La mayoría de la gente sin discapacidad no le da valor a su capacidad para realizar tareas cotidianas sencillas.
Esas personas no valoran cosas como por ejemplo sentir el peso y la temperatura de una taza de café caliente cuando la cogen, dos informaciones esenciales para no derramar el café al no haber podido calcular bien el peso de la taza, y para no quemarse al sorberlo por no haber notado que la taza estaba demasiado caliente.
Las personas con pleno control sensorial y motor de sus brazos y manos pueden sentir que han hecho contacto con un objeto en el momento en que lo tocan o agarran, lo que les permite empezar a moverlo o levantarlo con confianza.
Pero esas tareas se vuelven mucho más difíciles cuando una persona maneja un brazo protésico controlado por la mente.
En un nuevo estudio, el equipo de Jennifer Collinger, de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, ha comprobado cómo la adición de una estimulación cerebral que evoca sensaciones táctiles facilita al usuario accionar con pericia el brazo robótico que controla con la mente.
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Nathan Copeland, cuyos progresos fueron objeto de seguimiento en el estudio, es la primera persona del mundo a la que se le implantaron minúsculos conjuntos de electrodos no solo en la corteza motora de su cerebro, sino también en la corteza somatosensorial, una región cerebral que procesa información sensorial del cuerpo.
Los conjuntos de electrodos le permiten no solo controlar el brazo robótico con la mente, sino también recibir información sensorial táctil, de un modo parecido a cómo se comportan los circuitos neurales cuando la médula espinal de una persona está intacta.
Gracias a eso, Copeland supera de un modo más fácil y natural las limitaciones con las que le dejó un accidente de auto.
Fuente: Noticias de la Ciencia