A Japón le ha durado poco el récord. A principios del pasado mes de junio el Instituto Nacional de Tecnologías de la Información y la Comunicación (NICT) de Japón anunció que sus ingenieros habían conseguido transmitir información a través de un enlace de fibra óptica con una velocidad de transferencia de nada menos que 1,02 petabits por segundo.
Los anteriores hitos alcanzados en este ámbito pueden ayudarnos a poner en contexto esta cifra.
En 2020 los técnicos de NICT alcanzaron la en aquel momento impresionante velocidad de transferencia de 178 Tbps, y a principios de 2022 contabilizaron 319 Tbps.
Sorprendentemente pocos meses después batieron su propio récord alcanzando los 1,02 petabits por segundo, pero acaban de ser destronados.
Y, además, su marca ha sido batida con mucha contundencia.
Esta vez los responsables de este logro no son los ingenieros de NICT; lo son los investigadores de la Universidad Técnica de Dinamarca en Copenhague.
Y el auténtico protagonista de esta hazaña es el procesador fotónico al que han recurrido para lidiar con esa apabullante cantidad de información.
Ningún computador convencional equipado con uno o varios microprocesadores tradicionales tiene la potencia necesaria para procesar y transmitir ese volumen de datos.
Ni siquiera varios computadores coordinados y trabajando al unísono la tienen.
De hecho, estos científicos daneses han tenido que tirar de ingenio para poder sacar adelante su experimento.
Para poder administrar ese ingente volumen de información han dividido los datos en 37 líneas diferentes con el propósito de que cada una de ellas fuese transmitida por un hilo óptico distinto de un único cable de fibra óptica.
Esto es muy importante debido a que una de las características más relevantes de este experimento consiste en que estos técnicos han empleado un cable de fibra óptica convencional idéntico a los usados actualmente por los proveedores de servicios de telecomunicaciones.
No obstante, la estrategia “divide y vencerás” no acaba aquí.
Y es que cada una de esas 37 líneas fue dividida en 223 fragmentos (chunks), de modo que cada uno de ellos estaba asignado a una porción concreta del espectro óptico.
Parece complicado, y lo es, pero podemos verlo como una argucia que persigue dividir la información en varios fragmentos con el propósito de que pueda ser procesada, codificada, enviada, recibida y verificada correctamente.
Al fin y al cabo es más fácil lidiar con varios paquetes de información relativamente manejables que hacerlo con uno gigantesco e inmanejable.
Su experimento funcionó correctamente y lograron transmitir 1,84 petabits por segundo de información a una distancia de 7,9 km.
Para poner esta cifra en contexto e intuir con cierta precisión su magnitud podemos tener en cuenta que el tráfico promedio que se mueve en toda internet en un instante determinado asciende a 1 petabit por segundo.
Fuente: Nature
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