habrá convertido en una gigante roja y su perímetro llegará hasta el planeta Venus.
Sin embargo, y aunque ese será el final de nuestro mundo, el Sol tiene otras formas menos dramáticas de dañar parcial o totalmente la vida en la Tierra.
Y una de ellas son las violentas llamaradas solares, explosiones en su superficie que pueden enviar hacia nosotros enormes ráfagas de radiación.
Por suerte, contamos con un poderoso sistema de defensa: el campo magnético terrestre, que se genera en el núcleo de la Tierra y que desvía, como un escudo, la mayor parte de esos peligrosos ataques solares, protegiendo la vida del planeta.
Aún así, si la llamarada solar es lo suficientemente fuerte, una parte de ella puede atravesar el escudo y afectar a nuestros sistemas electrónicos, desde satélites a sistemas de comunicaciones, computadores y redes eléctricas.
Lo cual, en una sociedad que depende cada vez más de la tecnología, sería una catástrofe sin precedentes.
No en vano, cada vez más países incorporan las erupciones solares a sus listas de catástrofes naturales y elaboran manuales y protocolos para aplicar en caso de necesidad.
A pesar de los esfuerzos de las últimas décadas, los científicos no están aún del todo seguros que qué es exactamente lo que desencadena las erupciones solares, y eso hace muy difícil predecir cuándo van a ocurrir.
Por ahora, en efecto, lo único que podemos hacer es permanecer atentos.
Solo vemos una erupción cuando ya ha empezado y eso, en caso de que apunte hacia la Tierra, apenas si nos deja unas pocas horas de tiempo para desactivar los satélites o apagar las centrales eléctricas hasta que la oleada de radiación haya pasado.
Algunas teorías sugieren que esas masivas explosiones pueden tener su origen en pequeñas perturbaciones en el campo magnético del Sol.
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Algo que podría mejorar enormemente los hoy por hoy inciertos pronósticos de clima espacial y mejorar tanto nuestra seguridad como la de nuestra tecnología.
Las erupciones solares, pues, están íntimamente conectadas con el campo magnético del Sol.
Y si las líneas del campo magnético de la Tierra son rectas y estáticas, desde el Polo Norte al Polo Sur, la superficie del Sol es un caótico y ardiente océano de iones y partículas enloquecidas por las altas temperaturas, lo que hace que sus líneas se retuerzan en bucles y sean, en general, mucho más complejas.
Según algunos modelos, las erupciones solares ocurren cuando muchas de estas líneas magnéticas se fusionan para formar bucles más grandes.
Y eso puede comenzar con una única y solitaria partícula cósmica golpeando la superficie solar en el momento y el lugar oportunos.
El nuevo método de predicción utiliza imágenes de satélite para encontrar los lugares donde se dan todas las condiciones para que algo así suceda, zonas «maduras» para que se produzcan estas reconexiones magnéticas y, por lo tanto, las erupciones solares.
El estudio de esas zonas, además, podría permitir saber cómo de grande puede llegar a ser una erupción.
«En algunos puntos de una montaña, explica Kanya Kusano, de la Universidad de Nagoya y autora principal del estudio, una pequeña grieta puede desencadenar una avalancha.
Pero en otros lugares, solo una gran grieta será capaz de hacer lo mismo.
Implementamos nuestra teoría para calcular cuántas reconexiones magnéticas, en una determinada posición, son necesarias para activar una llamarada solar».
Kusano y su equipo analizaron colecciones de datos obtenidos con satélites de las nueve erupciones solares más grandes entre 2008 y 2019 y comprobaron que su método era capaz de predecir siete de esas erupciones solo a partir de las imágenes de los satélites.
En la mayoría de los casos, el nuevo sistema logró identificar correctamente qué regiones de la superficie del Sol producirían grandes erupciones en las próximas 20 horas.
Aunque se dieron algunos falsos positivos y falsos negativos, el estudio ha suscitado un enorme interés y podría, en el caso de una gran erupción, avisarnos con el tiempo suficiente para tomar las medidas necesarias.
Fuente: ABC