La realidad virtual es una tecnología que simula escenarios reales o de fantasía, con el propósito de generar la sensación de estar “presente” en esos lugares.
La idea es colocar a la persona dentro de un ambiente recreado digitalmente que la motive a compenetrarse en la experiencia y le resulte difícil a sus sentidos ignorarla.
En procedimientos médicos dolorosos, se ha demostrado que la realidad virtual reduce los niveles de dolor, incomodidad y molestias asociadas a situaciones aversivas al enfocar “la mente en otro lado”.
Las técnicas tradicionales de relajación, respiración y distracción requieren especialistas con entrenamiento que guíen los ejercicios y cierta capacidad de concentración e imaginación por parte de quien las practica.
La realidad virtual, en cambio, tiene la ventaja de captar fácilmente la atención, sin demandar demasiado esfuerzo de parte de quienes la utilizan.
Distintos trabajos teorizan que, cuanto más intensa sea la ilusión, mayor cantidad de recursos atencionales se dirigen hacia ella, lo cual reduce su disponibilidad para procesar otras señales entrantes, como las del dolor.
“Se cree que esta ilusión de presencia sería, al menos en parte, la responsable de la exitosa reducción de dolor observada en personas que utilizan la realidad virtual.
Lo mismo ocurre con la terapia de exposición virtual para las fobias, o el trastorno de estrés postraumático”, explica Walter Carlos Krainbuhl, investigador del Laboratorio de Psicología Experimental (Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi) – Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en Argentina.
En el campo de la intervención sanitaria, esta tecnología es cada vez más popular: es considerada una herramienta no farmacológica para el manejo del dolor durante procedimientos médicos.
“En el alivio de dolor, trabajamos interviniendo mecanismos atencionales, con la distracción.
Se sumerge a la persona en una experiencia que le resulte agradable y gratificante.
Interviene mucho su subjetividad, pero hay vivencias placenteras para la mayoría, como estar en una playa”, ejemplifica Krainbuhl.
“Que una persona postrada en la cama, o con un postoperatorio largo, pueda irse de dicha situación por un rato, aunque sea veinte minutos diarios, ayuda a su recuperación, alivia el dolor emocional y físico.
Mucha gente ve tele o usa una tablet para distraerse. La realidad virtual es parecida, pero al ser inmersiva su efecto es mucho más fuerte, la sensación de presencia, de ‘estar dentro’ es mucho más profunda.
Varios estudios demuestran que aplicar realidad virtual para aliviar el dolor reduce el uso de analgésicos, con lo cual hay menos efectos secundarios”, comenta el especialista a Argentina Investiga.
Desde 2017, Krainbuhl viene desarrollando una serie de experimentos en este campo.
Quienes participan deben introducir su mano en una cubeta con hielo y agua (prueba de criopresión), mientras se encuentran en una experiencia de realidad virtual.
“En esas condiciones, registro el tiempo que cada persona mantiene la mano en el líquido helado.
Mido tolerancia al dolor, la noción del tiempo transcurrido, si la experiencia le resultó agradable y otras variables, como la presión arterial, la frecuencia cardíaca.
Luego voy comparando contra condiciones control, bajo diferentes experiencias de realidad virtual”, explica.
A pesar de la evidencia científica acerca de la eficacia de la realidad virtual como técnica para aliviar el dolor, no había hasta el momento estudios que evaluaran si incluir narraciones terapéuticas en esos escenarios virtuales podría mejorar aún más sus efectos analgésicos.
Para indagarlo, Krainbuhl utilizó una aplicación diseñada para ayudar a las personas a practicar diferentes técnicas de relajación, respiración y meditación en escenarios virtuales.
“El programa se usa principalmente para favorecer el alivio del estrés, la ansiedad, la depresión, facilitar estados de descanso, recuperación y restauración del organismo.
Contiene escenarios naturales pintorescos como playas, bosques y montañas.
En esta investigación, utilizamos específicamente el escenario de la playa que contenía sonidos de la naturaleza como el viento, el mar o los pájaros”, explican los investigadores.
Sesenta y dos participantes fueron divididos aleatoriamente en dos grupos experimentales.
A ambos se les brindó el mismo escenario virtual durante cinco minutos, con idénticas condiciones excepto por la narrativa terapéutica.
A uno de los grupos se le proporcionó, además, un audio con una técnica de relajación centrada en el control de la respiración.
Comienza con seis sonidos iguales, uno por segundo, y le sigue una música suave que va ascendiendo en intensidad y volumen.
La narrativa comienza a los ochenta segundos del audio. Se focaliza en la respiración automática y en la toma de conciencia en la inhalación y la exhalación.
Va recorriendo las partes del cuerpo que intervienen únicamente en la respiración (nariz, abdomen, boca, pecho).
“Son ejercicios de toma de consciencia, no de control de la respiración. Se eligió este audio dado que involucra órganos y partes del cuerpo diferentes a las utilizadas en la prueba de criopresión (brazo y mano).
El objetivo de la narrativa terapéutica fue la focalización de la atención por fuera de las zonas que estaban bajo el proceso del dolor”, explica Krainbuhl.
Los resultados mostraron que el grupo con narrativa terapéutica evidenció una mayor tolerancia al dolor.
Sus integrantes registraron mayores tiempos de mantenimiento y tolerancia total en la prueba de criopresión.
De este modo, quienes participaron de la condición “con narrativa” fueron capaces de tolerar el dolor un 85% más de tiempo respecto del conjunto que no recibió ese estímulo extra, tuvieron una percepción más rápida del tiempo y de mayores niveles de diversión.
El experimento es pionero en aislar y estudiar los efectos analgésicos derivados de la inclusión de una narrativa terapéutica en un entorno virtual.
“Los resultados ilustran la importancia de emplear escenarios virtuales clínicamente relevantes y que incluyan narrativas terapéuticas para un mejor manejo del dolor.
Esto sugiere la necesidad de incorporar profesionales cualificados de salud mental dentro de los equipos multidisciplinarios existentes enfocados al diseño, el desarrollo y la validación de intervenciones digitales”, concluye la investigación.
Respecto del uso de tecnología en la práctica clínica, Krainbuhl señala que su adopción en los consultorios psicológicos es reducida.
“Aún se trabaja desde modelos muy clásicos. Se usan las charlas directas, procesos estándar que se van actualizando y van evolucionando”.
En su caso, utiliza la realidad virtual en el ámbito clínico también para el tratamiento de las fobias.
“Hay miedos que tienen componentes de aprendizaje, algo que le ha pasado a la persona en su vida, o a alguien de significancia para ella y que son aprendidos.
Una gran parte de lo que hace a la fobia es aprendido. Entonces, pueden generarse nuevas asociaciones y nuevas respuestas más adaptativas”, puntualiza.
Para ejemplificar, cita el caso de quienes tienen fobia a las arañas. Para esas personas, la realidad virtual posibilita generar entornos controlados y moderar los estímulos a los que se deben enfrentar, acompañándolas y guiándolas con técnicas de relajación.
“Parto de la premisa de que ciertas fobias pueden ser superadas a partir de ir enfrentándolas progresivamente, de manera que la persona se vaya desensibilizando ante la situación que le provoca miedo.
Pasando de lo virtual a lo real en la vida cotidiana”, concluye.
Fuente: Neuropsicología Latinoamericana