Psicólogos británicos desarrollan un modelo que predice la primera impresión que producirá la foto de una persona a partir de 65 atributos físicos medibles. Los autores planean aplicarlo para que una cámara saque directamente bien a la gente en los retratos.
Dice una frase recurrente en las redes sociales, y de autoría difícil de rastrear, que nadie es tan guapo como aparece en Facebook ni tan feo como en la fotografía del Documento Nacional de Identidad. Pero pronto podría decirse que nadie es tan guapo como refleja cualquiera de sus fotografías, si tienen éxito los planes del psicólogo Tom Hartley.
Este investigador y su equipo acaban de mostrar cómo, en tan sólo 100 milisegundos, ciertos rasgos físicos de una persona, como su mandíbula, su boca, sus ojos o sus pómulos, marcan la primera impresión que se llevan otras personas sobre su honradez, atractivo o personalidad dominante. Y, este apresurado juicio social, basado en rasgos físicos objetivos observados puede determinar una relación para siempre.
El grupo de Hartley ha diseñado un metódico estudio para intentar cuantificar cómo influye cada uno de los 65 principales atributos físicos del rostro en este primer juicio social. Y el resultado es un modelo matemático que predice con bastante acierto qué pensará un juez humano la primera vez que vea el rostro de otra persona.
Una de las posibilidades futuras, explica el psicólogo, es desarrollar el producto hasta llegar a una aplicación que seleccione su mejor fotografía para subirla a redes sociales como Facebook y Twitter.
“Quizá se pueda incorporar la aplicación a la cámara, de tal manera que tome una buena foto directamente”, expone Hartley, que intuye el potencial de un sistema así.
Su estudio, que se publica hoy en la revista científica PNAS, ha analizado las características físicas de 1.000 fotografías de rostros variados. Cada cara, a su vez, fue calificada por un panel de jueces en función de su apariencia de accesibilidad, atractivo, personalidad dominante y otros rasgos sociales.
A partir de esta información, y combinando datos de 65 atributos físicos medibles, como la superficie que ocupa la boca y el ancho de la ceja, los autores desarrollaron un modelo capaz de explicar el 58% de las divergencias en las primeras impresiones de los jueces, superando el 80% en rasgos como la accesibilidad, lo amigable que aparenta ser una persona.
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El siguiente paso de los investigadores fue darle la vuelta al proceso, generando caricaturas que producían una impresión específica y predecible en los observadores.
Sin embargo, al margen de una precisión mejorable, el estudio deja otras lagunas, como admite Hartley. “Nuestros datos muestran que los atributos faciales en fotografías ordinarias influyen de manera directa en las impresiones sociales, pero nuestros datos no dicen nada sobre dónde se origina esta relación.
¿Es un mecanismo biológico impulsado por la evolución o depende de la experiencia individual o de influencias culturales comunes?”, se pregunta el psicólogo británico.
El investigador Karel Kleisner, de la Universidad Carolina de Praga (República Checa), aplaude el “potente modelo estadístico” empleado por el equipo de Hartley. Kleisner, que no ha participado en este estudio, emplea fotografías de rostros para estudiar posibles relaciones entre los rasgos faciales, la inteligencia aparente y el cociente intelectual real.
“Sería interesante llevar a cabo el mismo estudio en un contexto intercultural. Por ejemplo, los autores descubrieron que los cinco rasgos faciales que están más fuertemente asociados con la impresión de accesibilidad están todos vinculados con el área de la boca.
Fuente: Materia
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