Los fabricantes de electrónica persiguen constantemente formas de producir chips de computador más rápidos y baratos. Ahora, unos investigadores han determinado que el ADN, el material genético de la vida, podría ayudar a conseguir este objetivo, cuando se hace que adopte unas formas concretas, siguiendo un proceso que recuerda al antiguo arte del origami o papiroflexia.
El equipo de Adam T. Woolley, Robert C. Davis y John N. Harb, de la Universidad Brigham Young (BYU), en Estados Unidos, no se conforma con reproducir solo las formas planas usadas habitualmente en los circuitos bidimensionales tradicionales.
Con dos dimensiones, estamos limitados en cuanto a la densidad de los componentes que podemos colocar en un chip.
Si pudiéramos acceder a la tercera dimensión (circuitos con elementos también en vertical), podríamos meter muchos más componentes.
Las estructuras más pequeñas que se pueden situar en los chips producidos actualmente por los fabricantes de electrónica tienen 14 nanómetros de ancho.
Ese tamaño es más de 10 veces mayor que el diámetro de una sola hebra de ADN, lo que significa que este material genético podría ser la base para chips de una escala más pequeña.
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Las instalaciones para una fábrica convencional de chips avanzados cuestan más de 1.000 millones de dólares, en parte debido a que el equipamiento necesario para alcanzar las dimensiones minúsculas de los componentes de los chips es caro, y porque el proceso de fabricación, de múltiples pasos, precisa de cientos de instrumentos.
En cambio, una maquinaria que aprovechase la habilidad del ADN de autoensamblarse requeriría una inversión inicial muy inferior.
La naturaleza funciona a pequeña y a gran escala, y es realmente buena a la hora de ensamblar cosas de forma fiable y eficiente.
Si eso pudiera aplicarse a la fabricación de circuitos para computadores, ahí existiría un gran potencial para un enorme ahorro.
Fuente: Noticias de la Ciencia