Convertir un cadáver en una máquina capaz de ejecutar movimientos con los que realizar un trabajo ha sido un tema exclusivo de historias de ciencia-ficción y terror, como también lo fue el de los cíborgs (híbridos de robot y ser vivo).
Esta singular categoría, la de los necrobots o necrorrobots, cuenta ahora con cadáveres de arañas capaces de agarrar y soltar objetos.
Aunque sea inevitable pensar en el monstruo de Frankenstein ante tan singulares arañas que siguen ejecutando movimientos después de morir, nada en esos cadáveres arácnidos revive.
Los científicos responsables de estos necrorrobots únicamente han hallado un modo de accionar con precisión sus patas, aprovechando un mecanismo biológico presente en las arañas.
Este sorprendente trabajo es obra del equipo de Daniel Preston y Faye Yap, de la Universidad Rice en Estados Unidos.
Esencialmente, el equipo encontró un modo simple pero eficaz de acondicionar el cuerpo de una araña muerta para convertirla en una especie de mano o pinza en la cual las 8 patas de la araña se acercan unas a otras para coger un objeto y mantenerlo sujeto y luego se alejan para soltarlo.
Las arañas mueven su cuerpo mediante un sistema que es fácil de controlar por medios artificiales cuando están muertas.
A diferencia del ser humano y otros mamíferos que mueven sus extremidades sincronizando músculos opuestos, las arañas utilizan la hidráulica.
Una cámara cercana a la cabeza se contrae para enviar sangre a las extremidades, forzándolas a extenderse.
Cuando se alivia la presión, las patas se contraen.
Convertir una araña en una pinza fue bastante sencillo.
Yap introdujo una aguja hueca en la cámara hidráulica o prosoma y la fijó con un poco de pegamento.
El otro extremo de la aguja se conectaba a uno de los bancos de pruebas del laboratorio o a una jeringa manual, que suministraba una cantidad ínfima de aire para activar las patas casi al instante.
El laboratorio sometió a una araña muerta a 1.000 ciclos de apertura y cierre para comprobar la resistencia de sus extremidades, y comprobó que eran bastante robustas.
Empezaron a experimentar cierto desgaste al aproximarse a los 1.000 ciclos.
El equipo cree que eso está relacionado con problemas de deshidratación de las articulaciones.
Creen que el problema se puede solucionar aplicando revestimientos poliméricos.
Los cadáveres que el laboratorio de Preston puso en funcionamiento eran de arañas lobo, y las pruebas demostraron que las arañas muertas eran capaces de levantar más del 130% de su propio peso corporal, y a veces mucho más.
Hicieron que una máquina con la araña como pieza clave extrajera cuidadosamente un componente de un circuito eléctrico, moviera objetos de un sitio a otro e incluso levantara a otra araña.
Los investigadores observaron que las arañas más pequeñas pueden transportar cargas más pesadas en comparación con su peso corporal.
Por el contrario, cuanto más grande es la araña, menor es la carga que puede sostener en comparación con su peso corporal.
Preston adelanta que los próximos pasos en esta línea de investigación y desarrollo seguramente incluirán probar esa tendencia con arañas más pequeñas que la araña lobo.
Por ahora, los movimientos de estos necrorrobots de araña son simples, pero podrían llegar a ser muy sofisticados, ya que las válvulas internas de la cámara hidráulica de las arañas les permiten controlar cada pata individualmente.
El laboratorio de Preston está especializado en sistemas robóticos blandos que suelen utilizar materiales no tradicionales, en contraposición a los metales, los plásticos duros y la electrónica.
Aprovechar la fisiología de una araña es un primer paso en el nuevo campo que recibe el nombre de “necrobótica” o “necrorrobótica”.
Fuente: Advanced Science