Con señales eléctricas del cerebro humano como única entrada, el nuevo software puede realizar la edición de imágenes computarizadas.
Esto marca un nuevo paradigma en inteligencia artificial.
Pronto, no necesitaremos usar la función de Ayuda.
La computadora detectará que tenemos un problema y vendrá al rescate por sí misma.
Esta es una de las posibles implicaciones de una nueva investigación en la Universidad de Copenhague y la Universidad de Helsinki.
“Podemos hacer que una computadora edite imágenes completamente basadas en pensamientos generados por sujetos humanos.
La computadora no tiene absolutamente ninguna información previa sobre qué funciones se supone que debe editar o cómo.
Nadie ha hecho esto antes”, dice el profesor asociado Tuukka Ruotsalo, Departamento de Ciencias de la Computación, Universidad de Copenhague.
En el estudio subyacente, se equipó a 30 participantes con capuchas que contenían electrodos que mapean las señales eléctricas del cerebro (electroencefalografía; EEG).
Todos los participantes recibieron las mismas 200 imágenes faciales diferentes para mirar.
Además, se les encomendó una serie de tareas como buscar rostros femeninos, buscar personas mayores, buscar cabello rubio, etc.
Los participantes no realizarían ninguna acción, solo mirarían brevemente las imágenes: 0,5 segundos para cada imagen.
Según su actividad cerebral, la máquina primero mapea la preferencia dada y luego edita las imágenes en consecuencia.
Entonces, si la tarea fuera buscar personas mayores, la computadora modificaría los retratos de las personas más jóvenes, haciéndolas parecer mayores.
Y si la tarea fuera buscar un color de cabello determinado, todos obtendrían ese color.
“En particular, la computadora no tenía conocimiento del reconocimiento facial y no tendría idea sobre el género, el color del cabello o cualquier otra característica relevante.
Aún así, solo editó la característica en cuestión, dejando otras características faciales sin cambios”, comenta el estudiante de doctorado Keith Davis, de la Universidad de Helsinki.
Algunos pueden argumentar que ya existe una gran cantidad de software capaz de manipular las características faciales.
Eso sería perder el punto, explica Keith Davis:
“Todo el software existente ha sido previamente entrenado con entrada etiquetada.
Por lo tanto, si desea una aplicación que pueda hacer que las personas se vean mayores, debe alimentarla con miles de retratos y decirle a la computadora cuáles son jóvenes y cuáles son viejos.
Aquí, la actividad cerebral de los sujetos fue la única entrada.
Este es un paradigma completamente nuevo en inteligencia artificial: usar el cerebro humano directamente como fuente de información”.
Una posible aplicación podría ser en medicina:
“Los médicos ya usan inteligencia artificial en la interpretación de imágenes escaneadas.
Sin embargo, los errores ocurren.
Después de todo, los médicos solo se ayudan de las imágenes, pero ellos mismos tomarán las decisiones.
Tal vez ciertas características de las imágenes se malinterpreten más a menudo que otras.
Dichos patrones podrían descubrirse mediante una aplicación de nuestra investigación”, dice Tuukka Ruotsalo.
Otra aplicación podría ser la asistencia a ciertos grupos de personas con discapacidad, por ejemplo, permitir que una persona paralizada pueda operar su computadora.
“Eso sería fantástico”, comenta Tuukka Ruotsalo, y agrega:
“Sin embargo, ese no es el foco de nuestra investigación.
Tenemos un amplio alcance, buscando mejorar el aprendizaje automático en general.
La gama de posibles aplicaciones será amplia.
Por ejemplo, dentro de 10 o 20 años es posible que no necesitemos usar un mouse o escribir comandos para operar nuestra computadora. ¡Tal vez podamos usar el control mental!”
Sin embargo, la moneda tiene un reverso según Tuukka Ruotsalo:
“Recopilar señales cerebrales individuales implica cuestiones éticas.
Quien adquiera este conocimiento podría potencialmente obtener una visión profunda de las preferencias de una persona.
Ya vemos algunas tendencias.
La gente compra relojes “inteligentes” y dispositivos similares capaces de registrar la frecuencia cardíaca, etc., pero ¿estamos seguros de que no se generan datos que le den a las corporaciones privadas un conocimiento que no nos gustaría compartir?
“Veo esto como un aspecto importante del trabajo académico.
Nuestra investigación muestra lo que es posible, pero no debemos hacer las cosas solo porque se pueden hacer.
Esta es un área que a mi modo de ver necesita ser regulada por lineamientos y políticas públicas.
Si no se adaptan, las empresas privadas seguirán adelante”.
Fuente: CVF
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