Esta proteína podría ser la responsable de la pandemia de obesidad y enfermedades asociadas, como la diabetes.
Quizá no deberíamos sentirnos tan culpables por ingerir comida basura de vez en cuando, sino que puede que la responsabilidad se halle en la química de nuestro cerebro: la proteína NPGL, recién descubierta e implicada en la señalización del cerebro, se ha señalado como responsable de aumentar el almacenamiento de grasa en el cuerpo, incluso en una dieta baja en grasas, además de aumentar el apetito como respuesta a una ingesta alta el calorías.
Así lo apunta una investigación de la Universidad de Hiroshima junto con colaboradores de Japón y la UC Berkeley, que arroja más luz sobre nuestra comprensión de cómo el cerebro regula el uso de la energía y los hábitos alimenticios.
El hallazgo es relevante, debido a que los mecanismos de control de energía todavía no se entienden muy bien por parte de los científicos.
“Durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, el cerebro hizo un trabajo aparentemente bueno de regular la distribución de la grasa corporal, acumulando grasa esencial para la supervivencia durante tiempos de hambruna”, apunta el profesor Kazuyoshi Ukena, autor principal del estudio.
“Desafortunadamente, en la actualidad de la vida occidental, que existe abundancia de alimentos, con frecuencia se ingieren grasas en exceso, lo que conduce a menudo a la obesidad”, señala.
Los investigadores llevaron a cabo experimentos en ratas alimentadas con dos dietas distintas durante seis semanas.
Una dieta era altamente calórica, alta en grasa y azúcar.
La otra dieta contenía sólo suficientes calorías necesarias para una supervivencia saludable.
Se preparó entonces un virus que causaría que las células secretadoras de NPGL aumentaran la producción en el hipotálamo de ambos conjuntos de ratas.
Las observaciones encontraron que NPGL estaba presente en altas concentraciones en una parte específica del hipotálamo de la rata, el centro de control del cerebro para el apetito y el metabolismo, lo que sugiere la participación en la regulación de la energía corporal.
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En ratas alimentadas con la dieta alta en calorías, la masa corporal y la proporción del cuerpo compuesto de tejido graso, ambos aumentaron marcadamente.
Curiosamente, la ingesta de alimentos en gran medida a pesar de los animales que tienen una sobreabundancia de calorías.
En ratas alimentadas con calorías regulares en las que se indujo la producción de NPGL, los animales no aumentaron la masa corporal global y sólo aumentaron moderadamente el consumo de alimentos.
Sin embargo, la composición de la grasa corporal, como con la dieta alta en calorías, aumentó significativamente.
Por el contrario, cuando las ratas en la dieta alta en calorías fueron expuestas a un anticuerpo que inhibe la síntesis de NPGL, la proporción de tejidos grasos en el cuerpo disminuyó, demostrando además un papel crítico para NPGL en la regulación de la composición de la grasa corporal.
En estas ratas, la ingesta de alimentos y la masa corporal general permanecieron sin cambios.
También se observó que los niveles de NPGL aumentaban y disminuían proporcionalmente con los niveles de insulina en la sangre, lo que sugiere que esta hormona de almacenamiento de energía se coordina con el sistema de NPGL para almacenar grasa en temporadas de abundancia y limitar así la producción de grasa cuando hay escasez de alimento.
En conjunto, estos hallazgos revelan un intrincado sistema neuroquímico donde las señales del cerebro y otros tejidos, que se combinan para monitorear el estado energético del cuerpo y ajustar la alimentación y el metabolismo.
“Debido a que el equilibrio energético desregulado puede resultar en obesidad y conducir a problemas de salud graves como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, es vital que obtengamos una comprensión de los mecanismos que regulan y el apetito y la grasa corporal”, señalan los investigadores.
Fuente: Muy Interesante
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