Científicos están probando una píldora dietética vibratoria que, tras ser ingerida, es capaz de engañar al estómago para que se sienta lleno.
El ingenio podría convertirse en una nueva terapia para controlar el sobrepeso y la obesidad.
Mientras comemos, el estómago envía señales a nuestro cerebro que desatan la sensación de saciedad, lo que ayuda a darnos cuenta de que es hora de parar de comer.
Un estómago lleno de líquido también puede enviar estos mensajes, por lo que a menudo se recomienda a las personas que hacen dieta beber un vaso de agua antes de sentarse a la mesa.
Conocedores de este fenómeno fisiológico, un equipo de ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts, el famoso MIT, ha ideado una cápsula ingerible que vibra dentro del estómago.
Las vibraciones que produce el ingenio activan las terminaciones nerviosas del estómago que detectan cuándo las paredes de este órgano están distendidas, lo que crea una sensación ilusoria de plenitud.
El dispositivo, que ha sido probado en cerdos, reduce la ingesta de alimento casi a la mitad, pero algunos expertos advierten de que aún no está claro si funcionará en los seres humanos.
El sobrepeso y la obesidad se han convertido en una auténtica epidemia de la sociedad occidental que afecta a la calidad de vida y aumenta el riesgo de sufrir una larga lista de enfermedades, desde la diabetes de tipo 2, la artrosis y la gota hasta ictus e infarto de miocardio.
Las personas que intentan perder peso, por este motivo o por razones estéticas, o por ambas, se embarcan en dietas extenuantes, toman controvertidos medicamentos, como la tan de moda semaglutida (Ozempic), se dejan la piel en el gimnasio o se someten a procedimientos terapéuticos para engañar al estómago.
Estos últimos tratan de aprovechar su estiramiento y las señales que nos hacen sentir llenos y nos animan a alejarnos de la mesa.
Una de las estratagemas en este sentido consiste en insertar en la cavidad estomacal un globo lleno de líquido que produce sensación de saciedad.
Otra opción radica en implantar un dispositivo que estimula el nervio vago y transmite impulsos desde el estómago hasta el cerebro para desatar la sensación de saciedad.
Ahora bien, los balones gástricos pueden perder eficacia con el tiempo a medida que el estómago se acostumbra a un estiramiento constante, y algunos pacientes han fallecido tras someterse a esta intervención.
Por su parte, los dispositivos de estimulación nerviosa, en concreto del nervio vago, requieren de cirugía, y no parecen propiciar una gran pérdida de peso, aseguran los expertos.
La nueva píldora vibrante del MIT podría ser una opción más suave, segura y potencialmente más barata para tomar el pelo al estómago: la cápsula ha cosechado unos resultados prometedores en experimentos con animales, y los científicos esperan que pueda convertirse en un tratamiento de la obesidad para humanos.
«Es un método creíble e ingenioso, ha afirmado el neurobiólogo Guillaume de Lartigue, del Centro de Sentidos Químicos Monell (EE. UU.). Y añade:
Los datos parecen muy convincentes».
Pero ¿en qué consiste realmente el invento?
Se trata de una píldora de 31 mm de largo por 10 mm de diámetro que incorpora un motor y una batería diminutos, según los directores del estudio Shriya Srinivasan, ingeniera biomédica de la Universidad de Harvard, y Giovanni Traverso, gastroenterólogo e ingeniero biomédico del MIT.
La píldora cuenta con un tapón de gel que impide que el motor se encienda antes de llegar a su destino.
Al entrar en contacto con el líquido estomacal, el gel se disuelve rápidamente, lo que permite que el motor empiece a girar.
Cuando esto ocurre, la pastilla comienza a vibrar.
La batería tiene una autonomía de unos 38 minutos, aproximadamente el tiempo que puede permanecer la píldora en el estómago.
La hipótesis de los investigadores cuando idearon este enfoque terapéutico era que las vibraciones de la píldora podrían estimular las terminaciones nerviosas sensitivas al estiramiento de los tejidos estomacales y activar de este modo los mecanismos cerebrales implicados en la saciedad.
Para probar la píldora, el equipo de Srinivasan y Traverso la introdujo en el estómago de cerdos jóvenes del mismo tamaño y peso que los seres humanos.
En los animales que recibieron esta pastilla veinte minutos antes de comer, los investigadores pudieron comprobar que la píldora vibrátil desataba los mismos cambios en los niveles hormonales que entran en acción durante y después de la ingesta de alimentos, incluidos un aumento de la concentración sanguínea de insulina y una disminución de la presencia de grelina, una hormona secretada principalmente por el estómago que azuza el apetito.
Cuando Srinivasan y Traverso midieron la actividad eléctrica de una porción del nervio vago, implicado en la regulación de la ingesta de alimentos, descubrieron que las vibraciones provocaban un patrón de disparo muy similar al que ocurre cuando se expanden artificialmente los estómagos de los animales con aire.
Este detalle hizo que los científicos pensaran en que la píldora vibrante hacía cosquillas en las terminaciones nerviosas del órgano.
Y al vibrar en los pliegues del revestimiento del estómago, el dispositivo también gira, lo que parece proporcionar una estimulación adicional.
«El cambio de comportamiento es profundo, y se trata de utilizar el sistema endógeno [del organismo] en lugar de cualquier terapia exógena.
Tenemos el potencial de superar algunos de los desafíos y costos asociados con la administración de fármacos biológicos [para tratar la obesidad] mediante la modulación del sistema nervioso entérico», afirma Traverso.
La versión actual de la píldora está diseñada para que permanezca activa durante aproximadamente media hora después de llegar al estómago.
Pero los investigadores se plantean la posibilidad de modificar la píldora para que se quede en este órgano durante periodos de tiempo más largos.
Y barajan la opción de que se pueda encender y apagar a demanda de forma inalámbrica.
En los estudios con animales, las píldoras tardaron entre cuatro y cinco días en cruzar el tracto digestivo y ser expulsadas.
El estudio también encontró que los animales no mostraron ningún signo de obstrucción, perforación u otros impactos negativos mientras la píldora estuvo viajando por el estómago y los intestinos.
Los investigadores buscaron otros posibles efectos secundarios, como inflamación del revestimiento del estómago, diarrea y vómitos, pero no detectaron ninguno.
Según los expertos del MIT, este tipo de píldora podría ofrecer una alternativa a los enfoques actuales para tratar la obesidad.
Como ya se ha mencionado, las intervenciones no médicas, caso del ejercicio dietético, no siempre funcionan, y muchas de las intervenciones médicas existentes son bastante invasivas.
Es el caso de la cirugía de baipás gástrico o el del balón gástrico, una esfera de silicona flexible y blanda que se introduce en el estómago del paciente con obesidad mórbida mediante una endoscopia.
Medicamentos como los agonistas del GLP-1 también pueden ayudar a perder peso, pero la mayoría de ellos deben inyectarse, tienen efectos secundarios y son costosos.
Según Srinivasan, las cápsulas del MIT podrían burlar estos obstáculos. Pero aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo.
Los técnicos del MIT han de responder a varias preguntas antes de poder transformar la píldora en una opción útil para perder peso en humanos.
Por ejemplo, nadie sabe cómo se sentirán los pacientes al notar un artilugio vibrando en su estómago. Los cerdos no pueden decirnos nada sobre esta sensación.
Además, algunos científicos que se han hecho eco del nuevo avance se preguntan si las terminaciones nerviosas del estómago de las personas obesas son menos sensibles al estiramiento de esta víscera.
De ser así, quizá su estómago no responda al estímulo de la píldora de la misma manera que el de las personas no obesas.
El gran tamaño de las cápsulas es otro hándicap a tener en cuenta, según apunta en la revista Science Allan Geliebter, profesor de Psiquiatría en el Mount Sinai de Nueva York.
«La píldora del MIT es tan grande como las cápsulas más grandes que ingieren los pacientes hoy en día», afirma Geliebter.
Muchos de ellos se sienten incómodos con estos tamaños y los pacientes probablemente tendrían que tomar dos unidades al día con el fin de controlar su apetito.
«No veo a la gente dispuesta a hacer esto», ha advertido.
Srinivasan y Traverso afirman que esperan perfeccionar la píldora y profundizar en sus efectos en el cuerpo.
Y creen que en dos o tres años estará lista para que la pruebe un ser humano.
Fuente: MIT News
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