Las ganas de ejercicio suelen aumentar a medida que lo hacemos, ¿pero a qué se debe esto? Científicos acaban de averiguarlo y las aplicaciones podrían ser geniales.
Es cierto que cuando hacemos ejercicio con regularidad llega un momento en el que el cuerpo nos pide más.
Pero, claro, lo difícil es empezar. Lo ideal sería un interruptor que nos generase esas ganas de hacer ejercicio que necesitamos para comenzar a forjar el hábito.
Un equipo de científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en España, acaba de encontrar la forma en la que nuestros músculos le piden a nuestro cerebro que aumenten nuestras ganas de hacer ejercicio.
Se trata de tres proteínas que se retroalimentan entre sí.
Las genera el músculo cuando se encuentra en plena actividad y actúan sobre el cerebro de una forma más o menos continua hasta que, llegados a un punto en el que la actividad física ya podría ser dañina, se regulan para disminuir sus niveles.
Así, nuestras ganas de ejercicio aumentan, pero solo lo justo para que nuestra actividad física se encuentre a niveles saludables. Son todo ventajas.
Estos científicos analizaron la activación de ciertas proteínas en el músculo durante la actividad física, tanto de animales de laboratorio como de humanos voluntarios.
Comprobaron que cuando los músculos se contraen muchas veces comienzan a producirse en él dos proteínas, llamadas p38α y p38γ.
A su vez, la segunda promueve la activación de otra proteína, llamada IL-15, que actúa sobre la corteza motora del cerebro, encargada del movimiento.
Todo esto, en conjunto, aumenta las ganas de hacer ejercicio, provocando que se activen más de estas proteínas, hasta llegar a un límite determinado.
No se llegó a esta conclusión solo por conocer el papel de la IL-15 sobre el cerebro.
Se vio, tanto en animales como en humanos, que los niveles de activación de estas proteínas eran mayores en las personas que practican más ejercicio.
Conocer el interruptor de las ganas de hacer ejercicio puede tener muchas funciones.
Por un lado, puede servir para pautar ejercicios personalizados a cada individuo, al comprobar cuáles son los deportes con los que se activa una mayor cantidad de estas tres proteínas.
Además, aunque sea un poco más complicado, sería ideal buscar la forma de activarlas sin necesidad de esa contracción previa del músculo.
Es decir, promover que las ganas de hacer ejercicio comiencen desde cero.
En el estudio se ha visto que, si bien de base tienen niveles más bajos, el ejercicio físico también genera la activación de estas proteínas en personas obesas.
Por eso, sería muy útil activar el interruptor para ayudarles con sus entrenamientos.
Fuente: Science Advances