El cambio de modelo energético en el que se ha embarcado buena parte de los países industrializados persigue en gran medida reducir drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, la implantación de las medidas propuestas por Naciones Unidas en el Acuerdo de París debería tener un efecto perceptible a medio plazo, pero en el corto plazo es necesario adoptar estrategias que sean capaces de tener un impacto inmediato en el medio ambiente.
Esta es la coyuntura en la que las tecnologías de captura del dióxido de carbono atmosférico están adquiriendo una enorme relevancia debido a su capacidad de actuar con rapidez y de una forma claramente perceptible.
Sin embargo, las soluciones de captura disponibles hasta ahora tenían un margen de mejora importante tanto desde el punto de vista de su eficiencia como si nos ceñimos a la velocidad a la que son capaces de procesar los gases.
Acaba de ver la luz un nuevo sistema de captura del dióxido de carbono atmosférico que tiene una eficiencia del 99%, y que, según sus creadores, procesa el aire al menos el doble de rápido que las soluciones de captura más avanzadas que están disponibles actualmente.
Los sistemas de captura de dióxido de carbono disponibles apuestan por una enorme variedad de estrategias para llevar a cabo su cometido, pero ninguno de ellos nos entrega una eficiencia tan alta como la solución que proponen los investigadores de la Universidad Metropolitana de Tokio.
Este hallazgo, al igual que muchas otras grandes innovaciones, se presentó de forma imprevista mientras estudiaban unos compuestos químicos orgánicos conocidos como aminas.
El artículo científico refleja que el compuesto IPDA (esta sigla procede de su designación química) es capaz de retener más del 99% del dióxido de carbono presente en el aire.
Además, actúa con una capacidad de filtrado de 201 milimoles de dióxido de carbono por hora y mol de compuesto, por lo que consigue retirar este gas contaminante, y esta característica también es muy importante, al doble de velocidad que las demás soluciones de captura de CO₂.
Pero hay varios desafíos que no podemos pasar por alto.
Uno de ellos requiere idear qué podemos hacer con el dióxido de carbono atmosférico que ha sido filtrado.
Es posible acumularlo tanto en estado sólido como en forma gaseosa, pero lo ideal es encontrar la manera de reutilizarlo sin que ejerza un impacto negativo en el medio ambiente.
El otro gran reto es si cabe mucho más difícil de atajar, y nos exige encontrar la forma de desplegar tanto esta como otras tecnologías de captura de CO₂ a gran escala.
Según Our World in Data actualmente la actividad humana es la responsable del vertido en la atmósfera de más de 35 000 millones de toneladas de CO₂ cada año, y las plantas de captura más avanzadas y eficientes son capaces de filtrar hasta 4000 toneladas de CO₂ al año.
Es evidente que la cantidad de instalaciones de este tipo que sería necesario desplegar por todo el planeta para impedir la acumulación de este gas de efecto invernadero posiblemente sería inviable desde un punto de vista económico.
Aun así, no debemos perder de vista que la captura del dióxido de carbono es solo uno de los ingredientes de la receta que tenemos a nuestro alcance para luchar contra la emisión de gases de efecto invernadero.
Y dadas las circunstancias disponer de una solución tan eficiente y rápida como la que proponen estos investigadores japoneses es una gran noticia. Todo suma, y su propuesta puede sumar mucho.
Fuente: ACS