Normalmente, los tratamientos contra el cáncer que no atacan a células sanas se dirigen a tumores específicos.
Sin embargo, este apunta a casi cualquier tumor, incluso en etapas muy tempranas en las que no se sabe dónde está.
Hoy en día, para tratar el cáncer se utilizan principalmente la quimioterapia y la radioterapia, muy eficaces con algunos tumores, pero prácticamente inútiles con otros.
Además, cuentan con la desventaja de provocar muchísimos efectos secundarios, ya que destruyen las células tumorales, pero también las sanas.
Por eso, los científicos llevan muchos años intentando encontrar un tratamiento contra el cáncer que vaya directamente hasta él, sin afectar al resto de las células.
Se han hecho grandes avances, pero con el inconveniente de que suelen ser enfoques muy específicos, que van directamente hacia un tumor concreto.
Ahora, en cambio, un equipo de científicos japoneses ha desarrollado un tratamiento contra el cáncer mucho más genérico, eficaz contra una gran cantidad de tumores.
Es importante destacar que, de momento, solo lo han probado en ratones. No obstante, se espera que se pueda extrapolar a humanos.
De ser así, supondría una alternativa perfecta a la quimioterapia y la radioterapia, ya que ataca al cáncer desde dentro, como un caballo de Troya que deja intactas al resto de células.
De momento, las pruebas en ratones han mostrado una eficacia muy alta, con una cantidad reducida de efectos secundarios.
Por lo tanto, este tratamiento contra el cáncer podría ser esa arma que llevamos tanto tiempo esperando. Debemos verlo con cautela, como siempre, pero también con esperanza.
Generalmente, a la hora de desarrollar un tratamiento contra el cáncer específico se utilizan sondas que se unen a moléculas que solo se encuentren en un tumor.
Por ejemplo, se suelen usar anticuerpos que se dirigen específicamente a proteínas presentes en células tumorales. Pero no en cualquier célula tumoral.
Los anticuerpos son tan específicos que solo pueden dirigirse a las células de un tipo de tumor concreto.
En cambio, este nuevo tratamiento contra el cáncer se basa en la detección de acroleína, una molécula que se acumula en células que están sufriendo un alto estrés oxidativo, como las cancerosas.
El mismo grupo de investigación que ha llevado a cabo este estudio ya se basó en esta sustancia como método diagnóstico.
Previamente habían descubierto que la acroleína reacciona con un tipo de moléculas, llamadas azidas de arilo, dando lugar a otros compuestos, llamados derivados de α-diazocarbonilo.
Esta es una reacción inocua para las células. Pero, además, aporta a los científicos una herramienta importante.
Y es que, dado que la acroleína está en las células, si la azida se une a una molécula fluorescente, al producirse la reacción entre ambas, esta molécula fluorescente se queda también anclada a las células.
Así, se puede usar como método diagnóstico, no hay más que buscar la fluorescencia. En su día lo probaron con cáncer de mama con muy buenos resultados.
En esta nueva investigación sus autores han repetido aquel procedimiento, con una pequeña variación.
En vez de una molécula fluorescente, han unido la azida de arilo a la astatina-211. Este es un radionucleido.
Es decir, una forma inestable de un elemento que, a medida que se descompone, va liberando radiación.
Por lo tanto, queda anclado a las células, liberando poco a poco radiación que actúa como la radioterapia, pero desde dentro del tumor. Las células sanas quedarían totalmente intactas.
Este tratamiento contra el cáncer es muy ventajoso por varios motivos.
Para empezar, porque puede dirigirse a casi cualquier tipo de tumor. También porque puede actuar en etapas muy tempranas del cáncer, cuando no se sabe exactamente dónde está.
Y, finalmente, porque, en caso de metástasis, puede encontrar por donde se ha extendido el cáncer y actuar en consecuencia.
En las pruebas con ratones, los autores del estudio han probado varias formas de administración de este tratamiento contra el cáncer.
En primer lugar, inyectaron la astatina-211 por sí sola en el tumor de pulmón humano previamente implantado en los roedores.
Después la inyectaron en el tumor, pero unida a la azida de arilo.
Y, para terminar, inyectaron en el torrente sanguíneo la misma unión de astatina-211 y azida de arilo.
Cuando se inyectó solo el radionucleido, el tumor seguía creciendo y los ratones no sobrevivieron.
En cambio, cuando se usó la azida como sonda, el tumor creció casi tres veces menos.
Además, cuando se inyectó en el tumor sobrevivieron el 100% de los ratones y, en el torrente sanguíneo, el 80%.
Esto indica que, como ya hemos visto, incluso si no sabemos dónde está el tumor se pueden conseguir resultados muy buenos.
Lógicamente, es mejor tenerlo localizado, pero si no se sabe donde está, bien porque es una etapa temprana o bien porque hay metástasis, no está todo perdido.
La primera limitación de este estudio es que se ha realizado en ratones.
Es interesante que las células tumorales fuesen humanas, pero habría que ver si los resultados son los mismos al realizar todo el tratamiento contra el cáncer directamente en los pacientes.
Por otro lado, la acroleína se acumula en células sometidas a un gran estrés oxidativo.
Es el caso del cáncer, pero también de enfermedades como el alzhéimer.
Por lo tanto, podría haber casos en los que no se dirija la sonda adecuadamente. De cualquier modo, son pequeñas excepciones, que se pueden trabajar llegado el caso.
Lo que está claro es que este tratamiento contra el cáncer se presenta como algo muy prometedor, diferente a todo lo que se ha probado hasta ahora.
Desde luego, cada vez parece más posible contar con alternativas alejadas de la quimioterapia tradicional. Eso siempre es una gran noticia.
Fuente: Chemical Science
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