Ai Pioppi se ha convertido en uno de los parques de diversiones más curiosos pues los propios usuarios son los encargados de brindar energía, su energía, a los juegos.
Todo comenzó con un restaurante improvisado bajo un árbol, en un bosque italiano.
Poco tiempo después, su creador aprendió a soldar, e inició la construcción de diferentes atracciones para llevar gente a su negocio.
Cuatro décadas más tarde, Ai Pioppi se ha convertido en uno de los parques de diversiones más curiosos y terroríficos en operación, por el simple hecho de que los propios usuarios son los encargados de brindar energía, su energía, a los juegos.
El creador de los juegos se llama Bruno, su restaurante sigue en funcionamiento, y lo que en otra parte del globo sería un viejo parque devorado por el óxido y la naturaleza, recibe de hecho a muchos visitantes.
Uno de los más recientes fue Tom Scott, quien decidió subir junto a un amigo a la «Bicicleta de la Muerte», una especie de péndulo extraño que reclama la energía de sus usuarios a puro pedaleo.
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De más está decirlo, el potencial de salir lastimado es enorme, pero visto desde otro ángulo, los juegos solamente tienen la fuerza que el usuario les transmite.
Por lo tanto, un paseo en tiovivo será tranquilo y seguro siempre y cuando quien esté a bordo no esté decidido a experimentar el efecto Coriolis, y compartir la experiencia con el resto.
Ahora, ¿por qué Bruno decidió construir juegos? Al principio, lo único que quería eran unos ganchos para colocar cadenas, pero el herrero local rechazó el trabajo, y a cambio le enseñó a soldar para que haga los ganchos él mismo.
Su primera creación fue un tobogán, y a partir de su determinación nacieron el resto de los juegos.
En resumen, este combo de chef y maestro soldador ha hecho de Ai Pioppi un lugar con la capacidad de alimentar y aterrorizar a sus visitantes… o al menos, agotarlos por completo.
Fuente: Neoteo