Un estudio con 29 especies relaciona el tiempo que tardan en bostezar con el tamaño y la complejidad del cerebro y apoya la hipótesis de que sirve para «refrescar» la cabeza.
Seguramente, después de leer estas líneas o ver la fotografía o el vídeo que las acompañan, no podrá reprimir un bostezo.
Es uno de los comportamientos más contagiosos y universales.
Muchos animales también abren desmesuradamente la boca, inspiran un rato y vuelven a cerrarla, y el motivo todavía no acaba de ser aclarado por la ciencia.
Algunos investigadores creen que es una cuestión de empatía, ya que cuando uno lo hace, el de al lado caerá antes o después inevitablemente, pero otros apuntan a motivos fisiológicos: el bostezo sirve para llevar oxígeno al cerebro y refrescarlo.
Los autores de un nuevo estudio cuyas conclusiones publican en Biology Letters defienden la importancia de la segunda hipótesis después de pasarse horas mirando videos de YouTube de 29 mamíferos diferentes desperezándose, incluyendo ratones, gatos, zorros, erizos, morsas, elefantes y seres humanos.
El video que sigue es un montaje especialmente enternecedor que fue utilizado en el estudio:
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Resulta que los científicos de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta descubrieron un patrón: los animales con un cerebro pequeño, con un menor número de neuronas en la arrugada capa exterior cerebral, llamada corteza, tenían bostezos más cortos que los animales de cerebro grande con más neuronas corticales, explican en su artículo, del que se hace eco la web de la revista Science.
Es decir, los individuos con cerebros más grandes y complejos tienen bostezos más aparatosos.
De esta forma, los primates tienden a bostezar más que el resto, y los seres humanos, con cerca de 12.000 millones de neuronas corticales, tienen el bostezo medio más largo, que duró un poco más de 6 segundos.
Los elefantes africanos, cuyos cerebros están cerca del mismo peso que los seres humanos y tienen un número similar de neuronas corticales, también bostezaron durante unos 6 segundos.
Los bostezos de ratones de cerebros diminutos, en contraste, se prolongaban menos de 1,5 segundos.
El estudio sustenta la hipótesis de que el bostezo tiene un importante efecto fisiológico, promoviendo la excitación cortical con el aumento de la inundación de sangre y el enfriamiento del cerebro.