Por qué no puede solucionar una mala dieta con ejercicio si lo que quiere es adelgazar?

Por qué no puede solucionar una mala dieta con ejercicio si lo que quiere es adelgazar?

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“Si me mato en el gimnasio puedo comer lo que quiera” o “mientras salga a correr, tendré el peso controlado”. ¿Ha pensado alguna vez cosas similares a estas? ¿Cree que vigilar la alimentación es algo secundario si cumple con el ejercicio?

Lamentamos decirle que está en un error.

Si lo que quiere es adelgazar, tendrá que estar atento a lo que come por mucho que vaya al gimnasio prácticamente todos los días.

Por desgracia para todos, a la hora de adelgazar no existen los atajos.

Para entender por qué no es suficiente con hacer ejercicio tenemos que empezar explicando lo más básico a la hora de adelgazar: necesita conseguir un déficit calórico.

Nuestro cuerpo obtiene la energía que necesita de los alimentos que consume, y cuando consume más energía de la que gasta, la almacena en forma de tejido graso en previsión de tiempos de escasez, cuando ingiera menos de la que necesite.

Así que si quiere adelgazar debe conseguir que su cuerpo recurra a esas reservas de grasa, ingiriendo menos calorías de las que gasta.

Todas las dietas, tanto las que funcionan a largo plazo como las que se promocionan como dietas milagro, se basan en este principio.

La diferencia es cómo se consigue ese déficit calórico y cómo de fácil resulta evitar el efecto yoyo (recuperar rápidamente todo lo perdido).

Teniendo lo anterior en cuenta, podría pensar que tiene suficiente con aumentar la cantidad de ejercicio físico que hace.

Así quemaría más calorías y podría conseguir ese déficit calórico que le hará adelgazar, ¿verdad?

Pues sí en teoría, pero en la práctica esto es realmente difícil de conseguir por la siguiente razón: tras miles de años de evolución, la mayor parte de ella con escasez de alimentos calóricos a nuestro alcance, nuestro cuerpo ha desarrollado un verdadero talento a la hora de detectar, disfrutar y procesar con rapidez los alimentos con una alta densidad calórica y para quemar con lentitud esas mismas calorías.

Desde un punto de vista meramente técnico, nuestro cuerpo es en ese sentido una máquina enormemente eficiente.

El problema es que en un mundo en el que las calorías ya no escasean, sino que nos sobran, esa eficacia juega en nuestra contra, y es difícil mantener un peso saludable incidiendo solamente en la parte del ejercicio físico y descuidando la alimentación.

La Royal Society for Public Health británica publicaba hace ahora un año una tabla en la que recogía cuánto ejercicio hace falta para quemar determinados alimentos poco saludables.
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La recogemos aquí, traducida al español, para que se haga una idea del desequilibrio entre calorías que entran al comer y las que salen al hacer ejercicio.

Tenga en cuenta siempre que hay más factores que influyen en el ritmo al que su cuerpo quema calorías, como el porcentaje de masa muscular o el estado físico de cada uno.

Esto es especialmente relevante en el ejercicio aeróbico, al que el cuerpo se termina acostumbrando y cada vez hay que hacer más tiempo del mismo ejercicio para quemar las mismas calorías.

Quizá ni correr ni caminar sean lo suyo.

Entonces, ¿cuántas calorías gasta haciendo su deporte favorito?

La Clínica Mayo publicó en octubre de 2017 una recopilación con esta información, calculando el número de calorías por deporte poniendo como sujeto medio a una mujer de 76 kilos y un hombre de 88.

Si echa un vistazo a ambas tablas e dará cuenta de por qué intentar perder peso confiando exclusivamente en el ejercicio sin prestar ninguna atención a la dieta no es una gran idea: si es mujer, necesita más de una hora de elíptica para compensar un cuarto de pizza, y nadar más de una hora a intensidad moderada para quemar un bollo, y si es hombre, las cifras están un poco más de su lado, pero también es más probable que haya consumido raciones más grandes.

Además de poco eficaz, esta forma de enfocar el ejercicio físico puede terminar quitándole toda la diversión al convertirlo en un mecanismo de compensación, como una forma de expiar las culpas de lo que comemos.

Igualmente, la comida insana puede verse como un premio que nos damos tras hacer deporte, allanando el camino para un posible desorden alimenticio.

Por eficacia a la hora de bajar de peso y también como una forma de disfrutar mucho más del proceso, resulta mucho más conveniente un enfoque combinado de ejercicio y dieta, entendiendo la dieta no como un menú restrictivo que le diga qué debe comer en cada momento, sino como una forma de mejorar los hábitos alimenticios reduciendo y eliminando los alimentos ultraprocesados, los que llevan azúcares añadidos, los que tienen un alto contenido en sal y los que emplean harinas y grasas de mala calidad.

Al reducir esos alimentos, reduciremos las calorías que ingerimos, especialmente aquellas que no nos aportan nutrientes beneficiosos, y combinándolo con el ejercicio se produce ese déficit calórico del que hablábamos al principio y que es, de echo, el único método real para quemar grasas.

Fuente: Xataca

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